Por Eldys Baratute.

Daisy Tourné era, además, poeta. De eso no me queda duda. Mucho escuché sobre ella el día de la presentación de su libro, mucho escuché de quien, por lo que dijeron sus amigos, podía despertar cariños y odios, afectos y miedos, respeto y distanciamiento. Mucho se dijo ese día, mucho se ha dicho desde antes, pero yo, sin haberla conocido, sin ser parte de su historia, puedo decir que, quien escribió Mujer pública, es poeta. El poeta lleva algo en los ojos, o mejor, algo encuentra cuando mira que no tenemos los demás, y para escribir este cuaderno hay que ver a los otros, y a sí, con los ojos de la poesía.
Sujetos editores, en su colección Guyunusa, acogió este manojo de textos que se publican de forma póstuma gracias a la conspiración de algunos amigos.
Cuando leo Mujer pública evoco la obra que inmortalizara a Edvard Munch, El grito, y no porque el sujeto lírico (la misma poeta en este caso) mostrase desesperación como el protagonista de dicha obra, sino porque da la impresión de que ella está gritando todo el tiempo, gritando su verdad. No hay susurros, no hay silencios, no hay sutilezas. Daisy grita, con lirismo, con musicalidad, con ritmo, con metáforas, pero la profundidad del grito se siente. Un estremecimiento casi doloroso queda cuando se cierra el libro. Un estremecimiento que va saltando de poema en poema y luego se queda contigo, mientras piensas en esa mujer-sujeto lírico que desde los primeros versos se desnuda:
Estoy porque quiero estar
Toda yo
Y mi sonrisa
Y mis irrenunciables ganas de vivir
De conmoverme-moverme
Y ser.
Son estos poemas de evocación, de nostalgia, poemas del dolor y la tristeza, del sacrificio, poemas de la renuncia, de la pérdida, poemas también de amor (mis preferidos), poemas que retratan a una mujer fiel a sí misma, a lo que piensa, a lo que siente.
Se descubre en estos versos la relación con sus amigos, con su madre, con los hombres que pasaron por su vida, pero primero que todo se descubre a ella y su verdad. Como si a la poeta —Daisy es poeta— le costara confesar su intimidad de otra forma y eligiese la poesía para mostrarse.
Es demasiado el riesgo de convertirse en una mujer pública en un mundo dominado por los hombres.
Creció luchando
con las ataduras,
con los miedos.
Haciendo equilibrio.
Caminando por el pretil.
Que se jodan los con miedo, dice Daisy, que se jodan los que no perciben a las mujeres libres, tomando sus decisiones, ofreciendo propuestas, que se jodan los que creen que no tienen el derecho a elegir, a ser, que se jodan. No hay temor a enfrentar a esos que deben joderse, no hay miedo a imponerse, no hay miedo a las consecuencias; no se respira miedo en estos versos, por el contrario, se respira valor, compromiso con la otredad, humanismo. Poesía de la reivindicación es esta. Poesía política pudieran decir algunos partiendo de que cada mujer u hombre es un ser político, sin embargo, no hay panfletos acá, no hay discursos, no hay manifiestos militantes, hay lirismo, hay emoción, hay sentimiento.
Las palabras iniciales de Margarita Percovich y Lilián Toledo y la entrevista que le hiciera la propia Lilián (excelente, por cierto) muestran a una mujer coherente con su pensamiento, con su lucha. “Daisy tiene la valentía de expresarse en sus poemas como forma de exorcizar esas desagradables circunstancias y definir con entereza: “Me hago cargo”, dice Margarita. “estas líneas de la mujer que fue siendo Daisy, dibujan otros perfiles y búsquedas suyas y como/con ella pensamos que el desnudarlas podría aportar a dibujar otros modelos, otras posibilidades para las mujeres…”, dice Lilián. “He ido aprendiendo mucho, en mis largos años de vida y creo que ser mujer es muy difícil: auténtica, libre, expresiva, es muy difícil. Hay que vivir batallando; el disfrute se da pero es difícil”, dice la propia Daisy. Y las tres coinciden en que no hay falsedad, sino compromiso, primero con sus iguales, después con la palabra.
A los poemas los acompaña una hermosa imagen de cubierta de Natalia Vera que, sin duda, apuntala la lectura de los textos.
Desde el punto de vista editorial insisto en señalar algunos detalles que pudiesen ser tenidos en cuenta para futuras ediciones. Los textos en prosa no comulgan con el resto del libro. No porque estén escritos en prosa, hay muy buenos poemas en prosa, pero en este caso son textos de narrativa sin la musicalidad, el ritmo, el lirismo y el tono de la poesía. He dicho en otras notas que, más allá de que exista o no una Norma de edición uruguaya, en los poemas sin título el primer sintagma debe tener una diferenciación tipográfica, esto evita que lector piense que ese texto pudiese ser continuación del anterior, mucho más si el anterior termina al final del pliego. Por último, no porque sea un poemario se justifica la ausencia de un índice que oriente, sobre todo a los que se acercan más de una vez al libro. Y este es uno de esos que se lee varias veces. Son estos, pequeños detalles que no ensombrecen para nada el disfrute de los poemas.
Y como antes dije que entre todos me gustaban en especial los de amor, termino no con mi voz, sino con la de la propia Daisy, confiado en que, después de leerme, saldrán a buscar el libro:
Un cuerpo y otro cuerpo
los cuerpos que se buscan
los cuerpos que se tocan
se chocan
se restriegan
se sienten
se acarician
y
resbalan las lenguas
el olor
encontrar el olor
saborear
disfrutar el sabor.