Por Gabriela Gómez.
Renata Denevi (1995), hija del director y dramaturgo Jorge Denevi y de la actriz Ileana López, no podría tener otra actividad sino la relacionada con el teatro. Como ella misma lo dice, en su caso no funcionó lo de “en casa de herrero, cuchillo de palo” y aunque en un principio quiso estudiar odontología, terminó entrando al teatro a través de la danza y el cine. Desde pequeña acompañó a su padre en los ensayos y convivió en su casa con el teatro desde que empezaba el día, hasta cursar la EMAD y participar en varias obras que escribió, actuó, dirigió o codirigió con su padre. Esta experiencia hizo que ante la enfermedad de Jorge Denevi accediera al pedido de Álvaro Armand Ugón para continuar con la dirección del unipersonal Recuerde esto: la lección de Jan Karski, obra premiada como mejor unipersonal por ACTU y el Colectivo de Críticos Independientes (CCI).
Sumado a esto, también fue premiada junto con Luis Pazos y el director Leonardo Martínez por la obra Extractos como mejor espectáculo del año, mejor dirección y texto de autor nacional por el CCI. Viéndola en escena se nota mucho su experiencia, en la manera en que se mueve en el escenario y cómo utiliza su cuerpo y sus gestos de manera segura y muy diferente al registro que estamos acostumbrados a ver, lo que hace pensar en otras “texturas”, como ella dice, que provienen del lenguaje del cine. Por esto sorprende que haya sido rechazada del concurso que realizó la Comedia Nacional para formar parte de su elenco en una decisión que priorizó la variedad de directores en las obras que participaron y no prevaleció la experiencia o la calidad de una actriz que se destaca –y mucho– y además obtiene el reconocimiento de la crítica por su calidad de actriz y de directora.
¿Ha cambiado la idea que tenías del teatro por haber crecido en un hogar donde este tema está siempre presente?
No, cambio no, porque así como como bien decís me crie en ese ambiente. Entonces más que cambios fue como con un pasaje. Viste que está eso de que “en casa de herrero, cuchillo de palo”, pero en mi caso fue todo por el mismo canal. Me acuerdo de que cuando era muy chica quería ser dentista y mi padre se reía. Y bueno, después empecé con la danza, pero siempre estuve interesada. Empecé a hacer danza en el espacio Desarrollo Armónico y siempre en contacto con las artes escénicas o con una veta artística porque en mi casa se mamaba arte desde la mañana hasta ir a dormir. Tanto mi padre como mi madre son como muy fundamentalistas, que es un estilo de vida, más allá de ejercer su trabajo. Lo tienen impregnado; tanto mi padre, que lo único que hace es teatro y ver cine; como mi madre, cuyo estilo de vida es el estudio del comportamiento y de los vínculos humanos, todo el tiempo está pasando a través de sus emociones, tanto cuando canta tangos como cuando está escuchando música: está siempre ahí el material. Entonces, en un momento, cuando estoy haciendo danza, me encuentro con Beatriz Flores Silva y hasta el día de hoy no sé por qué hice ese curso. Era un curso de actuación ante cámaras. Creo que mi madre había filmado una película con ella y me hablaba de lo genial que es Beatriz y cómo dirige a los actores, y yo estaba muy interesada, siempre lo estuve, en dirigir. Porque, claro, yo lo que hacía era sentarme en el teatro a mirar los ensayos. El interés surgió así, fue algo muy natural y para mi desarrollo personal fue clave hacer el curso con Beatriz Flores Silva, porque ella me despertó un gusto, como una independencia en el gusto, porque quieras o no a los padres siempre estás ligado, pero con Beatriz era otro punto de vista, era una mujer como toda otra, además del cine que a mí me fascina. Ahí me enganché y decidí hacer la EMAD. Creo que ese fue como el punto clave.
Hiciste la escuela de la EMAD, ¿cómo fue tu experiencia?
Sí. Yo estoy muy agradecida con la educación pública, es una gran escuela. Siempre la digo “vayan a la EMAD”, además de que es gratis, tiene muchas horas, tienen buenos profesores. Es un entrenamiento súper importante y bien necesario para el futuro del actor. Íbamos de las ocho de la mañana a las dos de la tarde, de lunes a sábados. Hay una gran historia del teatro, altura, calidad y compromiso. Pero bueno, siempre sucede en las instituciones (en este caso que depende de la Intendencia) que los puestos terminan siendo relativos con el criterio que para mí tendría que ser de calidad artística. Están los famosos llamados “concursos”, que no hay. Muchas cosas que atraviesan a cualquier institución en el mundo, está la burocracia que cuando uno está ahí es un poco pesado de vez en cuando.
Participaste en la dramaturgia de Madre, una obra en colectivo que ayudaste a armar.
Sí. Fue algo que escribí en colectivo con unas compañeras de la EMAD. Hicimos como un proceso de investigación sobre esa temática. Entonces les propuse trabajar, en un ida y vuelta sobre cosas de nuestras vidas, lo que se llama autoficción. Lo que ellas escribían yo lo iba “arreglando”, digamos, para que sea útil para la escena, no como yo lo quería. Eran muchas escenas cortas, en realidad el material fue de todas, lo que hice fue organizarlo y adaptarlo.
También trabajaste con el elenco de la Comedia Nacional, en una obra dirigida por tu padre.
Trabajé como actriz invitada en una obra que se llamaba Pájaro estúpido, de Aarón Pozner. Es una versión contemporánea de La gaviota, de Chéjov. En ese momento Mario Ferreira estaba dirigiendo la Comedia Nacional y le propuso a mi padre que me invitara para el personaje de Nina. Recién habíamos terminado Panorama desde el puente, y si bien los personajes no son similares, yo daba la edad para el personaje de Nina y empecé a ensayar. Una lástima, porque cuando estrenamos, hicimos una función y vino la pandemia.
¿Qué es para vos el cine? ¿Has actuado en cine?
He hecho muy poco de cine, es algo en lo que me encantaría incursionar. Me gusta mucho el cine y lo considero como mi segunda escuela. Porque si bien el teatro es obviamente mi pasión y es lo que me gusta: me gusta hacer, me gusta ensayar una obra, me gusta su dinámica; en el cine, como espectadora, realmente he aprendido un montón de los actores y de los directores, los comportamientos, las composiciones de los personajes… Desde muy chica empecé a ver cine y me interesé enseguida; y ahí sí empecé hacer como una escuela paralela, mientras iba al liceo, iba a Cinemateca, donde veía a todos los directores. Hitchcock, John Ford, Bergman, empecé a verme todo cuando en Cinemateca hacían los ciclos de películas de diferentes directores, como Tarkovsky, justo el otro día estuve viendo la escena final de El sacrificio, que fue una de las películas que me marcó.
Siempre estuve muy influenciada por este tipo de actuación, por esa textura, digamos, y las obras de teatro que he visto que más me han gustado son las que mezclan la vibración de la actuación más cinematográfica, pero explayándose como debe y requiere el teatro, con los actores en vivo. Esto es lo que a mí más me fascina y justo en Extractos hablamos mucho de esa mezcla. Con Leonardo Martínez y con Luis Pazos al principio, estuvimos mucho tiempo hablando de eso, viendo películas de Roy Anderson, como para mezclarnos, para meternos en una manera de realización.
Extractos tiene una estructura que se emparenta con la edición cinematográfica, donde se van superponiendo las situaciones y en cierta forma tomando la dinámica del cine.
Sí, arrancó con una idea que teníamos con Luis, como de muchas escenas cortas con una esencia fundamental, de ahí sacamos el nombre “extractos”. Cuando Leonardo es convocado por Luis y empezamos a trabajar los tres, él retoma la idea que teníamos de cómo narrar, con nuestras vidas y con, obviamente, cosas ficcionadas Lo hace y deja el nombre. Eso es interesante, deja el nombre que pensamos al inicio: extractos es la esencia de una emoción, de un comportamiento, de un instante de vida.
¿Fue difícil interpretar en escena esta obra?
Difícil no, porque con Luis veníamos hablando hacía como cinco años y entonces nos juntábamos, por ejemplo, así como de amistad nomás y de repente surgía algo que podríamos poner para la obra; aparecía una imagen, y lo íbamos anotando. Cuando se sumó Leonardo –él es muy intuitivo, trabaja con una suerte de magia, un tipo inteligente emocionalmente, tiene muchas herramientas–, todo empezó a fluir porque toda la información estaba dada, solo teníamos que ir a agarrarla. Fue así. No fue que tal día nos pusimos a componer los personajes. Fluyó, digamos. Obviamente, después tuvimos un trabajo grande con la dirección de Leo y mucho análisis entre los tres, también.
¿Cómo te ves en la dirección? Ya has realizado colaboraciones en dirección y la última fue con tu padre en Recuerde esto: la lección de Jan Karsky, espectáculo premiado por el CCI (Colectivo de Críticos Independientes).
En realidad, la inició mi padre. El proyecto lo eligió él y estuvieron trabajando con Álvaro unos meses; después mi padre se enfermó y la obra se iba a dejar de hacer, pero cuando estuvo mejor dijo que tenía muchas ganas de que siguiera adelante; entonces Álvaro me propuso agarrar las riendas del proyecto. La verdad es que no agarré tanto por mi padre, sino sobre todo por Álvaro, porque me generó mucha confianza su pedido. Cómo decir que no a una situación así, con él, a quien yo admiro mucho y le tengo mucho respeto artísticamente. Si bien fue un desafío, lo hice medio así: me tapé los ojos y dale, vamos. Para mí fue un salto muy grande. Me hizo volver a vivir o a recordar el gusto que tengo por la dirección.
Porque, claro, desde Madre hasta aquí me dediqué mucho más a actuar que también me fascina. No es tan sencillo como parece, hay mucha gente que me dice “actuá”, pero también dirigí. No es tan sencillo porque para dirigir uno se mete en un proyecto, está desde otro lugar. Yo meto toda mi cabeza en una cosa y no puedo hacer otra cosa, hasta en mi vida personal me cuesta vivir. Cuando estoy actuando es diferente el proceso. Si bien también me meto, investigo y todo, me dejo llevar por algo y es diferente. La dirección me compromete mucho intelectualmente y no me es tan relajado, entonces no es tan fácil actuar y dirigir.
Conociendo tu trayectoria, experiencia y el reconocimiento que hace la crítica a tu trabajo, se podría pensar que tu presencia sería un gran aporte al elenco de la Comedia Nacional, concurso al que te presentaste y no fuiste seleccionada.
Me presenté al concurso de la Comedia Nacional sí, luego de realizar tres monólogos por la parte de actuación, pasé a la tercera etapa, donde cada participante presenta sus méritos. Este concurso se divide 50 puntos por actuación y 50 puntos por méritos. No recuerdo si éramos cuatro o cinco mujeres en mi franja etaria que pasamos hasta esta instancia. El día que presentan los puntos finales una podía ver cada puntaje separado: los de estudios, por ejemplo, o experiencia laboral. Allí fue donde me sorprendí, ya que tenía un puntaje muy bajo (y una en materia de actuación no puede decir nada, una sabe que se mete a un concurso con determinadas pautas digamos, la actuación se puntúa con un jurado con experiencia integrado por varias personas de diferentes sectores del teatro nacional, pero en la parte de méritos parecía ser más concreta la cosa, objetiva digamos), y yo trabajo en teatro desde los 14 años. Si bien no siempre estuve en el rol de actriz, tengo bastante experiencia, creo que en el momento que concursé tenía aproximadamente diez obras realizadas como actriz en el circuito profesional.
En ese mismo momento envié una carta a la IM para pedir una reunión con el jurado, con el tribunal; un mes después o un poco más, luego de que mis compañeros fueron nombrados formalmente, me dan la reunión.
No me interesa hablar mucho sobre mi impresión personal acerca de dicha reunión porque no me parece correcto, pero sí me da para reflexionar sobre los concursos públicos en este país, para empezar la transparencia debería ser el eje y deberíamos pedirla todos, porque una respuesta como: “Priorizamos la variedad de directores” (en las obras que hemos participado) no creo que sea la más adecuada para un concurso de esta índole. Porque al final del día si hago números todavía me queda una gran incógnita. Pero ya estoy acostumbrada. Creo que los concursos son así… una se presenta y queda o no. Luego hay otros concursos y así va sucediendo. Como digo, no creo que sea un problema específicamente de tal o cual jurado, sino de cómo se implementa un concurso y cuáles son las bases para llevarlo a cabo. Creo mucho en la justicia, para mí y para todos mis compañeros, las personas que me conocen saben que siempre ando por ahí defendiendo alguna causa, pero ojalá los concursos sean más transparentes, ojalá los cargos fuesen rotativos y algún día logremos salir de los mismos lugares de siempre.
El CCI le otorgó a Extractos el premio a Mejor espectáculo, dirección y texto de autor nacional. ¿Te sorprendió esta premiación?
El premio que nos dio la CCI –que ya había dado premios el año pasado más formalmente con un encuentro presencial en la terminal Goes– para nosotros fue un honor. A mí, que no me gustan mucho las instancias de premiación, me da vergüenza, pero particularmente a estos premios dije: tengo que ir. Porque todos los integrantes de esta asociación de críticos fueron a ver la obra y cada uno de ellos hizo una crítica y nosotros, antes de saber que existía el CCI, nos iban asombrando. Para mí era un deleite ver cada una de las críticas porque se tomaron el tiempo, algunos la vieron varias veces, vieron videos de la obra, buscaron referencias de música, se dedicaron, que es lo que valoro: el análisis y el estudio. Eso extiende el trabajo de uno, esa mirada que hace que siga en el pensamiento, en el corazón y con mucho cariño respeto hacia nosotros y hacia el teatro. La primera que me sorprendió fue María Esther Burgueño que hizo una crítica alucinante; la íbamos leyendo y decíamos: ¡miren esto! Y la última fue Ana Laura Barrios; me acuerdo de que íbamos en el ómnibus rumbo a la entrega de premios y todavía iba leyendo su crítica, yo no sabía que ella estaba en la asociación de críticos. Su crítica era preciosa, totalmente metida en la obra. Fue una ceremonia de premiación muy íntima, con mucho respeto y mucha valoración del teatro nacional como arte, fue algo íntimo, entre amigos. Me sorprendió ver cómo todos nombraron a Extractos como mejor espectáculo del año, teniendo espectáculos que eran grandes, como los de la Comedia Nacional y otros. En el sentido de que es una obra muy under la nuestra, con gente más chica, en espacios más pequeños, porque en general no veo que se premie como mejor espectáculo una obra muy independiente; entonces eso nos sorprendió. Y nos emocionó mucho porque tener el reconocimiento de gente que sabe debe ser de las mejores cosas que te puede pasar, de la gente que cuida el teatro, que ama el teatro y que sabe, ese es el premio más grande que uno puede tener por su trabajo. El teatro existe porque alguien lo ve y si esos ojos tienen esa mirada tan precisa, tan delicada, y te lo devuelven, es increíble, más allá del premio.
¿Cómo te ves en el futuro, actuando o dirigiendo?
Intento ser bastante respetuosa, creo que lo he sido; ya estoy por cumplir 30 años y tampoco es que me largue así, pero intento ser respetuosa en eso de no intentar abarcar todas las áreas en el sentido de que escribo y dirijo y actúo y produzco. No, no puedo. Para hacer las cosas bien, me tengo que meter de lleno en una de las actividades. Tengo que tener gente en la que confíe para hacerlo, y la verdad es que ahora tengo la suerte de tener esa gente: muchos amigos que son grandes actores y actrices, y por suerte, ahora conocí a Leo Martínez, en quien confío de manera incondicional con la visión sobre el teatro, la visión y la postura política sobre el arte, y a quien admiro como escritor, como dramaturgo. Entonces, ¿ahora cómo me veo? En realidad tengo ganas de volver a dirigir a actores y actrices buenos. Tengo ganas porque se disfruta. Tengo a mis amigos, que son increíbles: Sofía Rivero, Luana Bovino, Mateo Altez, Luis Pazos. Quiero trabajar con mi madre también. Con Emilio Pigot, y quiero convocarlos para hacer una obra que estamos “craneando” con Leonardo, que él va a escribir y yo la voy a dirigir. Así que todavía eso está ahí, pero es la próxima idea.
Las fotografías que corresponden a la obra Extractos son de Mavi Parada.