Por Silvana Piccirillo.
Soy una chica normal. Nací y crecí en Uruguay, pero a los cinco años emigramos al país natal de mis padres. Aprendí cuatro idiomas y recorrí muchas ciudades. Si cierro los ojos camino por Venecia, París o por una feria de tulipanes en Holanda. Allí estuve. Hoy vivo en una pequeña ciudad de 24 mil habitantes. ¿Qué hago en Fray Bentos, Rio Negro?
Me levanto en las mañanas y camino por calles limpias y ordenadas. Saludo a los vecinos que toman mate en la vereda. Paso junto a varios edificios que me hacen mirar hacia arriba por su belleza y sonrío mientras llego a Remember Me. Este es mi lugar.
Mientras barro la vereda veo al intendente del departamento cruzando la Plaza Constitución camino a su trabajo. Hay tres personas haciendo mantenimiento: uno planta flores, otro barre y otro limpia el Quiosco de la Reina. Este escenario fue obsequiado por la compañía Liebig’s a la ciudad de Fray Bentos. La empresa solicitó un diseño exclusivo a Lion Foundry de Kirkintiloch, Escocia. Fue despachado en noviembre de 1901 desde el puerto de Cardiff y el 18 de julio de 1902 fue inaugurado en el punto central de la plaza. Este mismo diseño fue utilizado para construir un band stand que se obsequió a la reina Isabel II cuando cumplió noventa años, en 2016. Se encuentra en el Alexandra Park, cerca del Castillo de Windsor. Así de significativo es el regalo que le dejó Inglaterra a esta ciudad. Dos idénticos, uno aquí y otro allá. Es el reconocimiento de lo hermanas que son, de cuánta influencia tienen una en la otra.
Para cruzar la plaza se debe circunvalar el quiosco. Los bancos de madera lo rodean esperando a todos los que deseen descansar y disfrutar unos minutos allí. En la tardecita, padres y abuelos se sientan a charlar mientras los niños pequeños pedalean sus bicicletas. Algunos enamorados se animan a entrar y tomarse una foto en esa gran glorieta metálica de color crema. Las luces de la plaza me recuerdan épocas inglesas donde las mujeres con largos vestidos y sombrillas pasaban sus horas sociales allí.
Unos años atrás recreamos “Un té a la inglesa” dentro del quiosco. Estuve allí por varias horas viendo cómo los fraybentinos y turistas se sentaban a la mesa a sacarse fotos. Los niños hacían preguntas y los padres les contaban acerca de las influencias inglesas. Las vecinas mayores relataban detalles de la cultura de unos años atrás. Los escritores locatarios tomaron coraje y decidieron leer sus poemas y cuentos cortos en medio de este monumento. Me quedé un atrás mirando este cuadro: un poeta leyendo sus versos con un pequeño micrófono; en los dos escalones dos adolescentes escuchan atentamente; en algunos bancos, amigos y familiares escuchando sin hacer el menor ruido; parejas curiosas detienen su caminata del día para oír versos de amor; los autos que van camino a la rambla pasan lentamente para intentar oír lo que está pasando, algunos más osados estacionan unos minutos para no perderse ninguna palabra; los niños corretean pero los padres los detienen: “Hay que hacer silencio unos minutos”.
Muchos han vivido toda su vida aquí; otros se han ido, pero han vuelto. Recuerdo a Luca Machado Reina, nació aquí, pero se fue a estudiar a Europa. Volvió y era el mismo muchacho que todo el mundo conocía, pues su apellido lo delataba. Era hijo de, hermano de y vecino de. Aquí en Fray Bentos, la primera pregunta que te harán es tu apellido, pues así conocen tus raíces.
En esta plaza, Luca vino a hacer un espectáculo de cocina en vivo: pasta con alcachofas. Allí puso su mesa, tabla para cortar legumbres y sillas para los espectadores. No sabía si alguien se arrimaría. Pero deseaba devolverle a la ciudad algo de lo mucho que había aprendido en el “viejo mundo”. Comenzó a prepararse, se puso su camisa de chef, el delantal y acomodó su gorro. Ordenó los cuchillos y miró. Vio a tres personas sentadas y decidió empezar. Contaba sus anécdotas sin olvidar la receta que hacía. Los ingredientes fueron cortados y la olla puesta a hervir. Levantó la mirada y las sillas estaban todas ocupadas, había personas sentadas en los bancos de la plaza. Una vecina le preguntó cómo estaba de salud su papá. Sonrió. Terminó su receta invitando a todos los presentes a comer la especialidad que había hecho. Mientras servía, muchos conocidos lo abrazaban sin dejarlo terminar de servir a la fila que se había formado. Todos disfrutaron y se llevaron en un papel la receta para hacerla en casa.
Abro los ojos y me recuerdo que estoy en Fray Bentos, una pequeña ciudad donde el mismo Jorge Luis Borges dice haber sido “creado” y donde pasaba sus vacaciones de niño en la Quinta de los Laureles, propiedad del saladero Liebig. Respiro hondo y sonrío. Este es mi lugar.
Agradecemos al arquitecto Carlos Sobrino por las fotografías.