DOSSIER CRÍTICO / TELEVISIÓN
Por Diego Faraone
Game of thrones
Más que un juego
La historia de Game of thrones es demasiado amplia para describir con palabras o para esbozar una suerte de sinopsis. ¿Por qué? Porque se trata de una obra coral, con decenas de personajes y más de un centenar de secundarios, porque se sostiene en una compleja trama de estratagemas y alianzas políticas, situadas en una incierta época con reminiscencias medievales y toques de fantasía. Así, la historia da saltos geográficos continuos, situando la acción cerca de personajes que se encuentran dispersos por un vasto mapa, ofreciendo varios puntos de vista sobre un mismo conflicto.
El reino de Westeros se encuentra en una lucha perpetua. Como los recientes ascensos al poder no se encuentran exentos de traiciones, artimañas, mentiras y silenciamientos forzados, varias personalidades y familias se disputan el derecho al trono, creyendo ser los verdaderos y legítimos herederos. Cada líder erigido y sus reinos sufren sus propias adversidades, sus conflictos internos; en cada uno de estos micromundos hay diversidad de opiniones y es impuesta una cruzada premeditada y racional para hacerse con el poder, o simplemente para clamar la venganza hacia quienes lo ostentan.
Podría sonar a épica manida, a otro hijo bastardo y caricaturesco de El señor de los anillos. Pero lo cierto es que Game of thrones tiene mucho para ofrecer, y mucho material que hubiese sido impensable dentro de la saga de J.R.R. Tolkien. En primer lugar, la lucha entre el bien y el mal ya no es tal; los bandos presentados tienen todos ellos sus personajes pérfidos y quizá otros un tanto más simpáticos; hay seres tan ambiguos que dudamos a la hora de empatizar o no con ellos. De cualquier modo, todos tienen sus motivos, defienden sus intereses, tienen un pueblo por el que luchar. Por más repulsivos que aparenten ser determinados personajes, puede comprenderse que obran por el cuidado de los suyos, como bien ejemplifica el nefasto patriarca Tywin Lannister. Ese juego de ambigüedades contrapuestas es la mejor basa con la que embiste la serie: cierto carácter puede parecer terrorífico hasta que demuestra impredecibles lealtades, rasgos de solidaridad o humanismo; de la misma manera, el personaje más heroico y querible puede caer en bajezas muy cuestionables.
Otro de los rasgos por los que la serie se distingue de cualquier otra que se haya hecho es que hay niveles de sexo y violencia sin precedentes en el género épico. Y estamos hablando de caballeros teniendo relaciones homosexuales, de desnudos frontales, de violencia gráfica de toda clase, hasta eventualmente de torturas que obligan al espectador a girar la vista. Pero quizá lo más impactante de todo sea la forma en la que ciertos personajes cruciales, cuyas desventuras seguíamos con interés, son asesinados fríamente, de un golpe y sin aviso previo. El temor a la llegada del episodio 9 de cada temporada ya es un sentimiento asimilado por los adeptos a la serie; pues se sabe que no son capítulos fáciles de digerir.
La culpa de todo la tiene el maldito y barbado George R. R. Martin, escritor de ciencia ficción, fantasía y horror, responsable de la extensa saga literaria Canción de hielo y fuego, novela río dividida en cinco tomos (y con dos aún por publicar) en la que fue propuesto el universo adaptado. Martin sigue de cerca el desarrollo de la serie televisiva, adaptando uno de los diez capítulos de cada temporada. Hoy llegado a los sesenta y cinco años y con algunos problemas de salud, no son pocos los fans que encienden velas para que no muera antes de terminar los dos tomos restantes. Por si acaso, Martin ha firmado un contrato con la HBO por el cual, si llegara a morir, los responsables de la transmisión tendrían derecho a terminar la serie de todos modos.
Además de regalarnos historias únicas, Game of thrones cuenta con un reparto superior, principalmente de origen británico, entre los que se destaca un notable elenco infantil e intérpretes adultos que conciben personajes legendarios. La lista de meritorios es extensa, aunque quizá las mayores palmas se las lleve Peter Dinklage, el inefable y carismático Tyrion Lannister, un enano de linaje, un brillante estratega ubicado en el centro mismo de un nido de serpientes.
Más que un juego, Game of thrones es un exabrupto de maldad. Y uno especialmente adictivo.