Por Carlos Dopico.
Esta es una nota coral con diez entrevistas por el centenario del nacimiento de Lágrima Ríos, una de las artistas sobresalientes de la escena musical uruguaya. La cantante Lida Melba Benavídez Tabárez, bautizada tempranamente como Lágrima Ríos por el músico y compositor Alberto Mastra, nació el 26 de setiembre de 1924; sin embargo, en un año de definición electoral, es probable que su reconocimiento quede si no en el olvido, al menos velado. Por eso creímos importante esta semblanza coral, en la que figuras de distintas ramas musicales la evocan y celebran su recorrido y legado.
Fotos: Gentileza Archivo Fotográfico de El País.
Lágrima conjugó tanto el tango como el candombe, y fue leyenda de ambos. Figura ineludible de Añoranzas Negras, Morenada y Serenata Africana, fue distinguida como “La Dama del Candombe”, y tan reconocida por su faceta tanguera que hasta formó parte de Café de los Maestros, la selección de leyendas del género rioplatense concebida por el productor Gustavo Santaolalla y filmada por Miguel Kohan, en aquella versión porteña del trabajo de Ry Cooder y Wim Wenders con Buena Vista Social Club. Además, Lágrima hizo folclor en sus primeros años de actividad, spirituals poco después y hasta se atrevió con el blues en el último período. En cada tramo y en cada oportunidad revindicó el género y los orígenes étnicos. Fue presidenta de la organización Mundo Afro y, poco después, también de la Unidad Temática de la Intendencia de Montevideo, en defensa y promoción de la colectividad afrouruguaya.
Nació en el departamento de Durazno, pero tempranamente se radicó en el barrio Sur de Montevideo. Desde niña habitó el emblemático conventillo Mediomundo, donde conoció a Gardel sin saber que estaba en presencia del Mago. En 1943, cuando tenía diecinueve años, integró el trío de Alberto Mastra, con el que comenzó a cantar tangos y milongas. “El tango son historias”, diría al diario La República en 1997. “No todas las letras tienen por qué hablar de la mujer mala o el hombre pendenciero”.
Poco tiempo después, en 1956, resultó ganadora del certamen nacional de canto organizado en CX24, envión que le permitió trabajar como cantante en la orquesta típica de Orosmán Fernández, hasta que comenzó a sentir la presión racial y sufrir en carne propia la discriminación. Fue así como en 1960 conformó el grupo vocal afrodescendiente Brindis de Sala (en homenaje al violinista cubano Claudio José Brindis de Salas, apodado el Paganini Negro), con el que logró trabajar durante casi una década en fonoplateas de radio y televisión.
Si bien pudo viajar por el mundo como cantante, el reconocimiento le fue esquivo y la primera oportunidad de registrar su propio material se concretó recién una década más tarde, en 1972 (a sus 48 de edad, treinta años después de iniciarse como cantante), cuando de la mano de Hilario Pérez en la producción artística y con el acompañamiento de guitarras publicó La perla negra del tango.
Tanto su rango de vocal de contralto –tan poco habitual en el universo femenino–, como su interpretación, cadencia y fraseo hicieron de Lágrima un sello inconfundible. Ella misma solía decir: “Los negros tenemos las cuerdas vocales una pinta más gruesa que los blancos”.
Compartió escenario con figuras legendarias de la talla de Alberto Mastra, Aníbal Troilo, Aníbal Arias, Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, Tabaré Etcheverry, Roberto Goyeneche, Héctor Mauré y Alberto Castillo. A pesar de los obstáculos, su recorrido escénico fue tremendo. Cantó en el Teatro Solís de Montevideo, el Teatro San Martín de Buenos Aires, el Royal Albert Hall de Londres e incluso la Sorbona de París.
Para esta nota, convocamos voces consagradas de ayer y hoy, músicos y músicas, productores, arregladores y realizadores que la conocieron y la recuerdan con admiración: Hilario Pérez, Miguel Kohan, Daniel Petruchelli, Juan Campodónico, Malena Muyala, Luciano Supervielle, Ángela Alves, Andrés Torrón, Jorge Trasante y Pablo Traverso.
En 2023, luego de una extensa investigación, el músico y productor Juan Campodónico junto al músico y periodista Andrés Torrón reunieron once músicos uruguayos referentes del candombe, la milonga y el tango en una exquisita muestra valorativa de su legado. Lágrima y Amalia de la Vega fueron las dos mujeres seleccionadas.
Juan Campodónico: Creo que fue la mayor voz femenina de estos estilos en Uruguay. Aparte de pararse en los tres estilos y con propiedad total, tenía sentido para nuestra muestra, que hablaba de la intersección de estas músicas.
Andrés Torrón: Incluimos a Lágrima Ríos en la muestra porque nos parece que fue una figura fundamental en la música del Río de la Plata, no siempre reconocida. Por más que ella fue una figura muy popular –sobre todo en sus últimos años–, sus aportes a la música uruguaya y rioplatense no han sido debidamente reconocidos. Además de ser la única cantante afrodescendiente que registra la historia del tango, su estilo da cuenta de la relación de ese género con el candombe y con la milonga. Y esa interrelación marca las fuertes raíces africanas que hay en los tres géneros. Lágrima cantó muchas cosas distintas, pero siempre dio cuenta de esa raíz africana y lo hizo con una tremenda personalidad.
A mediados de 2023, el Sodre montó en la sala Fabini una ambiciosa puesta en escena para la ópera La perla negra, en la cual la cantante e intérprete Ángela Alves fue protagonista dando vida a Lágrima Ríos.
Ángela Alves: Para mí, como cantante, mujer y siendo parte de un universo afro, tuvo todo el sentido ponerme los zapatos de otra mujer que ya recorrió la senda que hoy recorro. Encarnar sus vivencias, desde las más rudas, como cuando no le permitieron cantar porque el lugar se reservaba el derecho de admisión, hasta momentos más bellos, como cuando encontró en Gardel la inspiración para cantar. Desde la emoción de sus primeras presentaciones hasta llegar a su cúspide. Tiene sentido para mí y para todos los afrouruguayos el enorme orgullo que significa tener una mujer talentosa transitando su arte. Cuántos hay que sólo pueden soñar…
¿Qué características debías tener en cuenta para una fiel interpretación?
La primera era la voz profunda de Lágrima. Cada cual tiene su propia identidad vocal, pero la cercanía de un timbre grave creo que acerca a la experiencia de mejor manera. Por otra parte, el carácter humilde pero también bravío de Lágrima. Ella era una mujer tranquila, de paz, pero no se dejaba abatir. Fue defensora de su gente y, aunque por años estuvo separada de la música, bastó con una chispa que la volviera a encender para que regresara y avanzara hacia su triunfo. Por último, era una dama que encarnó la femineidad elegante de su tiempo.
Lágrima fue una de las artistas nacionales que atravesó los distintos géneros, yendo del tango al candombe, pasando incluso por el folclor y el blues en los últimos años. ¿Encontrás otro caso local de intérpretes femeninas que hayan transitado tan libremente por tantos géneros?
Torrón: Creo que hay otras artistas que han transitado muy bien por géneros muy diversos. Laura Canoura haciendo canción popular, pop, tango y hasta canción francesa, por ejemplo. Lo particular de Lágrima es esa impronta afro que le daba a todas sus interpretaciones.
Campodónico: No conozco a nadie que cante con la profundidad que lo hacía Lágrima. Yendo a la variedad de estilos, debo reconocer que en Uruguay se da la mezcla naturalmente. Somos un país chico, ciudad puerto, influidos por los vecinos, mirando al mundo. El uruguayo es ecléctico por naturaleza.
Daniel Petrucelli (71 años), el prestigioso guitarrista y arreglador de tango uruguayo, compartió muchas instancias a lo largo de la vida junto a Lágrima Ríos a quien conoció por 1968. Cuando culminaba sus actuaciones en La Tasca del Toro, apuraba el paso para terminar la noche en Teluria, la vinería en la que hacía su pasada artística la Madrina del Tango. Más tarde, llegó incluso a producir artísticamente uno de sus trabajos: Canción para mi pueblo (1998).
¿Qué lágrima conociste? ¿Era ya una figura consagrada del tango y el candombe?
Daniel Petruchelli: Era una cantante consagrada, obviamente, no solamente del candombe, sino también del tango. Tango cantó siempre, aparte del candombe, pero era ya un valor tenido en cuenta. Aún no había tenido viajes a Europa, supongo que sí a la Argentina. Pero ya era una cantante hecha y derecha.
¿La sentías como una especie de madrina artística?
Petruchelli: Algo así.Obviamente eran mis primeras armas en el espectáculo, cantar y guitarrear, y ella era una persona que te daba total seguridad. El trato entre nosotros era algo que me alimentaba mucho, incluso escucharla cantar. No era solamente Lágrima, todos quienes iban. Había otros valores por allí, entre ellos Osiris Rodríguez Castillos, a quien conocí también bastante, incluso en su posterior etapa en España. Había cantidad de personajes que en esa época pasaban por Teluria. Era un sitio de encuentro y de contacto.
Años más tarde, Lágrima tendría la misma actitud ante otra de las célebres cantantes de la escena local, nada menos que Malena Muyala –hoy directora del Teatro Solís– al momento del Certamen Nacional de Tango.
Malena Muyala: Conocí a Lágrima en Joventango, en el año 91, cuando gané el Primer Certamen Nacional de Tango, con veinte años. Recuerdo su afectuosidad y generosidad al saludarme y alentarme dentro de un camino que ambas sabíamos arduo para las mujeres en el universo tanguero. Cada vez que nos encontrábamos surgía una familiaridad construida básicamente desde la intuición.
¿Cuán influyente fue para vos?
Muyala: En muchos aspectos Lágrima fue aprendizaje para mí. Desde la comprensión de la enorme diferencia entre cantante e intérprete, a la revelación de que ambos aspectos no se excluyen mutuamente y que combinarlos en su justa medida es una de las más apasionantes tareas en el camino de una artista.
En un mundo dominado por hombres blancos, la aparición de una cantante afrodescendiente generaba rechazo, resistencia y quizá cierto temor de ver vulnerados sus espacios. La propia Lágrima confesó en una nota con el diario El País: “Cuando era joven me daba cuenta de que, al llegar a un lugar, no era bien recibida. No hacían falta las palabras hirientes o el rechazo explícito. Era un clima que se creaba a mi alrededor”. Más tarde, en entrevista con el diario argentino Página 12 respondió: “Una vez en la Casa de Galicia me dijeron que no se permitía el ingreso de negros a los bailes. Y me tuve que ir. Sentí una gran humillación”. A pesar de la resistencia, su encanto y simpleza lograban mantenerla a flote y reciclarse artísticamente.
¿Cuánta resistencia creés que enfrentó en el universo del tango por ser mujer y afrodescendiente?
Torrón: Muchísima. En 1956 ganó un concurso nacional de tango cuyo premio era el puesto de cantante en la orquesta de Orosmán Fernández. Hubo varios locales que dejaron de contratar a la orquesta porque no aceptaban que hubiera una cantante negra. Por esa razón Lágrima tuvo que dejar la orquesta y abandonó el tango por más de una década. Recién pudo grabar un disco propio en 1972 (La perla negra del tango), que fue un éxito.
Alves: Debe de haber tenido toda la resistencia, hasta que algunas personas vieron su talento y la rareza de una mujer afro cantando tangos con el talento que ella tenía, como en un intento de hermanar el tango con el candombe y traerlo a sus orígenes, también afro. Como decía [Daniel] Vidart, “el tango tiene motas en sus raíces”. Después de que escaló clases sociales y salió de los suburbios a los salones, el tango fue apropiado de tal forma que muchos académicos no quisieron reconocer sus orígenes humildes. Pero lo que nace del barro, barro es y al barro vuelve, a mucha honra.
Muyala: Tuvo una gran valoración, pero eso no se tradujo en el debido reconocimiento. Reflexiono que en la actualidad estamos empezando a dimensionar lo que significó que una mujer afro irrumpiera en la escena musical, con la sensibilidad y fortaleza de Lágrima. Todos los preconceptos que derribó y la valentía con la que afrontó el ingresar a un espacio dominado por otras lógicas, abrirse paso en ese escenario y hacer escuchar su voz en todos los sentidos.
¿Qué características sobresalientes encontrabas en Lágrima Ríos que la hacían una cantante distinta?
Petruchelli: Ella había participado en cuartetos vocales muy finos, con arreglos y piruetas vocales más acrobáticas. Era una persona que cantaba excelsamente. Tenía una cosa natural que no le imponía ningún esfuerzo. Me refiero a la interpretación, la postura, la presencia ante el público. Las canciones que defendía eran aquellas cuyos textos le apasionaban. Era una persona única, no te hacía acordar a ninguna otra.
Imagino que su negritud también le aportaba un tono particular.
Petruchelli: Sí, claro. Su negritud era parcial porque ella era hija de madre negra y padre blanco, pelirrojo. Pero sí, su parte africana se veía cuando entraba al escenario dando unos pasitos de baile. Tenía todo el swing y lo mostraba con discreción, con movimientos sutiles de brazos y cadera. Ahí estaba el África, sin dudas.
¿Qué abordaje particular encontrás en su trabajo interpretativo?
Muyala: El peso de cada palabra, de cada nota. Sin duda, el canto la atravesaba como la vida. En cada frase estaba Lágrima, sin pretensiones, dejando aflorar lo más profundo de su ser.
Con Andrés Torrón, y gracias al acceso de Paco Gude (pareja de Lágrima y su representante durante tres décadas), tuvieron la oportunidad de entrar recientemente a su casa y acceder a sus archivos. ¿Qué fue lo que más les sorprendió de lo que encontraron para conformar la muestra?
Campodónico: Paco, el esposo de Lágrima, fallecido en setiembre de 2023, también fue una persona maravillosa que nos abrió su casa para investigar. Lo más valioso quizás fue un par de simples que encontramos en la discoteca de Lágrima con Brindis de Sala, el grupo al estilo doo wop pero candombero que ella tuvo en los sesenta.
Torrón: Brindis de Sala fue un quinteto vocal que Lágrima integró entre 1960 y 1963, que al estilo de los grupos vocales de doo wop, hacían candombe y otros ritmos afro, con unos arreglos de voces impresionantes.
¿Creés que es aún parcial el reconocimiento hacia esta notable intérprete?
Torrón: Aún hoy seguimos recordando a Lágrima como figura de la cultura popular por lo que hizo en sus últimos años de vida, lo cual está muy bien, pero poca gente sabe de Brindis de Sala, de su hermoso disco La perla negra del tango, de sus participaciones con Alberto Mastra siendo una adolescente casi. Todavía estamos en deuda con su legado.
Las influencias musicales le habían llegado de todas direcciones. Además del candombe, género cotidiano en el ambiente sonoro del conventillo, Lágrima había comenzado a absorber guaranias, rancheras, pasodobles y coplas españolas en vitrolas y radios del vecindario donde su madre trabaja como cocinera y lavandera. Tempranamente, la pequeña Lida había comenzado a cantar y bailar aquella música. Años más tarde, trabajando ella misma como empleada doméstica en una casa por 8 de Octubre, fue ampliando el repertorio y aprendiendo de memoria las canciones que le resultaban más interesantes. Cuando tuvo oportunidad de trabajar como cocinera en la familia de un agregado cultural de la embajada estadounidense se deslumbró incluso con el blues y piezas del soul que le permitirían mayor despliegue vocal. Tanto fue así que, en julio del 2001, junto a Pablo Traverso, Daniel Frappola y toda una big band, se dio el gusto de interpretar en la Sala Zitarrosa varios clásicos del género traducidos especialmente al español y cumplir un sueño artístico.
Traverso: Todo comenzó una mañana escuchando la radio junto a mi vieja. Le estaban haciendo una entrevista a Lágrima Ríos y le escuché decir: “No me quiero morir sin hacer blues porque es una música que me encanta, y nunca tuve oportunidad de hacerlo”. Ni bien lo escuché, le comenté a [Daniel] Frappola, con quien trabajábamos a menudo en aquella época, y decidimos llegar a Lágrima. Telefónicamente le comentamos la idea que teníamos y en principio le resultó alocada, pero nos convocó en su casa, donde le desarrollamos la propuesta y le encantó. Nos decía: “Mijito, ustedes me tienen que ayudar, porque yo de esto no sé nada. Es una música que me encanta y la siento en el alma, pero no conozco los códigos”. Así que fue todo un trabajo, porque es verdad, hay tiempos y formas que son propios del género. Pero ella trabajó de la misma forma que cada uno de nosotros. Iba a todos los ensayos junto a su esposo, Paco, quien era tremendamente crítico con ella, pero al mismo tiempo muy estimulante. Trabajó mucho. Preparamos una serie de temas e hicimos una Sala Zitarrosa. Fue increíble verla cantar con la pasión que lo hizo. Hicimos una traducción artística de las canciones para que ella las pudiese cantar. Fue una experiencia maravillosa. Queda dentro de la vida de cada uno de nosotros haber podido trabajar con una artista de la talla de Lágrima y todo el amor que nos dio en ese tiempo de trabajo. Pero queda también en su propio currículum que finalmente hizo blues.
Seguimos con la cronología de su carrera. Si bien conformó distintas agrupaciones y proyectos artísticos (el Trío de Alberto Mastra, la Orquesta de Orosmán Fernández y el grupo coral Brindis de Sala), fue recién en 1972 cuando se presentó la oportunidad de grabar su primer registro discográfico: La perla negra del tango.
Campodónico: Un dato que nos contó Hilario Pérez en la entrevista que le hicimos para la muestra fue que La perla negra del tango resultó uno de los discos más vendidos en el año 1972, cuando salió, pero también lo fue al año siguiente. Ese disco, del cual no se conservan los masters originales y que tenemos que escuchar copiado de copias en vinilo, fue un éxito masivo en Uruguay.
Como guitarrista, ¿qué valoración hacés de La perla negra del tango?
Petruchelli: Me gusta mucho lo que escucho ahí, es muy bueno. Ella siempre ha estado acompañada por gente poderosa, tanto en guitarra como en bandoneón, y tanto aquí como en Buenos Aires. De repente, lo que le pasaba a Lágrima era que era una mujer muy generosa y no exigía muy firmemente lo que debía ser su caché, su valoración. No tenía empacho en cantar cualquier cosa que le pidieran. Era apasionada, pero sobre todo muy bondadosa. Era apasionada de su música y de Mastra, que fue quien le puso ese nombre artístico. Esa relación con Mastra la tenía muy en alto. Es también un índice de los puntos musicales en donde estaba. Mastra, visto a la distancia, es un gigante, a pesar de lo menudo que era físicamente. Es un gigante de la música y de la guitarra ni que hablar. Tenía un fuego para tocar que era increíble. Tiene una anécdota famosa de que fue escuchado por Gardel, e incluso que audicionó para él en Montevideo. Gardel no lo contrató porque era zurdo, se dice que opinaba que la gente se iba a fijar demasiado en el guitarrista zurdo y perder la atención central. Es una anécdota que contaba Mastra.
El registro de La perla negra del tango fue desequilibrante en la carrera de Lágrima. A sus 48 años conseguía finalmente grabar de forma solista, escoltada nada menos que por Hilario Pérez y su conjunto, una leyenda guitarrística que, además de su incursión a trío, ya había acompañado no solo a Amalia de la Vega, sino a varios artistas argentinos y nada menos que a Alfredo Zitarrosa desde la primera guitarra (entre 1966 y 1971).
La forma en que Lágrima llegó al registro con el sello Mallarini tiene versiones disímiles. Por un lado, la de Werther E. Brito, a instancias de su programa radial, para el que confiesa haber convencido a Juan Carlos Mallarini pidiéndole una gauchada para grabar en Eco una presentación de Lágrima Ríos. Por otro, la del propio Hilario Pérez, quien aseguró en entrevista con este medio que fue él quien no solo promovió, sino que financió la grabación de aquella placa emblemática de la música local y piedra fundamental de la carrera artística de Lágrima Ríos. Durante 1972, Hilario publicó además Las guitarras de Gardel Vol II y el álbum Hilario Pérez cantan Las Hermanas Méndez.
Hilario Pérez: La conocía de mucho antes. Era una cantante de carnaval que salía con el Macho Lungo y esos conjuntos. Yo ya sabía de sus condiciones. Un día llegué a la grabadora, a lo de Mallarini, y casualmente ella estaba saliendo. Nos saludamos y se fue. Cuando entré le pregunté al gordo Mallarini, “¿Va a grabar la negra?”. “No, qué va a grabar con esas guitarras”, dijo. Y le respondí: “¿Qué tienen esas guitarras? Además, ¿qué sabés vos de guitarra para opinar? Que no haya un mango en el sello es otra cuestión. Te digo una cosa: ¡Esta mujer está en su mejor momento, estaría bueno hacerla grabar!”. Entonces se me ocurrió decirle: “Llamala y decile que vuelva, que se traiga el repertorio que yo voy a grabar con ella, voy a hacer los arreglos, poner el conjunto de guitarras y voy a pagar yo. No te preocupes, vos ponelo en la cinta y déjalo ahí, cuando haya un mango lo sacás. Pero mirá que esto es sacar y ganar”, le dije. Y así se hizo. Se grabó y quedó muy bien. Sobre el final, traje a [Néstor] Casco para el bajo. Fue un éxito, la cámara del disco lo dio primero en el 72 y también primero en el 73, lo que no era poca cosa. Ahí ella canta bolero, tango, candombe, milonga y todo lo canta bien.
Que hicieras la producción artística del disco, ¿era también consagratorio para ella?
Pérez: Por supuesto, significaba un gran respaldo, pero después de un tiempo se olvidó. En cada nota que le hacían decía: “Sí, grabé un long play con guitarras”, y ni nos mencionaba. Aquella había sido la llave del éxito para ella.
¿Cómo fue trabajar con Lágrima Ríos?
Pérez: Ella era muy obediente. Le daba las instrucciones y aceptaba. Dentro de la selección le grabó unos temas a Mastra: ‘Una pobre melodía’, que es un bolero canción, y ‘Candombe Federal’.
El álbum tuvo distintas reediciones en vinilo, e incluso una reimpresión en formato CD. La original La perla negra del tango es del sello Mallarini, cuya portada pintó Jorge Páez Vilaró, hermano de Carlos. La segunda reedición, La perla negra de la canción (Mallarini), al igual que el CD (Perro Andaluz) tiene un dibujo de Lágrima en la tapa; la tercera fue La perla negra del tango y del candombe (Macondo),cuya carátula exhibe a Lágrima Ríos frente al conventillo Mediomundo. El grupo de guitarras lo conformaron Hilario Pérez, Ariel de los Santos, Ruben Espinoza y Néstor Casco en contrabajo, con el aporte de Walter Silva en percusión.
¿Llegaron a presentar aquellas canciones en vivo?
Pérez: Sí, tocamos varias veces. [Miguel Ángel] Manzi le vendió actuaciones en el Banco Comercial, en el Hotel Nirvana de Colonia Suiza y varios otros lugares. Ella quería poner los tambores. Un día vino Ramos –uno que estaba de integrante de Brindis de Sala– y me dijo: “Le quisimos poner los tambores, pero las guitarras no hacen el compás a tiempo”. “¿Las tres guitarras se equivocaban?”, le pregunté. Eran ellos los que no entraban en el compás.
Si bien en los años setenta ya había logrado actuar en escenarios de Madrid, Londres e incluso París, a principio de los ochenta decidió regresar a España a probar suerte y encontrar una mejor oportunidad laboral.
Petruchelli: Fue a Madrid por primera vez, completamente sola, a probar fortuna y le fue más o menos. Era un fenómeno difícil de entender, creo. Allí era el momento de la apertura, post-Franco y si bien hizo algunas presentaciones, no le alcanzaba como para sostenerse económicamente. Estuvo un par de años tratándolo. Se sostenía económicamente dando masajes. Era una gran masajista. Volvió a Montevideo y luego regresó a España en un momento en que fue convocada a un festival de tango en Granada. Ella inauguró el festival en el teatro. Había numerosas orquestas y músicos argentinos. Era la primera edición, muy importante. Abrió Lágrima y fue un éxito.
Una década más tarde, en el 93, volvieron a coincidir en Granada, durante su presentación en el Festival de Tango, pero una recaída física hizo que estuviese internada e incluso en recuperación transitoria en tu casa. ¿Qué recuerdos tenés de aquel momento?
Petruchelli: Ella estuvo al borde del abismo. Tuvo un problema cardíaco serio. Paco viajó para allá de inmediato y se quedó por un período largo. Fue justo después del festival del que había participado. Estuvo internada en CTI. Paco llegó casi enseguida. Luego volví a Montevideo y después de un tiempo regresé porque tenía una publicación de un libro musical para el Archivo de la Nación. Ahí volvimos a grabar.
Eso fue ya en 1998, cuando registran el álbum Canción para mi pueblo, que dirigiste artísticamente. ¿Qué recuerdos tenés de aquel trabajo en conjunto?
Petruchelli: Ahí eran los temas. Se decidía el repertorio, se ensayaba, se buscaba la tonalidad y se grababa voz con guitarra de base, y a veces algo simple de percusión. Ella grababa en un cubículo independiente para luego poder trabajar la voz independientemente. Muchas canciones salieron de una sola toma. Ella tenía una concepción de la canción como un relato que comienza y tiene un fin. Lo hacía impecable. Si hubo algún tipo de problema, no fue por su interpretación, sino porque en ese período había salido de una gripe y hacía que hubiese que repetir algo, quizás algún disturbio mecánico, pero no interpretativo. Tenía muy claro lo que quería decir y cómo, con la melodía y las cargas de intención.
De alguna forma, aquel álbum le abre las puertas del mercado porteño.
Petruchelli: Sí, pero lo que le abrió la puerta grande fue Café de los Maestros. Ahí eso fue fulminante, a pesar de que involucraba demasiados artistas y quedaban salpicados con pocas interpretaciones, pero sí. Luego, cuando lo presentaron en vivo, ante casi diez mil personas al aire libre, fue imponente. Estaba Bajofondo también y Gabriel Casacuberta; el contrabajista se sumó espontáneamente a tocar. Estábamos con las guitarras y se prendió porque estaba ahí, en el momento. Lo curioso fue el éxito rotundo de su presentación. Era un público enorme y la recibieron de manera realmente impresionante.
En 2005 Gustavo Santaolalla convocó a Lágrima Ríos para la grabación de Café de los Maestros, el proyecto discográfico (doble volumen que se hiciera del Grammy Latino al Mejor álbum de tango y registro documental) en el que reúne glorias del tango. Allí, junto a Aníbal Arias, Lágrima interpreta ‘Vieja viola’, mientras que con Gustavo canta ‘Un cielo para los dos’. ¿Qué sentiste al saber de ese proyecto y del reconocimiento dentro del tango que eso significaba?
Campodónico: Fue un proyecto maravilloso que buscaba ser un Buena Vista Social Club rioplatense. No lo logró porque rápidamente murieron la mayoría de los convocados. Hay una película muy buena sobre el proceso de hacer el disco y de reunir a esas glorias del tango, y los vínculos y amistades, una película hermosa de Miguel Kohan. Hace poco la proyectamos en Cinemateca en el ciclo de cine La Milonga es hija del Candombe… que acompañó la exposición. La versión de ‘Un cielo para los dos’ de Lágrima y Santaolalla es bellísima.
¿Qué fue lo que más te impactó de Lágrima?
Miguel Kohan: La conocí en los estudios ION donde se grabó la película. Me impactó mucho su presencia, su forma de hablar, su forma de cantar. Era un placer verla tras el encuadre de la cámara. Yo en ION fui operador de cámara porque buscaba intimidad, sorpresa y en un estudio de grabación no podés estar con todo un equipo de técnicos, o puedes, pero es muy disruptivo. A mí me gusta hacer la cámara, y verla a ella me resultaba muy interesante de seguir y observarla. Era muy cautivadora.
¿Qué sentiste al ver a Lágrima entre todos esos célebres exponentes del tango?
Luciano Supervielle: Fue impresionante ver cómo en el mundo del tango Lágrima era tan respetada. No era muy conocida por fuera del ámbito, pero súper respetada por sus pares, todos los veteranos que participaban en el Café de los Maestros (Alberto Podestá, Aníbal Arias, Horacio Salgán, Leopoldo Federico, Mariano Mores, Virginia Luqu, Carlos Lazzari, entre otros). Eso era muy notorio. Había una cuestión de personalidad musical muy fuerte en ella, que era única. Ella traía algo que todos los exponentes reconocían. Había distintos perfiles, recorridos y estilos dentro del tango, pero Lágrima traía una cosa propia, bien de ella. Eso fue muy llamativo y muy lindo de vivir y ver cómo ella lo vivía. Porque ella, durante todos esos años que compartimos tenía un enorme agradecimiento hacia Gustavo, hacia nosotros. Le tenía gran cariño a Bajofondo y sentía que se estaban revalorizando muchos años de carrera, y definitivamente muy escondida a todo nivel. Ahí creo que hay un racismo muy visible en lo que es la trayectoria de Lágrima. Fue muy discriminada por ser negra y mujer. Por eso era tan agradecida, y muy humilde también.
Alves: Reconocida fue, no sé si todo lo que ella merecía, pero veo murales de ella en diversos lugares de la ciudad, una cooperativa que lleva su nombre. También hay un proyecto de denominar una calle con su nombre. Creo que el reconocimiento fue más popular. Eso es lo mejor que a un artista le puede pasar. Aún así sería bueno que en las radios pasaran más su música de modo permanente, así como la de otros artistas, y que no sea solo obedeciendo a circunstancias puntuales, como fechas recordatorias.
Aquella fue una instancia muy grande de reconocimiento para Lágrima. ¿Cómo era su comportamiento en los intervalos de grabación?
Kohan: A ION fue con su hermana que vivía en Buenos Aires y mientras los técnicos ponían el estudio a punto, lo micrófonos y luces, ellas mantenían un diálogo muy lindo. Estaban las dos sentaditas y cantaban juntas. Era muy lindo ver eso, era una escena enternecedora. Se veía que eran canciones de cuando eran niñas y que evocaban. Cantaban muy lindo, a capella, improvisando y se preguntaban: “¿Te acordás de este tema y te acordás de tal otro?”. Se las veía felices.
Aquella producción audiovisual culminaba con una célebre presentación de los maestros en el Teatro Colón de Buenos Aires. Sin embargo, Lágrima no pudo ser parte de esa instancia.
Supervielle: Estuve en la casa de ella y Paco, ahí en barrio Sur, a la vuelta de Perdidos en la Noche, y era muy humilde. Ella era una señora muy grande ya. Si bien la conocí los últimos años, ella fue muy agradecida. Había quedado muy triste, ya al final de su vida, porque después de haber salido el registro de Café de los Maestros [primero salió el disco en 2005 y después se editó la película, en 2008], ella no pudo viajar al Teatro Colón. Estaba muy enferma. Fue un golpe durísimo para ella. Después de que falleció, invitamos a Paco a ir al estreno de la película, y fue un momento muy emotivo. Le tengo mucho cariño. Sin ser una persona a la que haya conocido tanto, sé que me dejó muchas enseñanzas y tuve el honor de haberla tenido en ese DVD que filmamos en el Teatro Solís cuando presenté mi primer disco.
Torrón: Aquel fue el gran reconocimiento –aunque tardío– que Lágrima se merecía. Café de los Maestros reunió a las mayores glorias del tango aún vivas y Lágrima fue la única figura uruguaya convocada. Santaolalla le dio el lugar que merecía en la historia del tango.
Si bien Lágrima era la única uruguaya, el proyecto incluía varias piezas compuestas por autores nacionales, entre estas ‘La puñalada’, de Horacio Pintín Castellanos, o ‘La Cumparsita’, compuesta por Gerardo Matos Rodríguez, arreglada previamente a su estreno por Roberto Firpo y con la letra de Pascual Contursi.
Si bien muchos pudieron haberse sorprendido por la inclusión de Lágrima entre esa selección, su vínculo con el tango y con los exponentes del género venían de mucho antes.
Petruchelli: Lágrima tenía amistad profunda con [Aníbal] Troilo, y lo menciono porque es poner un punto muy alto de referencia. Pero había un montón de profesionales del tango y otras claves musicales que también la admiraban enormemente. Ella, de repente, no tenía el sentido de la diva. Era una persona llana.
La inclusión de Lágrima Ríos en el Café de los Maestros aportaba no solo una perspectiva femenina y afrodescendiente al proyecto, sino también al tango.
Kohan: Claro, después de ver a los maestros del tango, que eran en su mayoría hombres –excepto Virginia Luque–, ver a Lágrima, una mulata cantando tangos, me parecía que cerraba muy bien el proyecto. Entender al tango desde la experiencia de escuchar a alguien como ella era una hermosa combinación para meterse en esas dimensiones interminables del género. Como siempre se habla de la herencia africana en el tango, la presencia de Lágrima Ríos era perfecta. Tengo un gran recuerdo, fue muy gratificante estar con ella. Fue gran artista que ha representado muy bien lo que ha querido expresar.
Si bien Café de los Maestros fue el proyecto más legitimador para Ríos, la relación con Gustavo Santaolalla desencadenó también colaboraciones con Bajofondo. En 2007 Lágrima fue convocada por el argentino para ser parte del segundo trabajo del colectivo, Mar dulce.
Supervielle: A Lágrima la conocí en los diez últimos años de su vida, en París, tocando con Jorge Drexler, compartimos festival. Nosotros tocábamos al aire libre y ella en un teatro cerrado al oeste de París. Luego la fuimos a ver dentro de París, al Cabaret Sauvage, creo, ahí conocí a Lágrima y Paco, su compañero, quien se transformó en un íntimo amigo. Era un veterano divino, con quien compartí incluso muchos años de relación luego de la muerte de Lágrima. Mantuvimos muchas charlas y cafés, y a través de él conocí también mucho más de Lágrima. Pero mi experiencia personal con ella fue increíble. Paralelamente a la composición de ‘Chiquilines’, de Bajofondo –no recuerdo bien la cronología– estaban ya haciendo el proyecto Café de los Maestros. Yo ya la conocía y se me ocurrió samplearla en ese tema. En Bajofondo todos presentamos ideas y una vez que elegimos los temas, pasan a la mano del grupo y los rearreglamos. En esa instancia, Gustavo propuso también grabarla y él mismo escribió esa estrofa que ella canta sobre el final del tema. O sea que en la canción conviven los samples con la grabación.
Fragmento de ‘Chiquilines’, de Bajofondo
“Chiquilines, en la vida hay que vivir el momento / que no se juega descuento para sacar lo de adentro. / Aunque a veces todo duela, / y hasta el alma se te casque, / el corazón gana siempre cuando por fin despertaste. / La voz, los días, las penas se van por la misma senda. / Las penas que sean de otros y la dicha del que aprenda”.
En la presentación de tu disco en el Teatro Solís, en 2006, la tuviste entre los invitados, pero no fue la única vez que compartieron escenario.
Supervielle: Sí, cuando presenté mi disco en el Teatro Solís tuve el honor de que viniera. Fue la primera vez que compartimos escenario. Hicimos ese tema y también ‘Un cielo para los dos’, que no recuerdo si ya estaba grabado o fue antes incluso que Café de los Maestros. En esa época ella tuvo algunos episodios de salud. Algunas veces la invitamos con Bajofondo y no pudo ir y otras sí, como cuando la invitamos a Argentina para cantar. Recuerdo un concierto en la costanera, en un lugar que se llamaba Lolamora, al aire libre, donde había como veinte mil personas. En la mitad del show hacíamos un intermedio más acústico con invitados, con Cristóbal Repetto, e invitamos a Lágrima a cantar. Tengo un recuerdo muy impactante de ese día porque la enorme mayoría de ese público no sabía de la existencia de ella y pasó algo mágico, un silencio absoluto, piel de gallina. Fue muy emocionante la interpretación de Lágrima. Ya era bastante grande y no tenía la potencia vocal de otras épocas, pero sí transmitía una magia muy grande, algo que me ha pasado con muy pocos artistas. Lágrima, para mí, fue un gran aprendizaje en ese sentido, cómo transmitía una energía tan especial en el escenario.
Jorge Trasante, el percusionista y compositor que trabajara junto a Eduardo Mateo, Ruben Rada, Jorge Lazaroff y Larbanois & Carrero, compartió con Lágrima varias instancias a lo largo de su carrera. Muchas de estas, tuvieron lugar en Montevideo y otras tantas en Francia, país donde residía y donde Ríos llegó como embajadora cultural. Fue en París donde Trasante conformó parte de la banda con la que Lágrima se presentó en distintos escenarios: el Festival Mundo Latino, la Maison d’Amerique Latine, en el marco del festival Paris Banlieues o La Sorbona, donde Ríos fue la primera uruguaya afrodescendiente en actuar.
¿Cuándo tomaste contacto con Lágrima como intérprete y cantante?
Jorge Trasante: Al ser parte de una familia afrodescendiente, el nombre de Lágrima Ríos tomó notoriedad desde muy temprana edad en mi vida. Brindis de Sala, o los tangos grabados con El Zurdo Mastra, acunaron mi adolescencia. Años más tarde vendrían los encuentros con esta maravillosa madrina de tantos músicos uruguayos. Encuentros en Mundo Afro, en su casa de la calle Durazno junto a Paco, o en conciertos, se hicieron frecuentes en cada visita que hacia a Montevideo en aquellos años que viví en París.
¿Fue en 2002 cuando conformaste la banda que acompañó a Lágrima en Mundo Latino?
El viernes 27 de setiembre de 2002 fue el concierto de Lágrima Ríos en Francia. Ese mismo día, además de cantar, Lágrima fue declarada madrina del festival, lo que significó una gran emoción para todos los uruguayos que participamos de ese evento junto a ella. Lágrima fue una luchadora y defensora incansable del candombe, del tango y de los derechos de las mujeres afrodescendientes en el mundo, por lo tanto, ese fue un muy importante reconocimiento a su trayectoria y compromiso.
El concierto fue exactamente un día después de que cumpliera 78 años. ¿Hubo festejo?
Sí, el día anterior al concierto, el jueves 26 de setiembre habíamos festejado el cumpleaños de Lágrima en París junto al Sena, con los muchachos de Balakatum y Ronald Rivero en lo de Jorge Jure.
¿Recordás detalles de aquella presentación?
Recuerdo que el show fue a la tarde en una carpa dentro del enorme Festival. Candombes, tangos y milongones maravillaron al público francés.
La acompañamos con la guitarra de Ronald Rivero y los tambores de Balakatum, un grupo de jóvenes que en Fontenay-sous-Bois salían a candombear por las calles y por el Bois de Vincennes, hijos de uruguayos y amigos franceses con los cuales solíamos compartir cursos, ensayos y conciertos o disfrutando simplemente de tardes candomberas.
En el festival también tocaba Jorge Drexler y luego del show con Lágrima, los hermanos Juan y José San Martín, que lo acompañaron, me comentaron que a Jorge Drexler le gustaría que con los tambores pudiéramos acompañarlo en unos candombes que iba a cantar, y así fue como cerramos esa noche candombera inolvidable del Festival Mundo Latino. Fue de esos conciertos que quedan grabados en tu mente para siempre.
Lágrima Ríos falleció a los 82 años, el 25 de diciembre de 2006, a causa de una afección cardíaca.
Campodónico: Lágrima fue una artista excepcional y creo que todos los reconocimientos, aunque tarde, muchas veces son valiosos para dar dimensión a estas perlas de nuestra cultura. Reconocer a estos artistas y a la rica historia de la música uruguaya es reconocernos y valorarnos a nosotros mismos como comunidad.
Muyala: La visité algunas veces en su casa, siempre me recibió con un cálido abrazo y a partir de allí no parábamos de hablar. Yo escuchaba absorta el sinfín de anécdotas que ella, estoy segura, me compartía en el afán de contarme cómo era el camino. Jamás me dio consejos, se limitaba a elogiar las características que a ella le gustaban de mi canto. Siempre valoré eso, sobre todo en un momento en el que tanta gente me decía qué debía hacer o cómo debía cantar. Ella entendía a cabalidad cmo amparar la libertad. Siempre será una maestra de la cual seguiré aprendiendo y a quien seguiré agradeciendo cada vez que me cruce su voz.
Paco Gude, su compañero de vida, fallecido en 2023, escribió en La perla negra del tango: “Recuerde que Alerto Mastra, al llamarla artísticamente Lágrima Ríos, sabía que su voz era cual gota de llanto convertida en melodía”.