El amor llena todo nuestro mundo. No es solo un sentimiento, es algo que nos impulsa a hacer: una obra de arte, un poema, una carta, un dibujo, una proeza, un viaje, cambiar de opinión y hasta cambiar de hábitos. El amor me trajo hasta Rio Negro. Él me encontró y me fue a buscar. Nunca creí que iba a preparar todo para que viniera, pues ese había sido mi desafío: “Si me convences, dejo todo y voy”. Pues lo logró, aquí estoy sentada en mi querido Fray Bentos. Camino y pienso en ese amor que mueve montañas y de pronto estoy enfrente a esta bella musa que se eleva por los cielos llamándolo.
Todo comienza de la misma forma.
No era una noche más. Se estaba estrenando una obra de teatro en la ciudad. La primera función era para la clase alta, tal la costumbre en los alrededores de 1907. Con su traje de caballero, se sentó en su butaca esperando la obra. Se levantó el telón y entre giros y vueltas vio a la musa de sus sueños. Ella era tan hermosa ante sus ojos, que no prestaba atención a lo que sucedía a su alrededor. La observaba, la analizaba y decidió conocerla mejor. Esperó con ansias invitarla a cenar.
No era un hombre de muchas palabras, sino de actos. Un hombre que sabía lo que quería y luchaba para obtenerlo. La escuchó hablar de sus sueños: ser una gran actriz, bailarina y escribir sus propios guiones. ¡Con cuánta devoción lo hacía! Sus manos se agitaban por el aire contándole con pasión detalle a detalle lo que haría. Él la observaba, se sonreía sabiendo que podía tocar el cielo con sus manos, porque ella era su musa.
Las noches volvieron a la rutina y ella ya no estaba. La ciudad parecía no tener nada que la hiciera volver. Ya no era el mismo, deambulaba por la ciudad esperando que algo cambiara, de pronto vio una esquina. Se detuvo y miró al cielo. Ante los ojos humanos no había nada que ver más que tierra, pero si mirabas sus ojos, los verías mirando algo imponente que se elevaba por encima de todo. “¡Lo haré! ¡Cumpliré sus sueños!”, dijo.
Decidió contratar a un arquitecto para construir ese sueño. Fue así como el 25 de diciembre de 1910 puso la piedra fundamental, junto al intendente de la ciudad. Construiría un teatro digno de ella, reflejo de la ciudad que la esperaba, reflejo de una vida juntos.
Día a día, la esquina de 25 de Mayo y Florida (hoy Zorrilla de San Martín) comenzó a embellecerse por el mármol, las filigranas de oro y los ornamentos inspirados en la música y los poetas. Pasaron dos años hasta que quedó finalizado: dos años de personas viniendo de Europa para construir el teatro Miguel Young; dos años de amores que se encontraron y formaron una familia en esta ciudad. Puedo imaginarme las calles de la ciudad llenas de personas hablando francés o ruso, donde las tardes de fines de semana serían de buenas charlas entre mujeres. Dos años esperó en buscarla. Quería decirle que su sueño era real, que lo había construido.
La puerta principal estaba ubicada justo en la esquina, para que ella entrara y perdiera la noción del tiempo y del sentido; las butacas eran de terciopelo, con perchas para colgar los sombreros y bastones. Los palcos con esa filigrana de oro para no ser demasiado ostentosos y sus escaleras de mármol para dar ese toque señorial, la fachada del teatro no podía pasar inadvertida. Un sueño hecho realidad.
Volvió a buscarla, pero ya nada la ataba a Fray Bentos. Parecía que todo lo que había hecho era en vano; sin embargo, Miguel Young construyó el sueño de una ciudad y así se pudo ver el 4 de enero de 1913 en la inauguración.
Leemos en el artículo publicado en el diario El Imparcial, del 7 de enero de 1913, la emocionada crónica: “A las nueve y cuarto, el teatro era reducido para contener la enorme concurrencia que por primera vez sentía la satisfacción de admirar en conjunto el más precioso de nuestros edificios y la más halagadora promesa de futuros embriagadores momentos de solaz. Dio comienzo a la fiesta la bien organizada y meritoria banda La Estrella, haciendo sentir los acordes del himno nacional. Acto seguido, se adelantó el Sr. Llambías de Olivar, uno de los socios de la empresa constructora de la obra cuya formal entrega se hacía en aquel luminoso acto, y leyó un elocuente discurso. Así que terminó, y en medio de una expectación muy digna del ilustrado poeta, el doctor Zorrilla de San Martín ocupó la tribuna, y después de hacer notar que dado su carácter de simple invitado no se extendería mayormente, el insigne autor de Tabaré, con su galanura de frase, con su gesto emocionante, con la rítmica combinación de sus palabras que tienen la virtualidad de hacer pensar en lo desconocido, en lo grandiosamente bello, subyugó al auditorio por espacio de media hora. Para clausurar la parte oratoria de la inauguración del teatro Young, y agradeciendo los conceptos elogiosos de que fue objeto, leyó un notable discurso su propietario, el Sr. Miguel Young. El hecho de haber conseguido los originales de dicho discurso, con el cual engalanamos nuestras columnas, nos exime de extendernos en mayores comentarios, que la noble y generosa intención que revela en él el Sr. Young, en estricta justicia merecida”.
Y he aquí el discurso. “Señoras y señores: por vez primera siento emociones nuevas imposibles de ocultar, aunque me fuera dado hacerlo. Son estas emociones de tan íntima satisfacción; que llénanme de entusiasta orgullo al ver congregados en este recinto a lo más selecto de la sociedad donde he vivido muchos años, y en donde tengo mis más caras afecciones. Gracias pues, a todos, a todos los que galantemente habéis concurrido a mi invitación. Os debo uno de los momentos más felices de mi vida, pues con vuestra presencia me habéis hecho sentir que no ha sido infructuosa mi idea y que esa idea ha sido buena. Me halaga que en mi modesta existencia haya hecho un algo que se añadiera a la cultura de esta sociedad. Como ha dicho bien el Sr. Llambías de Olivar, no ha sido el lucro el que ha guiado mis pasos. Solo he querido vincular mi nombre al de aquellos que han dedicado sus afanes al adelanto de los pueblos.
He querido que mi vida no fuera estéril. Que mi paso por esta mi patria no sea del todo ignorado. Mas mi obra ha sido modesta. No tiene las proyecciones que otra de más valía para la humanidad, pero, encarna también una idea, la idea de las expansiones, de la alegría, de lo agradable. Es la manifestación de un corazón sano que sonríe cuando los otros ríen, que goza con la alegría de nosotros. El doctor Zorrilla de San Martín, accediendo con su gentileza habitual a mis ruegos, os ha dicho con sus palabras fáciles y elocuentes, lo que yo no podía expresar. El poeta por excelencia y el ilustre trovador de todos los ideales, el magnífico orador, el dominador de las muchedumbres, ha dicho lo que mis labios no podían balbucear. Os ha hablado del arte, de su influencia en la cultura de los pueblos, de todo lo que moraliza, de todo lo que ennoblece. Gracias por todas las atenciones. Mi labor ha terminado”.
Retomo mis pasos y pienso. Yo también soñé, yo también construí. Hoy Remember Me es una realidad en Fray Bentos. ¡Qué legado nos dejó Miguel Young!
¡El amor no es solo un sentimiento, es algo que nos impulsa a hacer! ¿Qué soñarás mañana?