Por Bernardo Borkeztain
Botón azul, de María Dodera
Metaficciones en tonos de azul
Lo primero a destacar es –quizás– la importancia de los programas de mano en una obra de teatro. En Uruguay existe la mala costumbre de desaprovechar este soporte de información para orientar o informar al espectador sobre la obra que va a presenciar. Esto no es así en las puestas de María Dodera. De hecho, en las que hace con Gabriel Peveroni suele incluir el propio texto, junto con un prólogo hermenéutico, lo cual los convierte en material muy valioso.
En este caso, el programa de mano es más humilde, pero junto con toques de humor que prefiguran el espíritu lúdico de la obra, como el título de la misma en la forma de una pistola y su silenciador, tiene tres párrafos obturados por las frases “¿es verdad? No, no es verdad” que serán importantísimos para situar al espectador. Y uno de ellos es nada menos que la puesta en situación, algo que no se aclara en escena: la obra trata de dos escritores procurando hacer un guion por el que ya cobraron y decidieron encerrarse hasta terminarlo. Salir antes no es una opción.
El ambiente es claustrofóbico y da cuenta de una juventud en retirada: la bohemia y el desorden conviven con datos de otras épocas, como videojuegos (el acceso a la sala está decorado con los monstruos del mítico space invaders de los ochenta), viejos libros y una kitchenette en la que no hay dos elementos haciendo juego, salvo la más que respetable reserva de comida chatarra y cervezas del frigobar.
De forma deshilachada pero no caótica, la historia avanza y el guion comienza a tomar forma, con el elemento recurrente de dos sicarios vestidos de negro que –entre matanzas varias– deben decidir si apretar el botón azul o el rojo, y las distintas versiones avanzan entre apartes en los que los actores se dirigen al público, cada uno en un tono particular, destacándose la belleza poética del último monólogo de Adrián Prego.
Estamos ante lo que el Dr. Dubatti llama un “teatro de situaciones”, y la obra permite al espectador percibir con nitidez las emociones desplegadas por los actores en los personajes, ya que el dispositivo claustrofóbico potencia el contacto: uno encuentra difícil reprimir la necesidad de limpiar lo que se va dejando tirado, por ejemplo.
Ahora bien, la anécdota de la obra plantea una dificultad intrínseca: ¿cómo narrar la historia de un estancamiento, y para más complejidad, con acción? La resolución escénica es realmente uno de los aspectos más disfrutables, e involucra no solamente la evolución del guion y las elucubraciones teóricas, sino un ritmo marcado por un cambio de vestuario en el que los personajes –no sin ciertos retrocesos– van dejando su aspecto desaliñado e inmaduro para cambiar su piel por otra más acorde a los metapersonajes de su propio relato, antes de perderse, como en los westerns, rumbo a la puesta del sol.
Obra: Botón azul.
Texto y dirección general: María Dodera.
Asistente de dirección: Elena López.
Elenco: Nicolás Suárez, Adrián Prego.
Fotografía y video: Alejandro Persichetti.
Lugar: Centro Cultural Hyeronimus Bosch. Gonzalo Ramírez 1826.
Fecha: 26 de abril de 2014.