Libros musicales de reciente edición
Por escrito I
La relación entre música y escritura tiene una larga, muy larga, historia que se ha jalonado por discusiones con distintos voltajes. Cuando la electricidad de esos intercambios ha alcanzado niveles críticos, los ataques a la escritura han sido virulentos, descalificatorios, al estilo de una frase adjudicada a varias celebridades de la música contemporánea: hablar (o escribir) sobre música es como bailar la arquitectura. Los problemas, hay que reconocerlo, estallan cuando a través de algunas de las formas más públicas de la escritura se vierten juicios sobre un hecho artístico. Esto es, por ejemplo, en reseñas y críticas en un medio de información masivo (diarios, revistas, semanarios y ahora en publicaciones internáuticas). Un territorio problemático, en el que egos y manías hacen de las suyas.
No obstante, el lenguaje verbal y la música se reclaman y se necesitan mutuamente, se tensan, se traducen (sí, también se traicionan), al igual que otras díadas: música y corporalidad, música y afectos, música e imaginación. Una correlación de la que deviene una red significante: signos que traducen otros signos, que a su vez son traducciones de otros signos. Una red de traducciones de extensión inespecífica, que se reactualiza en cada contexto histórico y social puntual.
Pese al legado ejemplar de algunos autores (especialmente Lauro Ayestarán, que se desempeñó tanto en la crítica, en el ensayo y la investigación musicológica), Uruguay no tiene una producción inquieta y a la vez profunda de escrituras sobre música, sea en el campo culto como en el popular. La musicología agoniza entre los vericuetos de la burocrática vida académica. Otras disciplinas, como la antropología, la sociología, la historia, las ciencias de la comunicación, hacen un ejercicio militante de la sordera, o se pliegan al extendido prejuicio que confina a la música en el rincón de lo decorativo. La situación es algo distinta en el periodismo (sobre todo en el periodismo escrito) y en algunos colectivos de músicos populares. De este muy heterogéneo grupo, en los últimos tiempos han salido algunos trabajos particularmente interesantes, con visiones críticas, recuperación de memorias, y textos que han intentado disciplinar los acercamientos a un cuerpo creativo muy activo como las músicas populares. De estos trabajos, publicados en formato libro, valen destacarse, entre otros, el reciente 111 Discos Uruguayos de Andrés Torrón; Sonidos y silencios: la música en la sociedad, de Rubén Olivera; Escritos, la compilación realizada por Graciela Paraskevaídis de artículos de Jorge Lazaroff; Rada, de Ruben Rada y Fernando Peláez; Los que Iban Cantando: detrás de las voces, de Guilherme de Alencar Pinto; En la noche, de Mauricio Rodríguez; Errantes, de Gustavo Aguilera.
En este número de Dossier se hará una primera entrega de una serie de reseñas de estos signos valiosos, estimulantes, que subrayan la necesidad de crear nuevos aparatos críticos que enmarquen las reflexiones y estudios sobre las prácticas musicales.
Los 111
En 2005, el escritor y editor británico Robert Dimery publicó el voluminoso 1001 Album You Must Hear Before You Die (1001 álbumes que debes escuchar antes de morir), que no sólo bosquejó una suerte de canon de la música popular y disparó todo tipo de reacciones, sino que inauguró una línea de ediciones con listas de discos en casi todos los géneros, películas, libros, acompañadas de reseñas más o menos técnicas y más o menos serias. Casi una década después, Andrés Torrón, músico y periodista uruguayo, se despachó con un libro objeto – también voluminoso, aunque mucho más manejable que el de Dimery– dedicado exclusivamente a las músicas populares uruguayas: 111 discos uruguayos (Aguaclara, 2014), en el que propone un recorrido por fonogramas editados desde la década de 1950 hasta finales de los años noventa.
Por sus cualidades gráficas (sobre todo por la atinada decisión de incluir las tapas de las ediciones originales), las cuidadas reseñas críticas, este trabajo pronto recogió elogios, pero también abrió varios frentes de discusión. Ante estas reacciones, especialmente sobre las que trajeron a colación el concepto de canon, y los previsibles señalamientos sobre los títulos que “faltan” y “los que no deberían estar”, Torrón aclara los tantos: “Nunca tuve la intención de elaborar un canon ni nada que pueda sonar mínimamente definitivo, y cuando leo esas reseñas me pongo un tanto nervioso, ya que creo que es una intención que me queda grande. El libro no es una investigación musicológica ni histórica. El hecho de ser el primer libro de este estilo que se hace en Uruguay, tal vez le haga cargar responsabilidades que no buscó”.
Se trata, sí, de un material abarcativo, una selección posible y discutible. Pero queda claro que su objetivo son los discos y no los músicos en sí mismos, y que los títulos incluidos reflejan una forma de escuchar y una forma personal de reconstruir una línea de creación e interpretación muy potente en la música popular local. Dice Torrón: “La escucha sistemática me confirmó esas líneas rectoras que están en Alberto Mastra, Eduardo Mateo, Los Traidores y Bajofondo. Son cosas que tienen que ver con cómo se mezclaron acá distintas culturas, con nuestra proximidad con Brasil y Argentina y también con cierta idiosincrasia. La nostalgia, el despojamiento y el minimalismo están en Los que Iban Cantando, pero también en Los Estómagos. Mateo y Roos ocupan, para mí, roles centrales en esa construcción, casi de cimientos. Pero, al final, lo más importante de ambos es que hicieron discos y canciones bellísimas”.
Escuchas y lecturas
A partir de los tópicos que ha tratado en el ciclo de programas radiales Sonidos y silencios (Emisora del Sur, de Radiodifusión Nacional, Sodre), Rubén Olivera dio forma a su primer libro, titulado Sonidos y silencios: la música en la sociedad (Tacuabé, 2014).
El estilo didáctico, directo, y una estructura temática y un aparato erudito bien resueltos convierten al libro en uno de esos recursos que los docentes –de música, de artes– buscan denodadamente para sortear los enormes agujeros bibliográficos sobre las músicas locales. Pero en otro nivel de lectura, este trabajo permite generar miradas –y escuchas– hacia los procesos que van articulando lo musical, especialmente lo que se suele categorizar como músicas populares, con otros campos y procesos sociales (algo que, por ejemplo, ya habían hecho Fernando Peláez, con los dos tomos de De las cuevas al Solís, y Guilherme de Alencar Pinto con Razones
locas y Los que Iban Cantando: detrás de las voces). Una crítica imbricación de problemáticas que permite repensar las prácticas musicales –sus formas de producción, circulación y recepción– en un entorno sonoro más complejo y en relación dinámica con los procesos culturales, políticos, económicos que atraviesan a la sociedad. En otras palabras, (re)pensar la voz cantada y hablada, las músicas instrumentales, el paisaje sonoro, a la luz de sus nexos vitales, y no menos discutibles, con los exilios, los derechos humanos, el funcionamiento de la industria y el mercado cultural, la educación, los modelos y paradigmas estéticos y éticos, la política, los funcionamientos de ciertas categorías naturalizadas –como lo popular, el consumo masivo, el folclore, la identidad cultural “que hay que defender”–, entre otros.
Este aporte de Sonidos y silencios se materializa gracias al fluido ensamble de la escritura ensayística y la de divulgación técnica, en la que se capitaliza la reconocida experiencia y formación musical de Olivera.
Las voces
Bajo el título Los que Iban Cantando: detrás de las voces, Guilherme de Alencar Pinto (periodista, músico e investigador brasileño, radicado en Uruguay) editó en 2013 un voluminoso trabajo de investigación en el que reconstruye la historia del colectivo Los que Iban Cantando. Un proyecto que, entre 1977 y 1987, dejó una originalísima producción musical, en la que confluyeron las creatividades de Jorge Lazaroff, Jorge Bonaldi, Luis Trochón, Jorge di Pólito y Carlos da Silveira, a las que se sumaron en distintas etapas los aportes de Walter Venencio, Jorge Galemire y Edú Pitufo Lombardo.
Esta formación rompió con los modelos de funcionamiento de las agrupaciones del entonces llamado canto popular, proponiendo un ensamble muy efectivo pero que dejaba huellas muy claras de los aportes individuales. En cuanto al lenguaje, plantearon una innovadora mixtura de lenguajes cultos (sobre todo de los que provienen de las llamadas vanguardias), folclóricos, tangueros, roqueros, bossanovísticos, tropicalistas, entre otros, que fueron catalizados en los textos y en las músicas a través de búsquedas formales y expresivas muy personales. Alencar Pinto buceó en esta historia y en las trayectorias solistas de cada uno de sus integrantes, recuperando una ingente cantidad de fuentes. A partir de ellas elaboró un discurso musicológico atinado, documentado y analítico, que permite comprender el fenómeno en tanto proceso que dialogó con una época en las que la angustia y la esperanza operaron como motores de cambio.
Compilado
Jorge Lazaroff, una de las voces más originales del colectivo Los que Iban Cantando, también dejó una valiosa huella en el campo de la crítica musical y en la docencia. Algunos de sus escritos, publicados originalmente en el quincenario Asamblea y el semanario Brecha, fueron reproducidos posteriormente en las revistas La Tuba y La del Taller. Pero este año, ese corpus textual completo más otros materiales inéditos (como algunos apuntes que sirvieron de guía para sus clases) fueron compilados por la musicóloga y compositora Graciela Paraskevaídis para el libro Jorge Lazaroff: Escritos, que el sello Tacuabé publicó en el último tramo de 2014. Estos artículos, que transitan entre las escrituras ensayísticas y críticas, reflejan un pensamiento sumamente original sobre lo que es y debería ser la práctica musical. Lazaroff no ahorró ironía y original filo al opinar sobre las músicas y performances de Susana Rinaldi, Les Luthiers, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, El Puma Rodríguez, Carlos Gardel, ni en sus reflexiones sobre géneros populares y tradicionales, la canción política, la militancia cultural, el trabajo compositivo, la formación musical. En cada uno de estos casos, su pensamiento operó (y opera) como un saludable aguijón entre las formas de hacer y los saberes impuestos.
Andrés Torrón. 111 Discos Uruguayos. Editorial Aguaclara, Montevideo, 2014.
Rubén Olivera. Sonidos y silencios: la música en la sociedad. Sello Tacuabé, Montevideo, 2014.
Guilherme de Alencar Pinto. Los que Iban Cantando: detrás de las voces. Editorial Tump, Montevideo, 2013.
Jorge Lazaroff. Jorge Lazaroff: Escritos. Compilación y bibliografía, Graciela Paraskevaídis. Sello Tacuabé, Montevideo, 2014.