Por Isabel Prieto Fernández.
La Universidad Nacional Autónoma de México es un prestigioso centro de estudios superiores reconocido mundialmente. Como si eso no bastara, en su espacio está enclavado el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Amanda de la Garza, su directora, dialogó con Dossier sobre el trabajo académico del museo, pero también sobre su interacción con la sociedad en la que se encuentra.
Varios años de la vida de Amanda de la Garza transcurrieron en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De allí egresó con una licenciatura en Sociología y con dos maestrías: Antropología de la Cultura e Historia del Arte-Estudios Curatoriales. Pero su estancia en la UNAM no se limitó a su formación, porque, desde febrero de 2020, dirige el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), que es parte de esa casa de estudios (de ahí su particularidad) y que, con casi quince años de existencia, es el último museo público de arte contemporáneo que se ha construido en el México.
Fotos: gentileza MUAC.
En diálogo con Dossier, De la Garza comienza por dar un contexto geográfico y social al museo que dirige: “Enclavado en el campus universitario, el MUAC forma parte de un conjunto de infraestructura cultural, considerando que la UNAM es una fuerza cultural en México. Es decir, el México contemporáneo se funda con esta universidad pública, que tiene un peso institucional muy grande y sus actividades se equiparan a las del Ministerio de Cultura. De ahí la preponderancia del desarrollo cultural que implica. Pero, a diferencia del ministerio, la universidad está muy centralizada en términos de infraestructura cultural, con un centro que abarca sala de conciertos, teatro, cine, un archivo fílmico, una compañía juvenil de danza, una segunda de danza contemporánea y una tercera de ballet neoclásico. A eso debe sumarse la escuela de teatro. También se debe incluir a la Facultad de Artes y Diseño, que no está en la ciudad universitaria, sino muy al sur, por lo que hay una especie de ‘desconexión’ [de ubicación] con esa facultad”.
Algo similar sucede con el Museo Experimental El Eco (diseñado en 1953 por el artista
alemán Mathías Goeritz y adquirido por la UNAM en 2004), que si bien está bajo la supervisión de la dirección de artes visuales, también De la Garza está a cargo de él, y se encuentra fuera del perímetro del campus universitario. Por lo tanto, se puede decir que la estructura de museos que dependen de la universidad tiene un tamaño considerable, aunque, como bien acota la directora, “también los hay de ciencia y tecnología, pero están adscriptos a otras coordinaciones”.
De la Garza nos cuenta del MUAC: “Es un museo grande en términos de su escala. Fue
construido por el arquitecto mexicano Teodoro González de León. Tiene nueve salas de exhibición y el espacio de experimentación sonora, que es una sala destinada exclusivamente a arte sonoro, a música electroacústica, ideado con condiciones específicas. Se trata de veinticuatro canales separados de audio y alberga las propuestas vinculadas a ese arte”.
A medida que habla, De la Garza hace pausas y es notorio que, lejos de esperar preguntas, ordena el espacio físico al que se refiere como alguien que no quiere que se le pasen cosas por alto. De repente, su palma de la mano se abre, como quien dice “Lo tengo”, e inmediatamente añade detalles: “Hay otra sección que es el ágora, donde ocurren las actividades públicas. Ahí, en sus terrazas y patios, hacemos muestras”.
A la hora de hablar de números, la mirada de De la Garza se ilumina. Es difícil comprender si es producto de orgullo, de admiración o una mezcla de ambos sentimientos: “En un edificio de trece mil metros cuadrados, el MUAC tiene tres mil quinientos metros cuadrados de sala de exhibición. Aparte de las exposiciones, anualmente tenemos alrededor de ocho proyectos de exhibición, trabajando por núcleos de salas. La cantidad de público que pasa por allí se nutre, en gran medida, de una población universitaria joven, pero también de familias durante los fines de semana. Es un público muy diverso, con distintos grados de acercamiento al arte contemporáneo”.
Lo que sucede, según explica, es que el MUAC está pensado como un espacio de
interacción, donde el programa de exposición brinda momentos de exhibición e
investigación, sin olvidar el carácter de museo universitario: “El programa público es
equiparable en términos de volumen de actividad y de importancia intelectual al de las
exposiciones. Entonces, para nosotros ha sido fundamental pensar en el brazo de
programación pública como una manera de avanzar en nuestros objetivos en tanto
museo universitario. Está compuesto por un programa pedagógico y por uno académico que permite hacer una vinculación importante”. De la Garza pone como ejemplo los seminarios escolarizados que se imparten en las instalaciones del museo y que están inscriptos en las currículas de los posgrados (Música, Artes, Historia del arte y Filosofía y Letras), lo que permite una confluencia de los estudiantes que ya pasaron la carrera de grado: “A esto se suma la ventaja de que artistas invitados formen parte de esas currículas, intentando desde el programa llamado ‘Campos expandidos’ hacer esa conexión entre formación académica, formación artística y las discusiones de índole intelectual que ocurren en el museo”.
Líneas curatoriales
Consultada sobre su labor curatorial, De la Garza sonríe y tras un breve suspiro nos
pone al tanto de lo que significó la emergencia sanitaria en ese aspecto, que obligó a
atravesar un momento de reforma, ya que, pandemia mediante, debieron ponerse a
trabajar con el calendario que quedó en ciernes: “Estamos intentando producir una
interacción entre artistas de renombre o internacionales para un público mucho más
amplio y, al mismo tiempo, investigaciones de índole más académico o para un público
más conocedor. De esta manera, se puede tener diversas propuestas simultáneamente y el público podrá nutrirse de artistas más conocidos o propuestas de jóvenes artistas”. El método elegido para realizar esa tarea se basa en hacer revisiones monográficas de
artistas cuyo trabajo no había sido suficientemente abordado en el área institucional ni
en otros museos en México. Para el tratamiento hay temas que son prioritarios, como el género y la genealogía de lo inmediato: “Para nosotros también tiene que ver con
exposiciones de carácter genealógico, es decir que trazan las líneas históricas donde
surge el arte contemporáneo de México”.
Por otro lado, De la Garza informó que “cada dos o tres años hacemos una comisión a
un artista joven, que es producción de obra, por supuesto de arte sonoro. Hemos tenido un énfasis muy importante en el video y la videoinstalación, que han sido algo
preponderantes en la producción artística en México y creemos que es muy importante
mapear y hacer las instalaciones entre el arte local y el artista nacional”.
Llegados a este punto y teniendo en cuenta la trascendencia del MUAC, nos preguntamos qué pasa con las exposiciones itinerantes extranjeras. De la Garza responde rápidamente, aunque sus pequeñas pausas indican que busca las palabras que mejor se adecuen a la respuesta: “A nosotros nos importa mucho participar en una conversación global, pero desde América Latina. Por eso, pocas veces aceptamos exhibiciones itinerantes que vienen de museos muy grandes, en el sentido de que
preferimos elaborar nosotros mismos curatorialmente proyectos sobre esos artistas,
antes que importar exposiciones. Es cierto que en otro momento el MUAC importaba
exposiciones, pero creemos que era importante para el desarrollo del equipo curatorial
en el MUAC tomar esta postura”.
Cuando aclara que esa posición no implica que el MUAC no trabaje con muchos
museos internacionales, De la Garza precisa: “Creemos que es importante establecer
una mirada situada desde donde hablamos, desde donde vemos. También creemos
importante hacer una propia recapitulación y contribuir a la historiografía del arte
contemporáneo en México, a nuestras propias genealogías. Sí tenemos un perfil estilístico que aborda la relación entre arte y política y, por otro lado, manifestaciones
críticas a través del arte contemporáneo del sur global. Es decir, nos interesa poder
levantar esa conversación desde el museo y aprovechar esa plataforma de visibilidad
que ofrece el MUAC. Si no hacemos eso, probablemente no se vería ese arte en otro
museo de arte contemporáneo en México”.
Para que no queden dudas, De la Garza es categórica al afirmar que “ser un museo
universitario nos da una capacidad enorme de plantear temáticas controversiales, difíciles…”. Y para reforzar el razonamiento, se explayó sobre la exposición del artista
chino Ai Weiwei: “Él es un artista controvertido en muchos sentidos, pero fue a hacer
una nueva obra sobre el caso de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y nosotros acompañamos esta investigación, que fue muy seria por parte de Ai Weiwei, con grupos de derechos humanos, con los padres de los estudiantes desaparecidos. Entonces, si bien podemos tener artistas con un éxito comercial enorme, intentamos trabajar de manera distinta con ellos”, indicó.
El museo y su contexto
Respecto a la importancia del museo no solo dentro de la universidad, sino como parte
de una zona que también incluye un barrio popular, reflexiona De la Garza: “Para mí es
muy importante que el museo se piense desde el contexto, es decir cuál es su relación
con el territorio, incluyendo la zona que circunda la universidad, donde hemos hecho
muchos programas territoriales, en particular con el barrio popular de Santo Domingo,
que está en las inmediaciones y que son terrenos de invasión”.
Allí, especificó De la Garza, “nos hemos planteado una relación con este barrio a largo
plazo, en un marco de diez años. Llevamos cinco y es un trabajo que no implica hacer
solo talleres de arte, sino establecer una conexión entre ellos y nosotros, incluyendo una inversión de recursos para el desarrollo de actividades, a través de una conversación horizontal”.
También, saliéndose un tanto del ámbito universitario o, mejor dicho, fusionándose con
él, está el grupo conocido como Las Brillantinas. Se trata de un grupo queer y feminista
al que el MUAC le brinda su plataforma. Desde la página del MUAC, así se define el
colectivo: “Somos una isla virtual sin patria, donde se refrescan prácticas creativas y se intercambian metodologías artísticas. Desde el MUAC compartimos, junto a artistas,
diseñadoras, creadoras y académicas, sus propuestas, herramientas y estrategias
actuales, al mismo tiempo que desplegamos una red de colaboración”. Tienen una
página de Instagram donde, cada dos semanas aproximadamente, comparten distintas
propuestas, desde canciones hasta recomendaciones de libros o distintas manifestaciones de arte: “El nombre alude a un hecho concreto: en un acto feminista,
las manifestantes tiraron brillantina a uno de los policías que estaban apostados. De ahí
viene la idea de Las Brillantinas. Comenzó como un canal de Instagram y ha construido
una red de trabajo entre ilustradoras, escritoras, activistas y artistas visuales. Casi todas son muy jóvenes y ya han tenido algunas actividades presenciales, las que van desde un club de dibujo para chicas que están cursando el bachillerato, hasta un grupo de narración de mujeres. Tienen una perspectiva queer y feminista, que hace que se cree una red de colaboración en las que el museo piense cómo puede nutrirse desde estas perspectivas y darles cabida”, concluye De la Garza.
El acervo cultural del MUAC
Amanda de la Garza comenta a Dossier que el acervo cultural del MUAC aún es pequeño, a pesar de que su colección consta de unas dos mil piezas de arte moderno
contemporáneo y que inició apenas medio siglo atrás, más precisamente a partir de
1952: “Otra característica que me gustaría destacar es el acervo documental. En México, como en muchos otros países de América Latina, hay un problema en términos de políticas de la memoria respecto de la preservación de archivos de artes visuales.
Nosotros nos hemos dado a la tarea de cubrir un vacío importante en la conservación de archivos de arte contemporáneo. Me refiero a archivos de artistas, curadores, críticos, intelectuales, espacios independientes, colectivos que investigamos, catalogamos, ponemos a disposición para el público y para estudiantes de maestría y doctorado de diversas disciplinas, para su investigación. También tenemos exposiciones de archivos que intentan ahondar sobre los propios acervos”.
La directora del MUAC aclara que el museo estuvo cerrado un año y ocho meses, producto de la declaración de pandemia por parte de la OMS. “Durante ese tiempo
intentamos insertar en el programa digital todo lo que pudimos de la colección editorial
del MUAC y, por otro lado, también el contenido de otras áreas sustantivas del museo”,
concluye.