Artistas y psicoanálisis
Como consecuencia de un hecho que desarrollaré mas abajo me he preguntado qué lleva a una persona a convertirse en artista plástico. No soy psicólogo ni sociólogo así que solo puedo hablar de mi experiencia personal. Aunque, de atrevido que soy, en el acierto o en el error, me animaré a ir un poco mas allá.
Desde que tengo memoria siempre tuve habilidad para dibujar. Era la delicia de las maestras ya que desde los seis años dibujaba como un adulto. Sobresaliente en dibujo en la escuela y en el liceo. La única materia en la que me destacaba. Por lo tanto era imposible que no me dedicara a una tarea relacionada con eso. Mi autoestima, desde ese lado, siempre estuvo en su punto máximo. Las dudas pasaban por otro lado. Por cosas que ahora no vienen al caso. Pero yo me pregunto si mi experiencia es compartida por todos aquellos que terminaron dedicándose al arte. Si todo partió de una cierta habilidad manual para el dibujo y la mezcla de colores y texturas. Me hago esa pregunta porque, debido a unas opiniones mías vertidas en el programa Viva la tarde de Radio Sarandí, tuve que padecer, por teléfono primero y personalmente despues, y en mi lugar de trabajo, los berrinches de María Agustina Fernández, la artista ganadora del gran premio del Salón Nacional de Artes Visuales otorgado por el MEC. La ira de la artista era consecuencia de haber comparado su obra con la obra de Javier Abreu llamada ‘Sillón presidencial en miniatura’. La reacción desmedida de dicha artista solo es comprensible si la analizamos desde el psicoanálisis. Como dije, de eso no sé nada, pero da la impresión que ella usa al arte como medio para fortalecer su baja autoestima al punto que no tolera en lo más mínimo aquello que considera ofensivo para su arte.
Libertad de expresión. De la crítica a la cultura de la alcahuetería
Que yo trabaje en el Museo Nacional de Artes Visuales no me inhibe de opinar sobre cualquier obra de arte expuesta donde sea, inclusive dentro de las cuatro paredes del MNAV. Yo me pregunto qué entiende por libertad de opinión María Agustina Fernández, cuando se hace presente en la oficina del Director del Museo en el que trabajo para comunicarle su descontento por mi opinión. ¿Acaso ella cree que Uruguay es Cuba o Venezuela donde no existe la libertad de opinión? Tengo que reconocer que su actitud me desconcertó.Yo quisiera creer que esto fue solo una reacción aislada. Pero no es la primera vez que me sucede. Cada vez que hago ejercicio de mi libertad de expresión tengo algún problema. Los artistas se viven quejando que ya no hay crítica especializada pero cuando alguien trata de ejercer su derecho a la crítica es insultado. La cultura de la foca aplaudidora es la única aceptada. En facebook leemos todos los días comentarios alcahuetes. Cosas como: ¡qué divino!, ¡qué genio!, ¡me encanta!, ¡qué fotón! Parecería que esos son los únicos comentarios que las nuevas generaciones de artistas toleran. Si el arte en el Uruguay es ejercido por un montón de artistas neuróticos no es mi problema. Si bien yo no creo demasiado en el psicoanálisis parece que hay unos cuantos que sí les vendría bien psicoanalizarse.
Liliput. El arte del paisito
Lo concreto es que la ‘Banda presidencial en miniatura’, de la artista María Agustina Fernández, es la misma idea que la de Javier Abreu cuando hizo el ‘Sillón presidencial en miniatura’. Si el presidente uruguayo usara el bastón de mando, como se usa en Argentina, y un artista cualquiera decidiera hacer el ‘Bastón de mando en miniatura’, volvería a repetir el mismo concepto. No importa si la banda presidencial la compró en una boutique o la bordó durante horas y horas. Desde el punto de vista conceptual es la misma idea. Pero ¿De qué se trata esto de miniaturizar los símbolos del poder? ¿Acaso es una manera de ridiculizarlo? En el caso de Abreu parece un comentario sobre el pintoresquismo desprolijo de Mujica. Pero en el caso de la obra de Fernández eso no queda claro. ¿Es una banda para la perrita Manuela? Tampoco queda claro. No es un comentario acerca del poder. Su significado se pierde en su ambiguedad. En su página web Fernández utiliza una cita del artista minimalista estadounidense Robert Morris que dice lo siguiente: “(…) la sencillez de la forma no implica la simplicidad de su experiencia.” Parece que Fernández confunde pequeñez con sencillez. Su obra es pequeña pero no es minimalista. Para una artista que es doblemente licenciada en arte (en Argentina y en nuestro país) esa confusión resulta grave. Y no es la primera vez que ella no tiene en cuenta las implicancias simbólicas de sus gestos artísticos. Hace algún tiempo “intervino” los baños del Museo Nacional de Artes Visuales con pegotines con el rostro de la pintora Amalia Nieto. ¿Qué significa ver asociado el rostro de Amalia Nieto a la puerta de un excusado de un baño público? ¿Acaso piensa que el arte de Nieto es una cagada? Estoy seguro que esa no era su intención. Despues se enoja si alguien lo interpreta de esa manera. Por estos motivos creo que el Premio Nacional le queda grande. Muchos en las redes se escandalizan porque se premia este tipo de arte y no la pintura o la escultura tradicional. Todo esto termina haciéndole un daño enorme a las manifestaciones de arte contemporáneo hechas con buen criterio, dándole pasto a las fieras conservadoras y a los pintores domingueros para quejarse. Los jurados de los futuros salones deberían de tener mayor cuidado a la hora de premiar.