Por Eldys Baratute.
Me zambullí en Usurpación de morada como siempre lo hago cuando de leer textos de ficción se trata, sin escafandra ni balón de oxígeno, es decir, sin buscar explicaciones previas o aclaración alguna sobre lo que en sus páginas me esperaba. Al emprender el camino sentí que me enfrentaba a un rompecabezas, versos y frases entrecortadas a las que debía yo dar sentido, o hallárselo, porque su autor, Diego Rodríguez Cubelli, a juzgar por sus anteriores entregas (pienso en Rasga lo blando, Ed. Yaugurú, 2021, que ya había podido leer), no habla por hablar o por el simple hecho de jugar con las palabras, el poeta sabe qué decir y tiene su propia manera de hacerlo, lo que ofrece singularidad y valor. Y resulta que fui descubriendo una diversidad de temas e ideas, al punto de que algunos textos me motivaron a poner en blanco y negro ciertas ideas-emociones que me iban sugiriendo, porque ahí estoy, ahí está mi sociedad, mi mundo.
Sin embargo, muchas veces la lectura me remitía a “terreno” conocido, pisado antes, y como una bofetada para traerme a tierra resultó “pendiente”: “es yesca leña seca — que tanto / paria el destino se empeñó / el tiempo — viejo — en deshacer / era — que nunca volverá / una lágrima — rodada tras su huella / por seguir — por seguir / ya no ser”, remitiéndome directamente a “Cuesta abajo” —por razones que no vienen a cuento escuché mucho tango en mi infancia— y, puesto sobre aviso, me costó menos encontrar a Vallejo y su Pedro Rojas resurrecto llorando por España, y luego, dejándome ya guiar por el poeta, volví a escuchar “My baby don't care who knows / My baby just cares for me…” en la inigualable voz de Simone, y me volví, como quien siente un dedo penetrar la llaga, a “los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados” como si desde los siglos de oro Quevedo mirara lo que sucede ahora mismo, lo que con Rodríguez Cubelli sufro, aunque nuestras razones no sean del todo similares.
Un crítico ha dicho que Cubelli pertenece a una generación de artistas uruguayos que crea a partir de una “una revisión amplia y cuidadosa del acervo cultural de su sociedad, sin desatender ningún referente nacional o internacional que aporte obras valiosas”, y Usurpación de morada ejemplifica con creces el aserto, solo que lo hace fuertemente arraigado en la subjetividad del poeta, en esa facultad de extrapolar su propia cosmovisión, su presente, las luces y oscuridades que lleva en sí, y cuantas le rodean, a esa cultura precedente donde, a todos nos ha sucedido, nos encontramos una y otra vez, reconociéndonos en un texto de Apuleyo, un pasaje de Dante, una aseveración shakesperiana o un soneto de Borges, porque a la larga, siempre hemos sido los mismos.
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