Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
Carlos Diviesti
En una entrevista que le realizaron tras la publicación de su álbum doble “Aerial” (su primer álbum luego de doce años sin grabar discos), el periodista le pregunta a Kate Bush qué estuvo haciendo todo ese tiempo sin música. Kate Bush asegura que no estuvo sin música ni tampoco en silencio sino que estuvo componiendo nuevas obras, “y además fui madre, ¿le parece poco?”. Esa misma respuesta pudo haber dado nuestra amiga Liz si alguien se la hubiese hecho, si alguien le hubiera preguntado como se siente después de haber dado a luz. Liz iba en camino a su realización personal y en su carrera de novelista cuando queda embarazada y se muere su mamá y se le descalabra el orden establecido. El descalabro se llama Nicanor. “Hoo-la Nica cóo-mo estás”, dirá la cancioncita, y qué hacer con Nicanor cuando llora a la noche y papá Gustavo permanece firme al pie de un volcán. Qué hacer, no.
Llorar bajo la ducha o correr la cortina del baño para tirarle besos al chiquilín. Fumar o negar que fumamos. Darle la teta al nene porque toda madre (por el hecho de serlo) está facultada a amamantar, o darle la mamadera porque de leche no tiene ni una gota. Contratar una niñera como Jazmina, que te descubre el instinto materno desollándote la cara, o llevarlo a Nicanor al parque para que sienta el sol aunque el sol esté escondido todo el invierno. Encontrar amigas nuevas o escapar de la gente anormal. Quejarse por chat de la soledad en que la dejó el marido o dar por tierra con la amistad entre el hombre y la mujer tras un beso inclemente. Todo un desafío a la urbanidad o un reto a la naturaleza cuando la naturaleza parece reprendernos, porque Liz se pregunta qué es lo normal, si sentirse y comportarse con normalidad o serlo, definitivamente. Como si ser normal para siempre fuera tan sencillo.
Fijémonos en Rosa entonces, esa desconocida con camperita roja, blanca y azul tristeza. ¿Por qué Rosa quiere ponerse un tapadito gris? ¿Porque “gris” rima con Liz, el nombre de la dueña del tapadito, su amiga del parque, o porque con un tapadito gris puede pasar inadvertida a la vista de los otros y tomar prestado un coche para irse dos días a Mar del Plata? ¿Toda madre soltera necesita un auto? Bueno, soltera no, sola en todo caso. Como Liz ahora, que tiene un auto gris y podría llevarlas a ella, a su hermana Renata y a Clarisa -la que todo lo ve, la beba de las dos- a Saladillo a buscar al novio de Renata, y si no para irse de la pizzería sin pagar y escapar más rápido. Porque qué otra cosa es la intimidad más que arrebujarse en un rinconcito cualquiera que nos de cobijo y amor y un poco de tranquilidad cuando uno es como la rama de un árbol del parque que no le puede esconder su temblor al viento.
Y claro. Todo es tan raro todo el tiempo en los días destemplados que uno se siente como un niño perdido en la borrasca.
Es una gran tentación decir que en MI AMIGA DEL PARQUE Ana Katz e Inés Bortagaray hablan sobre el “universo femenino”, y que MI AMIGA DEL PARQUE trata sobre el desafío de ser madre. Sí, la película trata sobre esto último y se encuadra muy bien en la primera opción, pero Ana Katz e Inés Bortagaray plantean algo mucho más inquietante que hablar sobre mujeres y puerperio: intentan definir qué es ser una buena persona en un universo que de tan vasto y enorme parece un parque seco poblado de pinos condolidos. Porque sí, MI AMIGA DEL PARQUE afina una cuerda poética en cada disonancia de sus maravillosos personajes, la afina hasta obtener un sonido tan claro que por sí solo es melodía, a lo mejor una melodía deforme pero desafiante y armónica. MI AMIGA DEL PARQUE es una película tan honda que no se abisma en la profundidad, como esos dramas sutiles que traen humor lunático de yapa, y a la vez resulta ser un entretenimiento con el que uno quiere jugar otra vez apenas sale de la sala, una comedia difusa tan sensible como despertarse de la siesta. Tal vez esa sea la dualidad de las grandes películas, dualidad que por una parte nos devela el placer por lo lúdico y que por el otro nos alumbra la angustia por descubrir la proyección de las sombras en la vereda luminosa de la vida.
MI AMIGA DEL PARQUE (Argentina/Uruguay, 2015). Dirigida por Ana Katz. Escrita por Ana Katz e Inés Bortagaray. Producida por Nicolás Avruj, Fernando Epstein, Ana Katz. Fotografía: Guillermo Nieto. Montaje: Andrés Tambornino. Sonido: Jésica Álvarez. Música: Maximiliano Silveira. Intérpretes: Julieta Zylberberg, Andrés Milicich, Ana Katz, Maricel Álvarez, Manuela García Dudiuk, Mirella Pascual, Mariano Sayavedra, Daniel Hendler. 86 minutos.