Por Gabriela Gómez Teliz.
Teresa Puppo (1952) es una artista multifacética. Ha experimentado con el video, la performance, la fotografía, la pintura y últimamente también ha mostrado sus aptitudes en la escritura con la publicación de libros de cuentos y novelas, por los que también ha sido premiada. Comenzó en el taller de Hugo Longa y más adelante fue cofundadora de la Fundación de Arte Contemporáneo, además de haber sido la directora editorial de la revista ARTE e ilustradora en prensa.
A lo largo de su carrera hay un motivo que se repite: la investigación acerca de nuestras raíces indígenas y el hacer visible aquello de lo que no se habla o se mantiene en silencio, en una búsqueda de la herencia y la identidad vincular.
Esta inquietud ha motivado muchas de sus obras y se ven reunidas en Lo innombrable, exposición presentada en el Museo Blanes en marzo de 2022, en la que la pintura, la fotografía y el video están abocados a hacer reflexionar sobre nuestra herencia indígena, desechando la afirmación de su exterminio. En esta búsqueda, Puppo imagina, como en una especie de falso documental, la huida de Micaela Guyunusa –una de los cuatro sobrevivientes de la masacre de Salsipuedes– de su prisión en Francia, adonde fue llevada contra su voluntad para ser exhibida ante la sociedad europea. Este film experimental da cuenta por sí solo de la riqueza plástica y narrativa de la artista, que se encuentra preparando Campo sucio, investigación que tiene como objeto la flora autóctona “despreciada”, en paralelo al silenciamiento de nuestra herencia indígena.
De todas las formas de expresión que manejas, ¿con cuál te has sentido más identificada?
Uno siempre habla de lo último que hizo porque es lo que tenemos en la cabeza, pero siempre vamos evolucionando. Cuando empiezo a trabajar no sé muy bien hacia dónde voy. Siempre me gustó experimentar y fue una búsqueda en el sentido formal, en el concepto también, pero eso se va afianzando solo, la búsqueda va agarrando sus propios caminos. En cambio, en la parte formal me gusta experimentar con cosa nuevas. Me gusta pintar, me gusta dibujar, hacer acuarelas, pintar con acrílico, en una época pinté con óleos. Me gusta probar cosas nuevas y en un momento tomé la imagen en movimiento y con esta forma de expresión me sentí y me siento muy cómoda. Es un lenguaje que le llega a las nuevas generaciones, sobre todo.
Cada forma de expresión quizás atrae a diferente tipo de público.
Puede ser, pero no es consciente. Sí fue consciente al momento de elegir el lenguaje audiovisual porque, primero, me encanta el cine, soy fanática, pero además porque llega a las generaciones que lo tienen más incorporado.
Diosas y mujeres perdidas
Hace muchos años presentaste una exposición de fotos en gran tamaño, de la que eras la protagonista, disfrazada con diferentes peinados y vestidos.
Se llamó La mujer perdida y también tiene que ver con el tema de las identidades. Eran fotografías con disfraces. Me disfracé de distintos prototipos de mujer y fue un trabajo muy divertido, porque trabajé con una vestuarista, con una maquilladora, con la fotógrafa Carolina Sobrino. Yo había trabajado el tema de las diosas, ya había hecho una exposición con Susana Giménez, la exposición se llamó La mujer del año, como una diosa contemporánea, representante de todo un espectro de gente, una diva mediática. Esta exposición la hice en el Cabildo y fue antes de La mujer perdida. También había hecho otra exposición en el Blanes que tenía que ver con el tema de la mujer: era una gran escultura de tierra de cuatro metros de diámetro, con una forma de volcán y adentro tenía agua, alrededor tenía hojas de calendario y estaba investigando todo el tema de las diosas. Después seguí investigando el tema central que es la identidad, en realidad.
¿Es una búsqueda de tu identidad?
La mía y la de cualquiera, en realidad. Con el tema de Susana Giménez se me planteaba una cosa que decía en los textos que acompañaban la obra. Era esa mujer que vemos o tiene algo más atrás de ella; ya se trabajó tanto una imagen que al final ella se parece a su imagen. Como que todos, de cierta forma, mostramos una imagen, pero ¿esa imagen nos representa? Entonces, pensé hacer distintas mujeres, una mujer que podía ser muchas mujeres distintas, que en definitiva podemos ser cualquiera de ellas. Supongo que con esta búsqueda de la identidad también estaba buscando mi propia identidad. También tengo un trabajo sobre 78 fotografías mías desde los doce años hasta los cuarenta y pico, las fui superponiendo unas con otras. En este trabajo como que también hay una búsqueda de la identidad. En definitiva siempre estás hablando de lo mismo.
Esta propuesta alcanza a la identidad nacional…
Hice un trabajo que se llamó Marcas oficiales para una exposición que se hizo en Buenos Aires y acá en Montevideo. Es la réplica de un cuadro del pintor Carlos María Tonelli, encargado por el presidente de la República, que en ese momento era Julio María Sanguinetti. Él le encargó Tonelli este cuadro que está en el museo histórico. Es un óleo que tiene un marco de madera de ocho lados. Ese cuadro se expuso con una memoria descriptiva, realizada por Tonelli, en la que explica el porqué de cada uno de los símbolos que eligió junto con Sanguinetti y su esposa Marta Canessa. Entre los tres decidieron dar esa imagen de la identidad uruguaya. El cuadro se llamó Identidades. Lo que yo veo es que al cuadro le falta cualquier referencia a los indígenas. Lo único que hay es el “antropolito de Mercedes”, que en realidad hace referencia a una raza extinguida, que es la que dice Sanguinetti: que se extinguió. También lo sugiere Zorrilla en Tabaré. Lo que la historia oficial nos cuenta es que los charrúas se extinguieron mágicamente; no los mataron, desaparecieron. Tampoco hay referencia a los negros, ni siquiera un tamboril. Por ejemplo, el cinturón que aparece en el cuadro representa al gaucho, pero el gaucho no usaba esos cinturones de plata, los usaba el patrón. También está la guitarra española; no tenemos indígenas, pero sí una guitarra española.
Yo tomé una tarjeta de saludo de la Presidencia de la República que tiene ese cuadro impreso, tomé esa fotografía, la amplié, le di como un aire pop y después la pinté. En realidad está idéntico, pero con otro aire. El cuadro de Tonelli es hiperrealista, es increíble, y tiene todos esos símbolos: del Partido Colorado y del Partido Nacional, se trata de la identidad y qué quieren que seamos. Es la educación sentimental: escuchamos el himno y no emocionamos, mi maestra leía Tabaré y lloraba. ¿Qué significa la bandera? Son sentimientos que se trasmiten. También está la exposición Lo entrañable, que hice en el museo Zorrilla donde hay retratos de todas las mujeres de mi familia, ya había retratos de los patriarcas y yo hice el retrato de todas las mujeres. Tiene que ver con la ascendencia indígena también.
En tu último trabajo, Lo innombrable, hay una conjunción de muchas de estas formas de manifestar tu arte, ¿qué motivó esta obra?
Lo innombrable tiene que ver con lo que no se puede decir en el medio social, sobre todo refiriéndonos a los ancestros indígenas, al tabú de nombrar ancestros indígenas o de aceptar que se los tiene en la familia. Son investigaciones mías que tienen que ver con una abuela que tenía rasgos indígenas. Este tema era como un tabú en la familia, era algo de lo que no se hablaba, a raíz de esto hice muchas obras. Una de ellas se llama Tomar la palabra, se trata de entrevistas con personas que suponen que tienen una ascendencia indígena, a los que le pasaba lo mismo que a mí: en la casa no se hablaba de esto, porque si tus ancestros son europeos todos saben cuándo vino, de dónde vino, etcétera, pero cuando es criollo, directamente no los anotaban, incluso se han perdido los documentos. Este es un trabajo que vengo haciendo hace mucho tiempo. En realidad, yo empecé a trabajar con el tema de los indígenas en 1999, en el primer video, que se llama Micaela se fue a París, referido a Micaela Guyunusa. Después seguí investigando bastante, pero todo quedó como en el aire, por esa negación inconsciente. En esa exposición es como que hice un redondeo de todos los trabajos que venía realizando con este tema.
Nueva leyenda de Micaela Guyunusa
En 2022, en compañía de su hijo como camarógrafo, Teresa viajó a Francia a realizar un film experimental denominado La búsqueda del camino, retomando el vínculo que había comenzado en Micaela se fue a París, con la figura de Guyunusa como tema central en una ficción poética que tomó la forma de leyenda apócrifa. En esta, Guyunusa y su hija huyen del Hotel de Dieu donde estaban internadas y en la búsqueda del camino a casa siguen la corriente del Ródano, buscando el mar Mediterráneo.
Así lo manifiesta en el catálogo de la muestra: “Quise que existiera un relato distinto y potente para Guyunusa, que viviera junto a su hija. La quiero imaginar en el presente, rebelándose contra sus opresores. La quiero escapando, luchando y sobreviviendo. Quiero una historia que contraríe la tragedia de su vida y que dé cuenta de la potencia de su deseo. Buscando el camino encontré la historia que pudo haber sido, la otra historia”.
Antes de partir hacia Francia, y por consejo de una amiga, Teresa confeccionó una muñeca que sería un fetiche para la artista y que luego formaría parte de otras obras. Así lo cuenta Puppo desde la bitácora que acompañó la filmación: “Lo cierto es que la muñeca, la sin nombre, nació en mi imaginario a partir de una charla con la querida amiga y artista Jacqueline Lacasa sobre el proyecto del viaje a Francia, sobre la búsqueda del camino de regreso a casa y todas las connotaciones que conlleva. Jacque dijo: ‘Veo algo, no sé, una muñeca, algo que tenés que llevar, que lo tenés que hacer vos’, y como Jacqueline tiene esos poderes especiales que le permiten ver lo invisible, lo tomé como una de las directrices imprescindibles para mi viaje. Sin dudar, decidí hacer la muñeca. No sabía qué forma iba a tener, solo que iba a ser una muñeca de trapo, por los distintos significados conceptuales del trapo, como un ‘pedazo de tela desechado por viejo, por roto o por inútil’. Me importó el hecho de que fuera una muñeca que podría haber hecho Guyunusa para su hija, realizada a partir de retazos, de trapos desechados. Un trapo convertido en juguete. Tenía que conseguir esos ‘trapos’, así que le pedí ayuda a otra amiga y artista querida, Verónica Artagaveytia, que además de trabajar con metales trabaja con telas naturales de puro algodón y generosamente me dio muchos retazos de tela hermosos con los que una vez llegada a Francia confeccioné la muñeca. Me gustó cómo me quedó, la hice con amor y con el pensamiento puesto en la obra, en Micaela Guyunusa y en su hija, en el viaje que iban a realizar. De verdad, me encariñé con ella, con ese objeto hermoso y tierno. No le puse nombre, siempre la llamé la muñeca. Ella fue un poco mi fetiche, la llevé siempre que filmamos, fue mi compañera del viaje a Lyon, del recorrido por el Ródano hasta el mar. Y mi otro compañero de viaje fue mi hijo Alejandro, compañero y camarógrafo, ya que me ayudó mucho con la cámara. Unos días después de terminar el rodaje decidí volver al río a hacer unos primeros planos, y llevé la muñeca. Hicimos unas fotografías entre los árboles, bajo el arco de piedra de un acueducto y cuando terminamos guardamos todo y nos fuimos. Festejé porque ya teníamos todo el material que necesitaba. Pasó una semana, me dediqué a descansar y un día me puse a ordenar los materiales para guardarlos y no, la muñeca no estaba. La busqué mucho, deseando haberla guardado en algún lugar sin acordarme. Desesperada, me di cuenta de que la había dejado. Me entró una gran desazón. Era casi de noche, había llovido torrencialmente todo el día y los ríos debían estar crecidos y los caminos clausurados por peligro de desmoronamiento. A la mañana siguiente fuimos a buscarla, y ahí estaba, resguardada por el arco de piedra centenario, en el mismo lugar donde la había dejado. La muñeca había permanecido una semana a la intemperie, la semana que yo había determinado que iba a llevar el viaje desde Lyon hasta el Mediterráneo en mi leyenda apócrifa”.
Alumna de Levrero
Teresa Puppo ha publicado ficción en forma de novelas y cuentos. En 2006 publicó Santa Clara (un espacio oscuro). En 2008 presentó su libro de cuentos Así nomás, que obtuvo una primera mención en narrativa del concurso anual de literatura de la Intendencia de Montevideo. En 2013 publicó Extravíos habituales.
¿Cuándo empezaste a escribir?
A mí me encanta escribir y leer, y siempre escribí algo. También tengo algunos videos que son de poesía performática. Siempre escribí pero nunca se me ocurrió que esos textos podrían convertirse en libros. Después empecé a ir al taller de Mario Levrero, gracias a una amiga, Patricia Turnes. Estábamos haciendo un video y hablábamos de guiones y le mostré unos textos. Entonces me dijo que tenía que ir al taller de Levrero, me dio el teléfono y me dijo: “Llámalo”. Fui al taller de Mario como un año y medio y después que él murió, muchos talleristas nos seguimos encontrando para escribir y decidimos publicar un libro. Lo primero que publiqué fue una novela Santa Clara (un espacio oscuro. Me gusta mucho escribir, es como vivir otra vida.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora estoy trabajando en una obra que se llama Campo sucio. Se trata de un paralelo que hago con el concepto de las “plantas despreciadas”, las plantas nativas despreciadas y los cuerpos nativos despreciados de los indígenas. De la vergüenza y el desprecio por los cuerpos no europeos, que no se atan a los cánones de belleza que se imponen desde los centros. Con las plantas nativas, pasó lo mismo son despreciadas, son cortadas. Este proyecto tiene distintas puntas porque va a haber una plataforma en la que vamos a invitar a otros artistas, tiene videos. Y ponerme a escribir, pero necesito tiempo para escribir y tiene que ser un tiempo muy puro, estar sola, porque cuando escribo lo estoy viviendo, entonces no lo puedo cortar. Si lo corto, desaparece.