
Por Eldys Baratute.
A Federico Roca no lo conocí en la escena, ni en un taller, ni a través de sus libros. Nos encontramos por ahí, en cualquier sitio, en donde se encuentra la gente y sin saber que ambos teníamos el mismo interés por el arte, empezamos a conversar. Por supuesto, cinco minutos después aparecieron los temas en común y la pasión que ambos sentíamos por el teatro: yo como público, él como “hacedor”. Federico escribe, dirige, actúa, probablemente haga luces, sonido, vestuario, produce, todo. Es el típico hombre que nació para regalar su vida al teatro.
Después de ese primer encuentro fui a verlo a actuar en NUNCA NADIE JAMÁS, una obra escrita por él mismo y dirigida por Bruno Contenti y verlo en la escena, me hizo sentir esa devoción, ese entregarse, ese ser él, pero ser otros al mismo tiempo, no importa el rol que esté jugando en ese momento. Y ese mismo papel le valió su primera nominación en actuación a los premios Florencio, de la Asociación de Críticos de Teatrales del Uruguay. Sobre esta nominación y otros temas, Federico se confiesa con la revista Dossier.
En realidad no, porque las cosas nunca van todas juntas. Es decir, si estoy dirigiendo teatro o haciendo música, escribo poco. Si estoy escribiendo mucho, hago menos de las otras cosas. Nunca llevo todo al mismo tiempo porque no puedo, nunca he podido. Tengo una limitación ahí. Mi creatividad nunca ha podido ocuparse de demasiadas cosas al mismo tiempo. A esta altura de mi vida respeto mucho esa forma de funcionar de mi creatividad, así que la cuido. Trato de no sobrecargarme y ya no me meto en cosas que no me conmuevan o interesen de algún modo. Sobre todo la escritura requiere de cierto estado de quietud que es incompatible con las otras actividades. Hay años en los que he escrito mucho, por ejemplo, y esos son años en los que no he hecho mucho de todo lo otro o, directamente, no he hecho nada de todo lo otro.

Es algo que yo me pregunto también. No sé si hay algo en lo que me sienta realmente cómodo o si es la comodidad el parámetro más apropiado para entenderme a mí mismo, que al final es lo que más importa. Creo que todo es dinámico. A lo largo de mi vida he ido cambiando el centro de las cosas que hago. Durante muchísimos años, la mitad de mi vida o más, fui más músico que otra cosa, pero cuando el teatro llegó a mi vida, de repente era más teatrero que músico. Y después me puse a escribir y fui, soy, más escritor que las otras cosas. Eso a mí me ha cuestionado mucho acerca de la vocación. Supongo que soy todas las cosas y que la vida me va llevando por donde se le ocurre y yo le digo que sí. Mi madre me dice que lo que he sido siempre es escritor, desde que aprendí a escribir. Que las otras cosas van y vienen, pero la escritura siempre está, sólo que desde hace casi 30 años lo de escribir lo hago de manera más consecuente y profesional, lo cual involucra la docencia en el área también. Creo que los últimos años he sido más teatrero y escritor que músico, pero ahora la música está volviendo y lo que tengo un poco quieto (un poco) es lo de escribir. Y está bien. De eso se trata el dinamismo del que hablaba.
Bueno, en realidad mi experiencia con la literatura infantil y juvenil es breve. Tengo mi libro para niños “El chou de los lagartos” que editó Alfaguara. Con mi amiga Alicia Dogliotti (directora artística de mi compañía teatral, Medusa Teatro) escribimos “Verónica Princesa”, una obra de teatro para niños que dirigió Fernando Amaral, y después escribí “Si te contara”, una obra para adolescentes que dirigió Emilio Gallardo. No es tanto lo que he hecho con niños y adolescentes, aunque sí trabajé con niños y adolescentes durante más de 15 años en la Escuela de Acción Artística de Montevideo (que antes se llamaba Escuela de Comedia Musical, de Luis Trochón) y fui por un tiempo docente en Educación Secundaria. No creo que haya un tema que no se pueda tocar cuando hablamos de y con niños y adolescentes. Al contrario. Sobre todo ahora, lo mejor es poner todas las problemáticas en el tapete. Ellos mismos lo piden. Ellos quieren saber, entender y llegar a sus propias conclusiones. Y para eso hay que dar la información en el formato que sea y no creo que haya un solo tema que no puedan abarcar.
La mayor parte de mi obra se hace en Montevideo y en el exterior. Es poco lo que hago en el interior, es decir en Colonia donde vivo hace once años. En estos once años en Colonia he dirigido cuatro o cinco cosas, no más que eso. He escrito mucho, eso sí. Más que nunca. Pero la verdad es que cuando nos vinimos a vivir a Colonia por el trabajo de mi esposo, Martín, mantuve todos mis vínculos artísticos con Montevideo. Los mantengo. Y sigo yendo a dar clases ocasionalmente. Mi vida profesional, a pesar de la distancia, está más plantada en Montevideo que en Colonia.

¡Qué pregunta difícil! Creo que la experiencia es importante en algunas áreas de la docencia del quehacer artístico en general. Pero también es importante la formación académica. Pienso que un actor que nunca ha actuado o que ha actuado muy poco no tendrá mucho que enseñar por más escuela que tenga. Es un equilibrio difícil. En todo el mundo ocurre, pero en Uruguay se nota más por lo chico del medio, que la salida laboral en la escena está tan difícil que mucha gente se pone a dar clase para sobrevivir. Salen de la escuela y abren sus propias escuelas o talleres. No me parece mal, lo entiendo, pero me cuestiona mucho. Igual yo tengo un defecto, por llamarlo de alguna manera, del que es responsable mi formación en música clásica que es el respeto por la formación y la disciplina. Me pasa, por ejemplo, que estoy a nada de cumplir 30 años como dramaturgo y nunca se me ha pasado por la cabeza dar un taller de dramaturgia porque a pesar de la indudable experiencia, no creo tener las herramientas como para dar clase de dramaturgia. Y de verdad siento eso a pesar de todo lo que he escrito y lo digo con total franqueza: no sé cómo se escribe teatro. No tengo la menor idea. Sí doy clases de escritura creativa o hago acompañamientos creativos porque ahí se trata de trabajar con la sensibilidad y la creatividad del otro y el vínculo que el otro tiene con sus resortes creativos. Siento que mi estar en el arte desde niño y mi formación tan ecléctica me habilitan a compartir esos espacios de empatía absoluta con el otro.
No hay respuesta para esa pregunta. Al menos no una respuesta que se sostenga a través de los cambios de paradigma de la historia y del presente, cuando todo cambia tan velozmente en lo escénico. Conozco directores que renegaban de la palabra y ahora andan de lo más contentos dirigiendo clásicos, es decir, teatro de texto. Y es genial, porque su renegar de la palabra ha hecho que su acercarse a la palabra hoy sea tremendamente creativo y acuciante. Yo qué sé. El teatro no es literatura, eso es seguro, aunque muchas veces la incluye. Ahora, definir si el teatro es palabra o acción es una discusión que alimenta la historia del teatro, pero que nunca llega a responderse. El teatro no es literatura, es verdad, pero “decir” es una acción. Pensar en la palabra, en el decir, como algo quieto, muerto, inactivo, me parece equivocado, por no decir una pavada. Pero no pienso en nada de eso cuando escribo. Me gusta contar historias y en mi corta experiencia como director, me gusta lo mismo, contar historias.

Pues sí, esa es una forma de ganar público, no me ha resultado, lamentablemente. Mi teatro está muy lejos de ser icónico o conocido para el gran público. Me ha ido bien con algunas obras, como SEIS, que 11 años después de su estreno en Uruguay sigue en cartel por el mundo y que es la obra en la que problematizo lo LGBTIQ+ y cuento lo complicado de pertenecer a esa comunidad en el mundo en el que vivimos. SEIS, lamentablemente, no ha perdido un ápice de su actualidad, lo cual no habla bien de la obra en sí misma sino de lo mal que está el mundo a ese respecto. Me he ganado unos cuantos premios, es verdad, y algunos de ellos importantes, dentro y fuera de Uruguay, pero eso no ha llevado más público a mis espectáculos. He escrito obras donde lo LGBTIQ+ no está problematizado en el drama, es decir, donde el centro de la historia no es el ser esto o aquello, como en “Tal vez tu sombra” o “La desmesura”, y en Uruguay al menos, lejos han estado de convertirse en un fenómeno popular. Ni siquiera la gente de la comunidad LGBTIQ+ ha ido a verlas. La comunidad LGBTIQ+ uruguaya no se ha apropiado de esos espectáculos como sí está ocurriendo con LA DESMESURA en Barcelona o SEIS en Madrid. Y de todos modos ese aparente éxito no se traduce en ganancia económica. En Uruguay LA DESMESURA gustó mucho, pero no fue un exitazo. Lo dicho: está muy lejos de ser icónica o popular mi producción. Supongo que en algún punto ese teatro mío sobre putos, travas y tortas incomoda políticamente. Yo mismo es posible que incomode porque soy un gay militante y ahora soy un gay militante de más de 50 años. No le intereso al Estado de ninguna manera, así que el Estado no sólo no me da trabajo sino que además no me ayuda en la promoción de mi arte, no me paga un sueldo ni un plan, no me lleva a festivales, no me da pasajes, no me da nada, como sí hace con cierta élite del teatro nacional (cuatro nombres) por más proyección internacional que tenga lo que yo hago. Pero al conservadurismo le encanta decir que los que hacemos las cosas que hacemos lo hacemos como estrategia de marketing o para vivir de la teta del Estado. La verdad, a mi edad, ojalá pudiera vivir de la teta del estado y pensar más en escribir y hacer teatro y no tanto en comer y pagar las cuentas. La gente tiende a leer la realidad desde las excepciones, como por ejemplo que tengamos a la queridísima Collette Spinetti en la secretaría de Derechos Humanos, cosa que celebro y aplaudo, porque además es mi amiga y madrina del proyecto SEIS. Pero Collette es una excepción. El resto de la realidad no es tan luminoso. De hecho, de este espectáculo que he estado haciendo últimamente, NUNCA NADIE JAMÁS, hemos tenido que suspender varias funciones por falta de público. Queda clarísimo que lo del marketing a mí, al menos, se me da fatal y que soy un desastre eligiendo temas de escritura.
Todavía estoy en shock. Hacía casi treinta años que no me subía al escenario como actor, aunque tengo formación. Y lo hice porque necesitaba pasar por mi cuerpo un personaje propio, cosa que nunca había hecho. Me he pasado la vida escribiendo para los demás, pero nunca había actuado un personaje mío. Así que le pedí a mi amigo Bruno Contenti que me dirigiera en NUNCA NADIE JAMÁS. Fue una gran experiencia el proceso. Pero ni en mis sueños más disparatados se me hubiera ocurrido una cosa así, lo de estar nominado como actor, a pesar de ver que el público queda muy conmovido después de las funciones. Ha sido una enorme sorpresa y estoy muy agradecido. Me pasa que a mí los reconocimientos me empezaron a llegar después de los 40, así que estoy acostumbrado a no tenerlos y nunca los espero, sobre todo porque no definen mi yo ni mi quehacer. Nunca los espero, así que cuando llegan son una sorpresa y una alegría.
Revista Dossier - La Cultura en tus manos
Dirección Comercial: Bulevar Artigas 1443 (Torre de los Caudillos), apto 210
Tel.: 2403 2020
Mail: suscripciones@revistadossier.com.uy