MI VIDA COMO UN PERRO
por Carlos Diviesti
https://www.youtube.com/watch?v=T-GUDxUqv3E
Chala tiene once años pero si uno lo ve mirar, mirar de frente, le da cuarenta. Vive en alguno de esos barrios de La Habana tan viejos como la conquista de América, y desde el techo del edificio, mientras enarbola una paloma asida por las patas como si se inventara su privada cetrería, Chala podría ser el dueño del mundo. Otra no le queda: su madre está pendiente de las pastillas y la estragan los clientes, Eugenio se abusa de su devoción por los perros y usa al suyo como perro de lucha en las luchas clandestinas, Yeni lo destrata en clase y en la calle porque se comporta como un crío, y para colmo a Carmela se le da por enfermarse y a Marta se le da por cumplir con la amenaza de mandarlo a una escuela de conducta.
Carmela ya pasó los sesenta, largos, y nadie puede decirle cómo conducir su clase, ni siquiera Marta, la maestra suplente. Ella sola habrá educado a la mayoría de los niños de esa parte de La Habana desde que se recibió de maestra, casi casi desde el principio de los tiempos, de los tiempos de la revolución. Y jamás ha enviado a ninguno a una escuela de conducta porque ella sabe, cree saber, está segura de que es así, que los niños se enderezan con una palabra recta y una caricia en silencio. Y a pesar de su prédica Carmela no puede evitar que su familia se vaya a los Estados Unidos en busca de aquello que Cuba no les da, eso que Carmela comprende qué es pero que no entiende para qué se necesita. Si ya lo dijo Martí, “es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar”. Aún todos son niños que necesitan creer en las estampitas de los santos. Y hasta ella misma necesita conducta porque necesita creer en algo, por eso habrán de jubilarla.
Sin embargo tanto Chala como Carmela saben que la lucha es diaria y que podrán asirse de la boya cuando se queden sin aliento. Aún les queda la boya para asirse aunque un poco más allá, apenas un trecho, se abren el mar y su incertidumbre.
CONDUCTA le hace fintas a los lugares comunes porque sus niños le dan brío y porque esos trenes diacrónicos que circulan por ahí nos explican qué es la revolución en un día como el de hoy. Esos trenes líricos recuerdan aquellos que se veían en La aplanadora y el violín, el mediometraje de graduación de Andrei Tarkovski, y la analogía con el maestro no es ociosa. Es como si CONDUCTA quisiera llevar su historia hacia un destino que no es el habitual dada su procedencia y a veces lo logra (en las estupendas secuencias dentro del aula o en el patio de la escuela, cuando vemos a los niños ser niños) y a veces no (con esas secuencias donde tan explícitamente la madre necesita ser hija y los educadores se desesperan por ser los mejores burócratas). Ernesto Daranas quizás sea devoto de La infancia de Iván, por eso no retrata a sus niños como entes ideales y prefiere observarlos con amor pero sin edulcorante. En ese sentido es notable la secuencia del mar, esa de la boya que nombrábamos elípticamente antes, donde Chala y el otro chico, como revancha de un juego empatado, se largan al mar y pugnan por llegar a la otra punta de la rambla, pero el rival se queda sin aire a mitad de camino. En momentos así uno perdona lo arbitrario de la decisión de salpicar cada tanto frases del discurso final de Carmela ante la inspección escolar, frases que redundan en didactismo y en inspiración, o ciertos pasajes en los que el tono amenaza con cederle paso al rancio melodrama (como por ejemplo ese en el que Chala descubre a su madre teniendo sexo con Eugenio, quien además deja en claro que podría ser su padre ausente). Todo eso es secundario cuando llega el balance final porque si uno recordará esta película seguro que habrá de deberse a los retratos que construyen Armando Valdés para Chala y Alina Rodríguez para Carmela, una actriz consumada haciendo lo mejor que sabe, sin parodias ni glorias vanas, y un niño que es todo un hombre y que no le pesa serlo, porque un hombre también puede sufrir hasta las lágrimas cuando se le muere un perro o pierde definitivamente la inocencia al buscar algo parecido a la libertad.
CONDUCTA (Cuba, 2014). Escrita y Dirigida por Ernesto Daranas. Fotografía: Alejandro Pérez. Edición: Pedro Suárez. Sonido: Juan Carlos Herrera. Intérpretes: Armando Valdés, Alina Rodríguez, Yuliet Cruz, Armando Miguel Gómez, Amaly Junco. 108 minutos.