Por Fernando Sánchez.
Prefiere que lo llamen Fabricio. Se siente más Fabricio, aunque mucha gente lo conozca como Vittorio o como Cacciatore. O como Vittorio Cacciatore. Y es que con ese nombre se dio a conocer en los escenarios uruguayos, por la mitad de la primera década de este siglo, cuando arrancó un proyecto musical que dejó su impronta en los terrenos del pop electrónico nacional. Asimismo, como Vittorio Cacciatore firmó sus ilustraciones iniciales y sus primeros trabajos gráficos. Porque, en realidad, Vittorio Fabricio Cacciatore Berti desde el principio ha sido todos esos nombres, y ha sido, también desde el principio, músico, diseñador e ilustrador.
A comienzos de 2005 Fabricio arrancó la producción de su primer disco, Universal Preyhunter, de la mano del productor Daniel Anselmi, y durante tres años lideró una banda integrada por Verónica Ramos, Cristina Toth y Adriana Navarro. Fue una etapa de conciertos y presentaciones que se vio truncada cuando Fabricio se fue a Barcelona. “Estaba tocando con la banda e íbamos re bien, fue una etapa muy prolífica. Pero sentí el llamado. Mi hermana vivía allá y era un viaje que ya tenía planeado y que iba aplazando hasta que llegó el momento en que me dije: ‘Es ahora’”, recuerda.
Esa decisión devino un parteaguas en la vida del artista. Emigrar requiere siempre valentía y suele marcar la trayectoria vital de quien se lanza a tan arriesgado acto. “Es duro, sí, arribar a otro país y empezar de cero. Llegué justo en un momento de crisis en España, empecé trabajando de diseñador y terminé de heladero. No había trabajo”, cuenta Fabricio, quien, no obstante lo difícil del contexto, continuó la gestación de su obra. Allí nacieron las primeras canciones de lo que fue su segundo álbum, Unificar, creado junto con Ramos tras su vuelta a Uruguay. “Fue una experiencia enriquecedora. Irme me abrió la cabeza. Desconectar del diseño, del arte, y dedicarme a hacer helados con forma de flor me dio otra visión de las cosas. Yo me fui saturado, como que acá no estaba bueno, que era difícil, y volví y me percaté de que muchas cosas no cambiaron, pero muchas sí. Yo estaba cambiado”, reflexiona ahora, cuando han transcurrido varios años desde su regreso.
Entre dos mitades
En 2012 Fabricio retornó a Montevideo y tiempo después vio la luz Unificar, también bajo la producción de Anselmi. Cada canción de ese disco tuvo su ilustración, síntesis de la articulación entre el arte gráfico y la música dentro de su afán creativo. “Digamos que ambas artes han estado un poco mezcladas en mí. Siempre estuvo muy relacionada la parte gráfica con la parte musical. Ha sido así a lo largo de todo este tiempo”, confiesa.
Sin embargo, mantener ambas expresiones con la misma intensidad y concentración puede resultar un esfuerzo arduo. “Me ha costado mantener las dos cosas a la par. Me ha pasado que en el proceso de hacer un disco le meto a la ilustración, o cuando estoy preparando una muestra le meto a la música. Las dos son muy importantes para mí, son formas diferentes de expresarme”, afirma.
¿Cómo es el proceso creativo en ambos casos? ¿Qué diferencias encuentras entre ilustrar y hacer música?
La música es muy visceral, espontánea. Al momento de componer no suelo tener algo armado, dejo salir las primeras ideas que me vienen y a través de eso empiezan a surgir las canciones, como si se fueran descubriendo. Es como si dejara fluir lo que está ahí y viera el misterio que se produce. De lo que sale, luego uno empieza a ver qué elegir, qué te gustó, qué camino tomar. Soy de probar muchas voces, de probar muchas cosas. Tocar en vivo tiene que ver más con la comunicación con la gente, cantar expone de una manera más directa tus emociones, tu energía. Con la ilustración estás más encerrado en tu mundo y luego lo sacás para afuera, la exponés, y ese es el momento del contacto con el público. Hice los dos discos con el productor Daniel Anselmi y desde hace tiempo trabajo con Verónica Ramos, que es brillante. Con ella también es muy espontáneo todo. La música tiene que salir. Después hay que ordenar, trabajar los sonidos. En cambio, con la ilustración está todo en mis manos. Si en la música tenés el paso del productor, el mastering y todo lo demás, con la ilustración, más allá de que me lleguen opiniones externas, es la hoja y yo, o la compu y yo. En este punto, el proceso es medio parecido. En general, hay ideas que empiezan a salir y las plasmo. A veces me dejo ir, trabajo con la tinta, la acuarela. A veces, hago manchas e interpreto qué está pasando. O alguna idea que me viene, la boceto y después la voy trabajando.
¿Cómo son los tiempos de esos procesos? ¿Sueles demorar desde que partes de la idea inicial hasta que queda la obra terminada?
Depende, porque soy muy detallista y eso es algo que está en mi personalidad. En la parte gráfica he probado muchas cosas. He empezado con dibujos muy detallados, de líneas minuciosas, y de ahí he pasado a ampliar. Por lo general, siempre tiende a llevarme bastante tiempo. De momento estoy trabajando en una obra original y no la puedo llevar a la compu para retocar o modificar. Es algo en lo que no podés volver atrás. No es óleo que podés tapar, o acrílico. Lo que está ahí, está ahí. Entonces, es cuestión de soltarte, confiar, ver qué pasa. Es un camino de entrega y concentración.
¿Quedas satisfecho cuando ves la obra terminada o eres de los que luego siguen corrigiendo?
El proceso puede ser interminable, siempre vas a encontrar cosas. En ocasiones me gusta cómo queda de una. A veces escucho las canciones, encuentro detalles y pienso: “Lo hubiera hecho así o hubiera cambiado esta parte”. Con las ilustraciones me pasa lo mismo, en ese afán de perfeccionismo. Pero se puede caer en una trampa, pues no terminarías nunca. Es importante, y demuestra un grado de madurez, darle el punto final a las cosas. No buscar ser perfecto porque nada es perfecto. Importa mostrar lo esencial. Antes sentía que el arte tenía que ser un estado mágico, meditativo, de belleza suprema. Pero hay que entender que no siempre se logra ese estado, que a veces estamos en la lucha diaria con nuestros miedos. Y está bien que eso se vea en la obra. Está bien el error, está bien estar trancado, está bien que algo no salga. Es parte del proceso y es parte de la sinceridad del artista.
El desafío de vivir del arte
Hace un tiempo Fabricio decidió dedicarse de lleno a la ilustración. Ese es, dice, el camino que más le seduce en este momento, aunque aclara que “la música siempre ha estado y va a estar”. Asegura que en esta etapa le interesa más dibujar, estudiar técnicas, ilustrar libros, como La niña que no veían, un cuento infantil de Gastón Rosa que narra la historia de una niña trans llamada Martina.
Con ese propósito participa en proyectos como el Mercadito de Ilustraciones, un espacio de exposición y venta de trabajos de artistas locales que se realiza asiduamente en Montevideo. Actualmente, sus esfuerzos se centran en una muestra que expondrá en breve en la sala Carlos Federico Sáez.
Fabricio es de los que apuestan por concursos y becas, a los que considera un acicate para el trabajo de los artistas. “Han surgido propuestas que antes no había, galerías que les dan espacio a los ilustradores. Creo que hay más interés. Desde hace cinco años el MEC tiene el concurso de ilustración infantil y juvenil, una iniciativa que da impulso a muchos ilustradores. Hay fondos y becas, lo que me hace sentir bastante positivo”, explica.
Este músico e ilustrador afirma que el arte no está separado de la experiencia vital. “Cada día es un camino de descubrimiento. Siento que cuando dibujo veo cosas que se aplican a la vida”, asevera y cree que lo principal radica en la sinceridad. “Sinceridad con lo que le pasa a uno, con sus propias emociones, con sus ambiciones. En el momento en que vas a exponer algo, tiene que ser tu mundo interior que estás sacando, más allá de las influencias o los estilos. Si esto no pasa, estás obviando lo más importante, que es lo que pasa por dentro del artista. Y ese momento, cuando ya la obra queda terminada, es enriquecedor. Primero es algo propio, íntimo, pero ya después está fuera de vos, no es más tuyo”.
¿Por qué decidiste involucrarte más con la ilustración? ¿Cómo es la relación entre el trabajo más artístico, por decirlo de alguna manera, y el trabajo por encargo?
Siempre trabajé en agencias de publicidad, hasta hace poco que arranqué como freelancer. En ese mundo encontrás facetas que están buenas y otras que no. Podés experimentar, crear, pero siempre sujeto al cliente, a la marca, a lo que se pedía y quería vender. En el arte uno hace lo que quiere. Llegué a ese punto en que comencé a ver el arte también como una salida laboral. Al abocarme al arte y mirarlo desde una óptica más profesional, busco ya un mercado para eso. Es lo que me pasa, por ejemplo, con el Mercadito de Ilustraciones, donde se generan oportunidades para que marcas o clientes vean tu trabajo y te contraten.
Resulta desafiante luego cómo lograr mostrar y vender tu trabajo a una agencia, a un estudio de diseño, a una editorial. Saber cómo venderte, en el sentido más literal, y salir de esa idea un poco idílica que tenemos los artistas de “estoy ahí, en mi magia, y es sólo eso”. Que también está bien, por supuesto, aunque creo que podemos llevar las dos facetas: esa parte abstracta, emocional, se debe bajar a tierra porque si no, quedamos en una nube. En mi propia experiencia no aplicar lo anterior no me ha dejado llegar a más.
¿Qué tienes a favor y qué en contra de trabajar como freelancer?
A favor: el tiempo, salir de la zona de confort de tener un ingreso fijo todos los meses, lo cual te lleva a estar más activo, a moverte todo el tiempo, a manejar tu propia profesión. La parte buena de trabajar para alguien, en tanto, es que tenés un sueldo fijo y no te tenés que preocupar en buscar el sustento que ese sueldo te brinda. Además, te da un contexto de intercambio con colegas, algo de por sí muy productivo.
*Nota originalmente publicada en la edición impresa 2019
¿No tener ese contexto de intercambio sería un problema para trabajar como freelancer?
Depende de uno mismo, pues se puede estar en contacto con otros colegas o con algún cliente, mostrarles tu trabajo. Capaz que no es igual que cuando estás en una agencia, pero se puede lograr una retroalimentación. El grupo tiene muchas cosas que están buenas, aunque hay otras que no tanto. De cualquier manera, pienso que el tiempo es la principal ventaja, aunque como freelancer es un tema organizarte y no dejar que se te vaya el día colgado mirando una hormiga. Es un desafío.