El ocaso de los confabuladores nocturnos.
“Yo le debía esta canción doctor
Yo le debía esta canción a usted
Yo le debía esta canción doctor
Guárdela adentro de su maletín…”
Eduardo Darnauchans

INTERMINABLE EXORDIO A LA MANERA DEL MAESTRO
Para todos los que en el Río de la Plata y alrededores hispanoparlantes tenemos alguna vinculación con la cultura y la inteligencia, Alejandro Dolina es una referencia inevitable. No necesariamente debe ser de admiración rayana en el fanatismo como es mi caso, pero es un nombre que no puede darse el lujo de ignorar nadie que pretenda luchar contra la estupidez de la sociedad del espectáculo.
No es necesario presentar al Maestro, pero quizás sea el último de los confabuladores nocturnos, glorioso ejemplar de esa cofradía que, al decir de Borges, por profesión tenía contar cuentos, y así hace veinte años Dolina brinda, al romper la madrugada, un refugio contra tanto imbécil que se prostituye en pos de sueños más que dudosos.
El programa radial, “La venganza será Terrible”, heredero de sus primeras sublimaciones, “El Ombligo del Mundo” o “Mañanitas nocturnas”, es un hecho artístico y comunicacional sin precedentes que ha mantenido, a lo largo de las décadas, mantener una estructura coherente sin perder la cualidad proteica de reinventarse sin dejar de ser él mismo.
Por más que envidiosos de turno adujeren que hace siempre lo mismo, tal afirmación es falsa, a medida que los ciclos se han sucedido, el producto se ha refinado, lo que no necesariamente implique que sea mejor, simplemente evoluciona, como todo lo que es humano, siguiendo los procesos del artista.
Cambiar eternamente, como esa afirmación del oscuro de Éfeso que siempre es nueva, porque todos los que la leen creen ser los primeros en entenderla, de que no nos bañamos dos veces en el mismo río, la eterna mutación de “La Venganza Será Terrible” sin perder su esencia, se basa en la tozudez de un artista impar de ser leal a sí mismo. Si los mercaderes del Templo no lo entienden, allá ellos y sus treinta siclos, no es para ellos la magia ni la maravilla del arte.

LAS CONFABULACIONES DIARIAS DE CADA NOCHE
Dolina es un artista de facetas múltiples, pero amen de dramaturgo, músico, cantante, compositor, escritor, comunicador radial, lo que es, antes que nada, es un fabuloso contador de historias. Uno de los aspectos más sui generis y quizás, más valiosos del programa, es haber realizado diariamente, durante años, el relato de un cuento acerca de historia, mitología o algún aspecto cultural con gracia e interés. En un mundo en el que la cultura cotiza menos que un anestésico, esto no es un aspecto menor.
No pienso olvidar en este punto, lo que sería una omisión imperdonable, al que sin dudas fue un gran productor que tuvo el programa, Nicolás Tolcachier, que día a día le escribía las bellas charlas con que comenzaba “el programa propiamente dicho” o “el segmento dispositivo”, como el propio Dolina lo ha llamado. Hoy la pesquisa recae en Cora Barengo y la temática ha variado, como el programa mismo, pero el gran contador de historias sigue preso el “Bar del Infierno” con sus libros de colores.
Este último punto es uno de los rasgos únicos del fenómeno dolineano: siendo la radio un fenómeno efímero, literalmente las palabras viajan por y se las lleva el aire, a Dolina se le ha negado esta fugacidad, plenamente consciente del valor de este hecho artístico, el público ha registrado el programa desde mucho antes que el progreso tecnológico lo hiciera tan fácil que cualquiera puede tener un en un podcast el archivo eterno de sus creaciones en la red.
Antes aún, sus columnas en la revista “Hum®” eran atesoradas por seguidores fieles que ya prefiguraban las masas que darían vuelta manzanas enteras para llenar teatros e incluso estadios para ver el desarrollo en vivo de un programa de radio. Hoy sale grabado, pero por décadas, puntualmente, al dar la medianoche en punto el convivio del Maestro y su público daba comienzo a la magia que hoy cumple cuatro décadas.
LAS MAREAS DE LO ALEATORIO
En la época clásica, el programa empezaba con la lectura de los emails e los oyentes, y, si había suerte, alguno inspiraba al Maestro y daba pie a una reflexión ad hoc que perfectamente podrían ser recopiladas en un tratado de filosofía que hubiera sido la envidia de Montaigne.
Al tener el programa ahora la forma de un fenómeno teatral estricto (anteriormente no solamente no se pagaba entrada, sino que el programa se emitía en vivo, con tandas durante la asistencia) el leer mensajes ha perdido cierto sentido y el contenido artístico es total control del conductor. Seguramente tal cambio ha sido realizado para quedar bien con el comisario.
Hoy, el primer segmento, humorístico, toma una iniciativa que es siempre antagonizada por Dolina con la ayuda del otro participante
El modelo sería de [protagonista] ↔ [antagonista]/[ayudante]. Barton lo resumió muy bien una vez: “uno quiere, dos no lo dejan”.
Ese es uno de los aspectos adelantados de Dolina: haberse anticipado décadas a la explosión del teatro de improvisación, esa técnica tan visitada hoy en día, que utiliza casi las mismas técnicas del juego “seguir al Rey”. Si bien con la alineación
Dolina-Rolón-Stronatti los actantes eran fijos, y Rolón siempre era el opositor, actualmente se da lo que Dolina llama “el sujeto inconstante”, y el sujeto de enunciación – o la propia situación ficcional – pueden variar de un instante al otro, siguiendo las mareas de la imporvisación.
Así, sobre un instructivo acerca de cómo comportarse en un acto oficial, los tres conductores discurrieron, habitando casi una hora de humor que fluye entre disparates sobre la naturaleza de las armas automáticas y la vestimenta de los asistentes, o los ágapes posteriores.
La fluidez en la improvisación es esencial, y para eso el equipo tiene que estar bien ensamblado. En este caso, Dolina es Maradona y Messi a la vez, y todos saben que la pelota debe pasar por su ingenio afilado para terminar en la red.
EL REINO DEL SORDO GANCÉ
Probablemente sea en el tramo final del programa en el que el paso de los años ha destilado la mejor magia. Nunca fue mejor este momento que lo que es desde la incorporación de los integrantes del “Trío sin Nombre”, los hijos de Dolina Alejandro y Martín, y el fabuloso Manuel Moreira, que no solamente ampliaron el repertorio incorporando Beatles, Rock, Bossa Nova, Nueva Trova Cubana y varios otros géneros, sino que han llevado la interpretación hacia un nivel nunca antes alcanzado.
También es notoria la manera en que la ejecución instrumental de Dolina ha mejorado con los años, y su propio canto. Lamentablemente no soy una persona muy docta en el tema, así que esta parte de mi reflexión quedará en esta humilde mención, y en dejar constancia de que mi ignorancia llega hasta dejarme intuir que me estoy perdiendo de algo muy grande por mi exigua cultura musical.
Pese a lo anterior, hay canciones que (asesoramiento mediante puedo dar fe) estoy en condiciones de asegurar que son mejores que la versión original (“Los jazmines de San Ignacio” que canta Dolina, o “Oración del remanso” que canta Moreira) o al menos iguales (“Because” por el trío sin nombre o “Desafinado” por Moreira”) o simplemente una delicia original, como el medley “Betinotti”-“Pobre mi madre querida” cantado por Dolina y Moreira. En esta oportunidad, entre otros, podemos destacar “Carrerito”, en cuya interpretación el Maestro desplegó una voz majestuosa en caudal y color, superando casi sus mejores épocas, “Smoke gets in your eyes”, “Confesiones de Invierno” (como cierre de la charla conceptual o “segmento dispositivo” del programa) para cerrar con el himno “ricotero” “El Pibe de los Astilleros” con todo el equipo, trompeta de Gillespi y percusión de Patricio Barton incluida, con la inevitable coda del himno dolineano al club de fútbol Liverpool uruguayo “negro y azul”.
AHORA QUE NO ES TIEMPO PARA NADA
Es menester recordar en este punto la reciente e injusta desaparición del impar Jorge Dorio, el único de todos los vengadores cuya inteligencia y cultura rivalizaba con la de Dolina y lo obligaba a levantar la vara permanentemente, para total placer del Maestro. Tenían un nivel secreto del programa, o casi, como el juego de contestarse en octosílabos, algo que solamente los poetas entre la audiencia podrían percibir, o conversar entre sí con citas demonológicas de Michael Burt, algo que Dolina terminó de inmortalizar en su libro “Cartas Marcadas”.
Si bien es cierto que en su segunda etapa fue resistido por parte de la audiencia, es convicción de quien firma de que – y nos cabe el sayo – es más fácil rechazar lo complejo que tratar de complejizar el propio pensamiento para percibir su belleza. Como cantara cierto poeta: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora”. Vaya, pues, este recuerdo, para ese artista que dejó su marca en las madrugadas de la venganza, de quien aprendí que el coraje siempre es mejor, que existe un tal Denis de Rougemont y que no se puede confiar en ciertas personas de apellido Bevilla’acqua. Porque el tiempo es olvido, y es memoria.
EL TIRO DEL FINAL
Alejandro Dolina, su equipo y “La Venganza Será Terrible” son parte del paisaje y la cultura montevideana, por eso no es que vengan, siempre están volviendo con su público.
Así que, mientras los brillos de las luces se apagan y los ecos de las últimas notas se extinguen, solo queda exclamar “¡adiós, Maestro!” y esperar el retorno de la magia del convivio que permite resistirnos a la nada de los mercaderes del templo, aunque sea dos horas cada madrugada.
FICHA TÉCNICA:
Conducción: Alejandro Dolina, Patricio Bartn, Gillespi. Música: Trío sin nombre (Ale Dolina, Martín Dolina, Manuel Moreira). Producción: Maica Iglesias, Eugenia Gorostiza. Pesquisas Literarias: Cora Barengo. Operación Técnica: Miguel Vincent