
Por Bernardo Borkenztain.
Agradezco a mi patria sus errores,
los cometidos, los que se ven venir,
ciegos, activos a su blanco de luto.
Ida Vitale
La obra de Mariana Percovich comienza antes de que el público se siente. Al cruzar el umbral del Cabildo, cada espectador ingresa al recinto donde la patria se nombró a sí misma, estableciendo desde el inicio una lógica simbólica que gobierna toda la propuesta. El espacio fundacional no funciona como mero contenedor, sino como primer signo dramático: la nación es, ante todo, escenario. Jonathan Parada, en su rol de actor-guía, orienta un recorrido que exige desplazamiento físico y conceptual. No hay acomodamiento posible; la obra interroga al mito nacional desde su propia arquitectura.
Cuerpos, objetos y documentos: la patria fragmentaria
La dramaturgia colectiva despliega una multiplicidad de voces que porta objetos cargados de significación. El muñeco de tela, la piedra, el cuenco con comida, el barquito de papel, la cuerda, el silbato: cada elemento funciona como emblema de lo fragmentario, del país incompleto. Los cuerpos afrodescendientes y migrantes del elenco no representan alteridad, sino que exponen las exclusiones constitutivas del relato nacional.
Esta materialidad se cruza con una textualidad intervenida. Florencio Sánchez, figura puente del desencuentro nacional, aparece modificado y cruzado por voces de Victoria Santa Cruz, Alfredo Zitarrosa, documentos sobre el tráfico esclavista y estudios sobre los charrúas en Europa. La dramaturgia no busca el documento único sino la multiplicación: cada intérprete sostiene su archivo personal y su herida compartida, construyendo colectivamente un mito crítico que reconoce el trauma como elemento cohesionador más profundo que la celebración.
Música como arquitectura del sentido
La banda sonora trasciende el acompañamiento para convertirse en columna vertebral dramatúrgica. Zitarrosa articula resistencia ideológica, el candombe puntúa el tiempo de la exclusión, el pericón se deconstruye como tradición oficial y el himno interpretado en lengua de señas culmina en inclusión crítica. Cada pieza musical –desde “A don José” hasta “Angelitos negros”– intensifica la fractura más que aliviarla. La fiesta se interrumpe sistemáticamente, exponiendo la imposibilidad del festejo unificador.

Ritual de la incompletitud
Fiesta patria no celebra, sino que interroga. La ceremonia se despliega como tensión constante entre civilización y barbarie, entre mito y síntoma, en la que el nacionalismo es desmontado y el caudillismo problematizado. La obra establece que la patria es tarea, no herencia; construcción inacabada y refractaria a la integración.
En 2025, Percovich instala preguntas urgentes que no admiten respuestas definitivas: ¿qué se celebra cuando se celebra la patria? ¿Quiénes quedan excluidos del festejo? ¿Desde dónde se articula el silencio en el rito nacional? La obra propone una dramaturgia de la sospecha que no ofrece reparación ni conciliación, sino que revela la fiesta patria como ceremonial del desencuentro.
Coda: la interrogación permanente
Fiesta patria no concluye, se interrumpe. El país emerge como relato abierto, ritual interrumpido y tarea infinita. Percovich logra lo que todo teatro político debe aspirar: no confirmar certezas sino instalar la inquietud necesaria para repensar los fundamentos de la comunidad. La patria, aquí, no es punto de llegada, sino interrogación permanente que se despliega en el espacio simbólico del Cabildo, donde la pregunta por el mito nacional queda definitivamente abierta.
Dramaturgia y dirección: Mariana Percovich.
Elenco: Nandhi Abad, Carolina Eizmendi, Ximena Echevarría, Jonathan Parada, Juan Carlos Pereyra, Susana Souto, Valeria Vega Santos, Germán Weinberg.
Audiovisual Guyunusa: María José Coitiño (Majunusa), Victoria Dandrich (realización audiovisual).
Vestuario y objetos: Alondra Pereira.
Sonido: Miguel Ángel Nieto.
Iluminación: Inés Iglesias.
Espacio escénico: Mariana Percovich, Matías Dopasso.
Objetos móviles: Daniela Pauletti, Volcana (@volcanauy), Victoria Drandich, Florencia Mirza.
Fotografía fija: Victoria Drandich.
Fotografía de prensa: Nairí Aharonian.
Producción ejecutiva: Daniela Pauletti.
Coordinación de producción: Victoria Drandich.
Diseño gráfico: Florencia Mirza.
Asistencia de dirección: Toti Bing, Jacquelin dos Santos.
Asesoría en folclore: Alejandra Colette Spinelli.
Asesoría en canto: Sara Sabah.
Asesoría en lengua uruguaya de señas: Sofía Dibarboure.
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