El vestido invisible de la pintura
Es obvio que una obra de arte no se puede explicar (“explíqueme usted el canto de un ave”, respondía Picasso a este tipo de interrogantes). Es sumamente difícil, ante la obra de un artista tan singular como Clarel Neme, colocar los términos adecuados. Siempre serán vías de interpretación que a menudo, por la cualidad de la palabra de ‘trampearse’ a sí misma, pueden conducir a conceptos que no son exactos y –lo que es peor– rígidos (el concepto siempre se cierra en sí mismo). Clarel Neme, a nuestro criterio, no es un pintor sarcástico, porque este término implica siempre un ‘algo’ peyorativo y Neme es un pintor respetuoso en grado máximo. Respetuoso a pesar de su mordacidad (adjetivo que encontramos más adecuado y que implica reflexión crítica picaresca).
Es divertido, por lo tanto, pero no es burlón. ‘Un domingo cualquiera’ es ejemplo de ello, en él el artista coloca a la Gula como una seria evidencia. Es un pintor que exhibe su candor ingenuo –pictóricamente hablando– como los primitivos nórdicos (De Hooch, Brueghel) cuando relataban aventuras cotidianas: domésticas y campesinas.
Tiene la sabiduría infantil de un Rousseau y la profunda captación psicológica de un Rafael en la pintura del retrato. Pinta seres singularmente comunes (por esta razón especiales). Es narrador de antihistorias, desmitificador, inventa mundos invisibles, y sus muñecas androides viven furibundamente –cuando no lánguidamente–, engolosinadas en la furtividad de la imaginación (de nuestra imaginación). Esta creatividad insospechable toma forma a partir de su técnica, la cual viabiliza este peculiar acontecimiento plástico que conforma toda su obra. Basta con observar el estilo de Neme, su materia, su pincelada en cuerpos, follajes e interiores para inmediatamente reconocer su talento.
Si observamos con atención, veremos que las expresiones de los personajes de Neme incluyen un amplio repertorio de gestos, miradas, poses y actitudes que conforman un verdadero desafío para cualquier artista. En esta selección, realizada por la curadora Raquel Pontet, se puede observar la maduración del estilo de Neme y la maestría que es necesaria a la complejidad de su mensaje. Sus personajes traslucen sus vidas interiores y sus pensamientos dentro de un contexto inteligentemente desplegado, que ofrece las claves de interpretación.
No obstante, el aspecto técnico es primordial ya que forma y contenido conforman una unidad que emerge con autonomía estética. Lo implícito surge de lo explícito y lo explícito se percibe con claridad, de manera contundente a través de una estrategia de representación que exige un alto desempeño para ser efectiva. Cuando en Uruguay arreciaban los vientos de la abstracción durante los años sesenta, Clarel Neme se mantuvo impasible en su realismo: había nacido en Rivera y supo encontrar su camino a través de maestros que desde muy joven descubrieron en él lo que era necesario tener para ser un artista. Su paso por la Escuela de Bellas Artes en la década del cincuenta y su posterior viaje a Europa le permitieron ampliar el horizonte de su visión creativa.
No fue permeable a los estilos que imponen las modas y sus búsquedas se encontraban al alcance de su mano (más bien de su ojo). Comenzó a mirar a través de sus pinceles y a registrar los fenómenos plásticos más sutiles en situaciones incluso anodinas. Su primera ‘gorda’ nace cuando observa las piernas de una mujer naturalmente obesa que forman un perfecto corazón. Clarel Neme pinta con la inteligencia del corazón. Por este motivo sostenemos que su pintura es altamente ética. Neme representa a sus ‘gordas’ sin conflictos, felices de hacer lo que hacen y de ser lo que son. Es obvio que el aspecto lúdico y divertido se encuentra en toda su obra. Sin embargo, son lecturas que aparecen naturalmente luego de cualquier acontecimiento que implique un acto de poder. Tal es el caso de ‘El jefe’, ‘En el país de las ciegas’, ‘Matando angelitos’, ‘Vestido invisible del rey’ y la serie de las reinas.
Neme conoce la profundidad simbólica a la que su pintura puede llegar, sin volverse genuflexa ni de la historia (o las historias) ni de las ideologías. Despliega sus colores sobrios y sutiles sin perder la ternura hacia el ser humano, aprovechando los huecos que dejan sus sueños, sus imperfecciones, sus deseos en pos de la eterna búsqueda de placer, para llenarlos de pintura. Un realismo mágico que surge no por impostación estética sino por ‘imperativo categórico’ de su propio ser. Neme desenvuelve discretamente los regalos que nos ofrece en estas telas. Nos recuerda que nuestra humanidad pesadamente frágil, divertidamente carnal, inadvertidamente simple y sin embargo profundamente rica, es de una gran belleza.
Este acto es puramente mágico –en el sentido mítico del término– ya que coloca a sus seres ante su voluntad trasmutatoria y nos sitúa en la posición de reírnos de nosotros mismos. Presenta los fetiches de la modernidad para adorarlos sin culpa y nos sonríe susurrando que ser felices –a pesar de todo– es posible.
Título de la muestra: Clarel Neme.
Artista: Clarel Neme.
Lugar: Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV). Parque Rodó.
Fecha: febrero-abril 2013