Por Sofía O’Neill.
Rodrigo Abreu (1988) nació y vive en la ciudad de Maldonado. En un viaje a la capital se reunió con Dossier; es simpático, carismático y tiene un gran corazón, abierto a recibir y a dar. Además de artista es influencer, comunicador visual, poeta, fotógrafo, autodidacta, formado en diseño gráfico, albañil y un gran papá de dos niños pequeños –cada vez que los nombra sus ojos se iluminan–. Algunas de sus obras pertenecen a colecciones privadas de Argentina, Brasil, Alemania, Paraguay y Uruguay.
“Existe algo fascinante en la convergencia de mis luces y mis sombras. En los breves momentos de encuentro, cuando ambas fuerzas se entrelazan, puedo apreciar la complejidad de mi existencia. Es en esos momentos de dualidad cuando encuentro la verdadera esencia de mi ser. Sé que es en esa intersección donde me descubro a mí mismo y donde encuentro la belleza y el sentido de mi vida”.
¿Cómo describirías la técnica de tu trabajo?
Creo que trabajo a la inversa que las demás personas que pintan en positivo y yo lo hago en negativo; sería mucho más fácil pintar de blanco –lo que yo hago– en una hoja negra. La técnica no sé si tiene un nombre, yo le diría que es pintar en negativo.
¿Trabajás solo con el color negro o utilizás más colores?
Trabajo en blanco y negro porque me identifico con eso. Me siento muy cómodo pintando así, quizás porque domino la técnica. Me gusta más pintar en blanco y negro o con negro que con color, nunca supe hacer difuminados ni llegar de un color a otro en una escala, no sé manejar la escala de grises, y mi vida también es blanco o negro [risas]. Voy de un punto a otro sin pasar por el medio. También me parece que solo con el color negro, sin hacer matices, se puede llegar a lo mismo. He probado con colores plenos. Mi elección de una paleta monocromática no es casualidad; es una manifestación de mi amor por los extremos, por la pureza y la intensidad que solo el blanco y el negro pueden ofrecer. Evito los matices para enfocarme en lo esencial: en la esencia misma de la experiencia humana. Tengo formación en diseño gráfico, entonces veo todo en colores plenos, me cuesta mucho ver degradados. Los colores me chocan un poco, pero estoy intentando encontrar el equilibrio.
¿Terminaste la carrera de diseño gráfico?
Sí. Empecé diseño gráfico en el Instituto Bios en Maldonado, después en la Universidad ORT seguí y terminé de forma autodidacta con cursos de internet, hice todas las materias sueltas. Me llevó dos años. De hecho, mi carpeta de tesis se llama “No soy diseñador gráfico”. Cuando sos diseñador presentás un porfolio en las agencias, no tu diploma. La idea de ese nombre, de no describirme como diseñador gráfico, es por el constante aprendizaje, porque estás todo el tiempo aprendiendo técnicas nuevas.
¿De qué se trata la carpeta de tu tesis “No soy diseñador gráfico”?
Nunca está bueno catalogar, categorizarse, “ser algo específico”, porque todo está en constante cambio, el cambio es lo único constante, continuamente tenemos que actualizarnos. Hay nuevas tendencias, nuevas artes, nuevas cosas que están en la vanguardia y permanentemente hay que aprender. No podés terminar una carrera y describirte como tal, sino que hay que continuar estudiando para seguir siendo eso que sos. Hoy en día sigo estudiando, hago dos o tres cursos específicos al año, continúo aprendiendo en plataformas tipo Domestika, Crehana, que tienen cursos en línea.
No me gusta trabajar como diseñador gráfico, no me gusta el ambiente. Soy bastante “bicho”. Hacer un logo para alguien y que al final te haga hacer una terrajada que no podés mostrar en tu porfolio es lo peor. Una vez hice un logo –que para mí había quedado re lindo, fino– y me pidieron, literalmente, que le pusiera una foto de un wafle recortado y la bandera del país, como si estuviera haciendo la escarapela y el nombre como sombreado, degradado. Lo hice, lo cobré y se quedaron contentos, pero no puedo mostrarlo. No tenés libertad, tenés que seguir órdenes, que a veces quedan bien y otras veces no; tus consejos no importan. No tuve buenas experiencias.
¿Cómo describirías tu trabajo?
Mis cuadros son mis sentimientos puestos en una hoja, por eso pinto ancianos con una mirada sintiente porque con eso bajo a tierra un poco lo que siento. Como si fuera mi propia catarsis, no planifico hacer ningún anciano, sino que según el estado de ánimo con el que me levante o cualquier sentimiento que esté atravesando, lo empiezo a bajar a una hoja y lo traslado a un anciano.
¿No son ancianos que hayas visto?
No, no existen. Capaz que algún anciano de los que retraté me lo puedo haber cruzado en la calle. Ninguno existe, salvo Luisa Cuesta, es el único retrato en el que usé una referencia para hacerlo, usé una foto de ella para inspirarme, pero ni siquiera es tan parecida. Todos son inventados y todos sienten algo. La idea de cada anciano es un sentimiento. Quizás podrían existir. No tuve abuelos masculinos y un poco es esa búsqueda. Todos estamos hechos de referencias en todo sentido.
¿Cuándo aprendiste a dibujar?
Cuando era chico no era muy bueno dibujando, era un niño que dibujaba “fosforitos”. Tuve un profesor que en mi primer clase de diseño me dijo que para aprender a dibujar o pintar hay que cambiar la manera de ver las cosas y me puso el ejemplo de, “imaginate la fachada de tu casa e intentá dibujarla”. Nadie sabe si es como la dibujás porque no la conocen. Si cerrás los ojos y te imaginás a conciencia la fachada de tu casa no sabés las distancias que hay entre la puerta y la ventana, la relación de aspecto que existe entre las baldosas o si está revocada o tiene una mocheta. Eso no lo sabemos porque en general tenemos el concepto global de las cosas y no vemos el detalle. Por ejemplo, tengo el concepto de toda mi cocina, más o menos sé dónde está todo, pero si tengo que dibujarlo no sé en detalle qué está al lado de qué, si el especiero está al lado de la pimienta, por ejemplo. Aunque a ciegas sé donde está todo, no podría dibujarlo en papel porque no sé en detalle dónde está, no porque no pueda dibujar. De repente si le saco una foto o lo estoy mirando puedo, con más o menos técnica o tiempo, hacer algo hiperrealista. Para mí tenemos que cambiar la manera de percepción de las cosas, la manera de ver. A partir de que me dijeron eso en una clase –obviamente la fachada que dibujé fue horrible, no se parecía a la de mi casa– empecé a ver las cosas de otra forma.
¿En qué momento de tu vida cambiaste la forma de dibujar?
Fue de grande. Yo dibujaba más o menos, en un momento empecé a dibujar mejor y me obligaron a participar en un concurso de dibujo en el liceo. Era un concurso nacional y el ganador se iba a la Antártida con el director. Yo estaba medio negado a todo, como cualquier adolescente. Como me obligaron –y no me gusta que me coaccionen– hice el mejor dibujo de mi vida (era un pingüino arriba de un iceberg y una bandera uruguaya apuñalándolo, con todas las vísceras para afuera). Me suspendieron, obviamente [Risas]. El dibujo no fue aceptado. Después me frustré mucho; quería hacer hiperrealismo porque todo el mundo decía que dibujar o pintar bien era hacer algo igual a la realidad y yo pensaba que tenían razón. El dibujo no es necesariamente bueno porque sea igual a la realidad, eso solo es una percepción.
Claro, pero existen muralistas que pintan idéntico a la realidad.
Sí, yo quería hacer eso, quería pintar igual a una foto. Considero que para eso sí se precisa mucha paciencia y esa manera de ver las cosas más en detalle; todavía yo no la he desarrollado. Me frustré y no pinté por dieciocho años, estuve todo ese tiempo sin dibujar. Volví a dibujar cuando nació mi hijo. Ahí me encontré con los ancianos sin querer. Estábamos pintando. Pintamos los dos acostados en el piso, como niños. Él estaba haciendo sus garabatos y yo los míos, después de dieciocho años sin hacer nada. Me di cuenta de que estaba haciendo, sin soltar la lapicera, un entramado de rayas como cuando se rompe un vidrio y se agrieta todo; lo continué para ver adónde llegaba y me encontré con que podía ser un pedazo de piel y una arruga, lo seguí e hice un ojo. Me di cuenta de que podía hacer arrugas y empecé a pensarlas como mapas, los mapas de tus vivencias, tus experiencias.
¿Qué es esencial a la hora de componer tus obras?
Sentir algo, tener una idea de lo que voy a pintar, hacia dónde quiero ir, qué quiero representar, no sentarme frente a una hoja, papel o lienzo en blanco y ponerme a dibujar cualquier cosa, sino saber qué voy a hacer cuando comienzo una nueva obra, eso es esencial para mí.
Sos una persona multifacética…
Mientras hablamos pienso que viví mil vidas en una [risas]. Estudié animación 2D y 3D en Animation Campus (no terminé), a partir de ahí se me ocurrió, con un amigo, crear –un mes antes del Mundial 2018– una página de animaciones e ilustraciones de fútbol en las redes. Se llamaba Óbul y tuvimos relinda repercusión, nos hicieron una reseña en la revista Galería. Él hacía la parte escrita y yo la visual; hice la animación de una jugada de Riquelme que se viralizó y tuvo veinte millones de reproducciones, pero desafortunadamente no fue a partir de nuestro posteo; alguien en Argentina le recortó nuestro logo y se lo adueñó, pasó a ser de uso popular.
Por otra parte estudié fotografía en Aquelarre en Montevideo desde 2011 a 2014; gané un concurso nacional de fotografía, dos fotos en blanco y negro fueron publicadas en la agenda Aquelarre 2011 y quedé noveno en un concurso de Natgeo.
Escribís poesía y relatos.
Escribo desde hace muchos años poemas haiku, un profesor de diseño gráfico me lo recomendó para reducir un concepto a la mínima expresión porque solía irme por las ramas.
El haiku es un tipo de poesía japonesa que consta de diecisiete sílabas, repartidas en tres versos, y la estructura es 5-7-5, es decir, el primer verso tiene cinco sílabas, el segundo siete y el tercero cinco.
Sos autodidacta. ¿Tenes algún referente o colega que te inspire o que te haya inspirado?
Van Gogh es la referencia máxima. El trazo, la manera de pintar, me encanta por más que no hago nada parecido [risas]. Después tengo un colega y amigo, Fernando Amaral, que me gusta mucho su trabajo y me parece la persona más despegada de este planeta. Él me enseñó muchas cosas. En ese momento yo tenía otro trabajo. Entraba a las ocho de la mañana e iba una hora antes para pintar sentado o acostado sobre un deck en la vereda (tengo dos hijos y no podía pintar en casa, pues eran chiquitos y venían a jugar arriba de las pinturas). Un día Fernando pasó por ahí caminando, me vio pintando en la calle y empezó a pasar todos los días a la misma hora y me tiraba algún pique, yo no sabía ni quién era. Así nos conocimos.
¿En qué lugares has expuesto?
El primer y único lugar que expuse hasta ahora fue en La Curandería. Me contactaron para participar en la Asociación de Pintores y Escultores del Uruguay (APEU) para ser miembro y participar en exposiciones, muestras y concursos. Me han escrito y llamado de algunas galerías para saber si tenía disponibilidad para exponer en próximas convocatorias, y me han invitado a exhibir, por ejemplo, en el Espacio Cultural AMEC en Maldonado.
Te hicieron una nota en una revista argentina y a partir de entonces tu Instagram(IG) se llenó de seguidores.
Yo tenía muchas ganas de exponer pero no me animaba. El 30 de enero de este año fue la primera vez que me decidí a mostrar lo que hacía, me propuse exponer el día de mi cumpleaños número 36. Un amigo de mi viejo me prestó la plata para enmarcar, le escribí a una galería en Punta del Este y me dijeron que no había lugar, que estaba todo ocupado. Un amigo me dijo que había una cafetería cultural que se llama La Curandería –a la que voy actualmente– que quizás podría tener lugar para exponer. Le escribí al dueño; le dije que era mi cumpleaños y quería exponer, le mandé una foto de los cuadros para ver si le gustaban; me respondió enseguida y me dijo que no le mandara nada, que fuera, que festejara mi cumpleaños allá, que tenía las paredes libres y que hiciera o colgara lo que quisiera. Fui, los colgué y los expuse por primera vez, fue bastante lindo y raro estar en el ojo de las luces. Mucha gente fue a mirarlos y me hacían preguntas. A las dos semanas –me seguían 200 personas, en IG– empezaron a seguirme cuarenta, sesenta, ochenta mil personas. Me llama un amigo y me dice: “Estás saliendo en TN Todo Noticias Argentina, sentado con los cuadros y tu IG”. Resulta que fueron dos periodistas de arte argentinos a La Curandería y preguntaron quién era el artista. Yo tenía un IGartístico –no es el que uso actualmente– que nadie conocía porque solamente estaba mi firma y mis cuadros, por ende pasaron en televisión mi cuenta personal que estaba abierta y las personas me empezaron a seguir ahí [risas].Entonces tuve que cerrar el otro, ya no existe, y empecé a usar mi IG personal. Fue una locura, ese día se me trancó el celular como tres veces. Me pasaron en el noticiero del mediodía y de la noche; nunca supe qué periodistas fueron para agradecerles la difusión. Me nombraron como artista emergente. Me puse a buscar los videos de las noticias en TN y ni si quiera encontré el día.
¿Qué te interesa transmitir con tu trabajo?
Con la serie de los ancianos, Hago suyas mis arrugas y cicatrices –que es lo que más me gusta hacer–, busco celebrar la belleza, la dignidad de la vida, de la tercera edad, de las arrugas que adornan sus rostros desafiando las normas convencionales de lo que algunos/as consideran estéticamente hermoso; cada línea es una historia tallada por el tiempo, una narrativa visual de sus vivencias y emociones. La piel es como un mapa y no necesariamente porque estés arrugado vas a ser más grande o más joven. Para mí, los ojos son verdaderamente las ventanas del alma, y los destaco con meticulosidad para revelar la esencia misma de mis sujetos. Está un poco invisibilizada la tercera edad, la mayoría de las personas los ven más que nada como una carga, cuando en realidad todos tendríamos que aprender de ellos. Mi idea es visibilizar más todo eso y tenemos que aprender que nuestras canas, nuestras arrugas, son parte de lo que hemos vivido. Todos llevamos nuestras propias heridas y cicatrices, pero también nuestras alegrías y triunfos. En cada obra procuro reflejar mi propia conexión emocional; en cada individuo que retrato encuentro un espejo de mis propias emociones y reflexiones, un testimonio visual de la profundidad y la complejidad de la vida. Me apasiona pintar ancianos, explorando las profundidades de sus vidas a través de las arrugas que adornan sus rostros. Me sumerjo en la gestualidad de cada expresión, buscando capturar la riqueza de sentimientos que hay detrás de cada arruga y pliegue. Exhorto a mirar más allá de las apariencias y aprender a apreciar la riqueza de la experiencia humana en todas sus formas.
Pintás a grande escala y querés empezar a pintar en lienzo.
Pinto en lo que se me cruce, a veces en hojas, si encuentro en algún contenedor un pedazo de mdf o madera lo pinto, también hago murales. Para mí es mucho más fácil pintar en gran escala, a diferencia de lo que muchas personas piensan. Porque cuando trabajo en algo chiquito tengo que ser muy minucioso en el detalle, y en gran escala tengo mucho más espacio para trabajar. Me gustaría dar el paso de empezar a pintar en lienzo, hacer cuadros a medida y salir un poquito de lo convencional, de “mi convencionalidad”. Estoy para dar el paso.
¿Qué dimensiones tienen tus obras?
Hice una obra para empapelar una pared que eran cuatro hojas unidas de papel sulfito de un 1 x 0,80 cm, pero lo más grande que he pintado y encuadrado fue de 1 x 0,80 cm, y dos murales, uno de 2,5 x 1,5m en un gimnasio; y otro de 2 x 3m en La Curandería. Tengo confirmados otros murales, dos en casas particulares y uno de 3 x 4 m en la calle 33 esquina Santa Teresa, Maldonado.
¿Podés identificar tres momentos en tu vida que hayan marcado tu trabajo?
Un momento que me marcó fue cuando decidí dejar de pintar porque no podía hacer hiperrealismo, me frustré y dejé de hacerlo. Ese fue el primer momento que me marcó. El segundo momento fue cuando empecé a pintar con uno de mis hijos y volví a sentirme un niño, y el tercero fue cuando descubrí que podía pintar ancianos y mostrar sentimientos haciendo “rayitas”.
Participás en grupos de autoayuda,¿te sirve de inspiración para pintar?
Estoy por terminar mi carrera final como operador terapéutico, me falta la entrega final y la práctica, también se puede estudiar en Montevideo en Crea Vida (Centro de Rehabilitación de Adicciones).
Soy tallerista coordinado con mi psicólogo. Hasta que no termine la carrera voy semanalmente como participante. Son grupos de prevención de recaída de consumo de sustancias, de adicciones. Transité las adicciones durante un tiempo y esos grupos son un pilar para mí, para mantenerme en eje; quizás mi catarsis de tratamiento de rehabilitación fue la pintura. Cuando volví a pintar pintaba cosas oscuras, calaveras, hasta que me fui sanando de a poco y mi perspectiva se transformó.
¿Cómo funcionan los grupos de autoayuda en las mutualistas?
Todas las mutualistas tienen en Atención Primaria de Salud (APS) un grupo semanal de prevención de recaída de adicciones, yo voy todos los jueves por la mutualista. Es parecido a como funciona Narcóticos Anónimos (NA) pero es semanal, no es diario. Se atienden todas las adicciones sin importar cuál sea, tengo compañeros con distintas adicciones. Cualquier sustancia que altere la percepción o tus pensamientos o lo que vos quieras hacer cuenta como adicción.
El clic de tu catarsis fue tu autorretrato.
Sí. Fue un cuadro monocromático (blanco y negro) que hice en el año 2014, soy yo con una remera a rayas tapándome la cara con las dos manos. Eso era lo que yo veía en el momento del consumo de sustancias. No existía, simplemente quería tapar cosas consumiendo y por eso en mi autorretrato no estoy pudiendo hablar, yo no estoy ahí. No soy yo mismo.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy organizando una colección que se llamará El zoológico de mi cabeza. Voy a participar en una muestra colectiva @ARTE VIVA en el Centro Cultural AFE en Colonia que se inaugura el 6 de julio a las 18 horas. También me llamaron de la Dirección de Cultura de la Intendencia de Maldonado para ofrecerme una exposición individual del 2 hasta el 27 de agosto en la Casa de la Cultura. Será mi primera muestra individual. En Octubre voy a participar en un festival internacional de Paste Up, en Santa Fe, Argentina.
Haiku
“Estas tres poesías que escribí me gustan pila”, cuenta Rodrigo Abreu.
En su mirada
se refleja solemne
lo bueno del ser.
Qué verborragia
tiene el encuentro
entre dos mudos.
Es la basura
tirada en las calles
nuestro valores.