Por Eldys Baratute.
Llegan a mí, de la mano de una dupla que por suerte se han unido para concebirlos, dos álbumes ilustrados en los que texto e imagen se abrazan para transmitir emoción. Dos libros soñados, escritos e ilustrados por Karina Macadar y Nat Cardozo y editados por Ediciones Santillana S.A.: Alboroto animal y Vicente y su monstruo horripilante.
Me adentro en ellos y me parece estar viendo al mismo protagonista que salta de las páginas de uno al otro, como si asistiéramos a fragmentos de su vida, lo que me hace pensar que quizás queden otros de esos fragmentos por ahí, sueltos, esperando ser contados.
El protagonista de Alboroto animal se llama Feli, y aunque el título del libro anuncia que la historia pudiera desarrollar en la selva, el campo, o al menos en un corral, sucede exactamente lo contrario, ese alboroto ocurre en la casa del niño, o mejor, en su imaginación. Hay una gran metáfora en esta historia, la metáfora del “parece”. Feli parece un cocodrilo, un zorrillo, un león, un puercoespín. Feli transforma ese “parece” en amigos, seres reales que conviven con él y que pudiesen ayudarlo a mitigar su soledad.
Quizás, y esto es un gran quizás, cada uno de ellos vienen a llenar un espacio vacío. Quizás y, solo quizás, está historia narrada en primera persona, esconde, a la manera de un iceberg, mucho más de lo que se cuenta a simple vista.
No voy a hablar del final, de qué sucede cuando se reúnen todos los animales y de cómo Karina Macadar sale airosa de una historia que corría el riesgo de volverse demasiado didáctica y moralizante de no haberla tejido una autora con herramientas, una autora que sabe construir un texto que no solo divierte, sino que edifica, emociona, conquista a lectores de todas las edades.
Las imágenes de Nat Cardozo son hermosas, con una gestualidad marcada en los rostros que evidencian los estados de ánimo por los que pasa ese niño que es él y muchos al mismo tiempo. Otro elemento a destacar es el uso del mismo vestuario por cada uno de los amigos de Feli, lo que recalca la idea de que esos que lo visitan forman parte de su imaginario y no son más que la proyección de sí mismo. Nat Cardozo no elige reproducir el mismo rostro o el mismo nombre, con el detalle del vestuario reafirma la idea de la autora, e invita a que los lectores descubran eso que para unos será evidente y para otros no tanto.
Otro elemento a destacar en el estilo de la ilustradora, y digo estilo porque es algo que se puede apreciar en otros títulos, es el uso de fondos blancos. Las imágenes descansan en una plataforma clara que refuerza el valor de la ilustración. Nat Cardozo no apuesta por recrear ambientes, por el contrario, se centra en el personaje y deja que este cargue con el peso del mensaje. De ahí la acentuada expresión de los rostros.
Alboroto animal es un libro que recomiendo para que se lea en familia, para que los mediadores asuman su rol y propicien en los más pequeños una lectura inteligente.
En Vicente y su monstruo horripilante, el otro libro en que aparecen ambas, continua el periplo de Feli, ahora con otro nombre. Vicente quiere un regalo poco común, nada de lápices de colores, de juguetes, de viajes a la playa. Vicente quiere un monstruo horripilante con un ojo, diez manos y que haga temblar de miedo a todo el mundo.
¿Por qué eso?, me pregunto, ¿por qué quiere Vicente ese regalo? ¿Qué pasa con ese niño que evidentemente no es igual a los otros? ¿Qué está diciendo aquí Karina Macadar? ¿Hablamos aquí también de la soledad de la infancia?
Y aunque todo apuntaba a una historia de terror infantil, en la que un monstruo parece que aterroriza al protagonista, Karina rompe el cliché y resemantiza a un personaje icónico. Ese monstruo, el suyo, el de Nat Cardozo y el de Vicente, rompe con todos los moldes. En vez de tener mal aliento, se cepilla los dientes, en vez de ser fiero y temible, es amable y cariñoso, le gustan los malabares, teje, pinta, se corta las uñas. Hay algo mal con ese monstruo, se dice Vicente y ese decir no es solo suyo, sino también de una sociedad que estigmatiza y rotula. Ahí se esconde la otra historia que alberga este hermoso álbum ilustrado.
Al pasar las páginas el lector irá creciendo con Vicente, y con esto no me refiero al crecimiento físico mientras espera el próximo cumpleaños, sino del crecimiento espiritual. Vicente pasa de la inconformidad a la aceptación, del enfado a la alegría, de la desazón al gozo, de la burla al respeto. Vuelve la autora a entregarnos, sin didactismo evidentes, una lección de vida.
Nuevamente Nat Cardozo enfatiza lo expresivo de los rostros, nuevamente se apoya en ese fondo blanco que a ratos te deja respirar soledad y a ratos te invita a mirar detenidamente a los personajes principales, a no perderlos de vista, a construir junto al de ellos tu propio mundo. Dos libros, dos creadoras, una misma forma de acercarse a la infancia a través de la emoción y el respeto, algo que evidentemente Karina Macadar y Nat Cardozo saben hacer de sobra.