Nieva sobre nosotros.
Por Carlos Diviesti.
Martha e Ingrid fueron amigas durante su juventud, tan amigas que hasta lo compartieron a Damian en aquellos años ochenta que no arrastraban su propia historia. Hoy, fortuitamente, Ingrid se entera de que Martha tiene cáncer y de que se está por morir. Ingrid es una autora exitosa de manuales de autoayuda. Martha fue corresponsal de guerra, tiene una hija de la que está distanciada, y está sola. Ingrid la visita en el Centro Oncológico de Manhattan donde está internada, y cuando es una certeza que el tratamiento que le aplican ya no da resultados (si es que los dio alguna vez), Martha le pide un favor a Ingrid al cual no podrá negarse si le parece todo lo horrible que suena si no se lo racionaliza debidamente: que la asista en su suicidio. Claro que en esta película, el primer largometraje de Almodóvar filmado en inglés, las cosas son demasiado graves como para que haya un mínimo de humor zumbón al que el manchego acostumbró a sus espectadores en los últimos cuarenta años.
Pero Almodóvar en La habitación de al lado se las ingenia para limpiarse el lastre de sus narraciones derivativas, erráticas y caprichosas, y durante las tres cuartas partes del relato concentra la atención en la imagen (sí, la imagen) de Martha e Ingrid, irremplazablemente interpretadas por Tilda Swinton y Julianne Moore. Y cómo esta es otra de Almodóvar, y como Almodóvar tiene más de setenta y es uno de los grandes maestros modernos, Almodóvar tiene más interés en soslayar los “temas importantes (el cambio climático y la decisión de morir dignamente, entre otros)” y en mostrarnos el melodrama en el rojo technicolor de un rouge apasionado, como en esas magníficas películas que vio en su infancia y que le sirvieron de espejo a sus contemporáneos, y cuyas imágenes habrán de campear el tiempo de todos los vivos y el que vendrá después, cuando hayamos muerto.