Por Daniel Tomasini.
El grupo impresor Caja Baja realizó una retrospectiva en el Museo Zorrilla, en el quinto aniversario de su Calendario, fundado en 2017. El taller reivindica los modos artesanales de impresión con los tipos móviles inventados lejanamente por Gutenberg a mediados del siglo XV. Esta invención causó una verdadera revolución en la impresión, permitiendo el acceso a la lectura a miles de personas y trasponiendo la etapa del manuscrito. Otra revolución ha vuelto a producirse en la era digital con la computadora. No obstante, la atracción de los modos primitivos y artesanales en este campo son generadores de mucho interés porque producen otro tipo de sensaciones y emociones tanto visuales como táctiles. La pantalla digital, por ejemplo, no ha sustituido a (y eventualmente convive con) obras matéricas como la pintura, el grabado y otras, cuyo acercamiento produce, justamente, una empatía desde la materialidad.
En pos de resguardar estas tradiciones visuales y táctiles, el taller Caja Baja recurre a técnicas artesanales como el grabado y la serigrafía para fomentar la percepción estética desde la interioridad del lenguaje, del color y la textura.
Por todo esto, esta muestra es sobre todas las cosas una demostración de que lo “antiguo” no necesariamente pasa de moda y que la imagen puede imponerse con gran efectividad desde el papel impreso con formas manuales. A estos efectos, la exposición exhibe una serie de herramientas, instrumentos, tacos de madera y los propios tipos móviles metálicos para dar una idea de que lo artesanal no está distanciado del arte, sino que, por lo contrario, el arte tiene una gran cuota de artesanía, entendida como la labor manual dedicada y esforzada.
Muchos artistas del medio han participado de este emprendimiento, y son muchas las tendencias visuales que se pueden encontrar, con el esperado impacto de una obra plástica que al mismo tiempo es diseño gráfico. Y el diseño gráfico no es un arte menor, todo lo contrario. Si bien hace de nexo entre la imagen y el texto, tiene la gran libertad de abarcar las formas estéticas que le convienen. No obstante, estas formas son dependientes de la técnica y cada técnica tiene limitaciones. Los artistas convocados han reconocido y han llegado a los límites del lenguaje en configuraciones particulares que, de algún modo, indican el origen de su materialidad. Los trazos de la gubia, por ejemplo, o los planos en la serigrafía son parte de este orden interior que compromete el diseño y al mismo tiempo determina características reconocibles desde el propio resultado de la impresión con todos los detalles reveladores.
El diferente abordaje de las imágenes en forma y color por los diversos artistas que han ilustrado cada uno de los meses desde 2017 a 2021 permite demostrar que las propuestas estéticas han sido adaptadas perfectamente a los requerimientos de la técnica. Permite, además, reforzar la idea de que en esta era digital no necesariamente tenemos que depender de la tecnología no solo en cuanto al arte se refiere, sino también para la propia existencia. Ni siquiera se trata de oponer lo antiguo con lo moderno, se trata de valorar las calidades que se pueden obtener en el campo del arte, pero también en otros campos en los que la manualidad, la sensibilidad por el material y, por ende, la sensibilidad a lo tangible son importantes para el individuo en tanto creador y en tanto persona.