Por Bernardo Borkenztain.
“…La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento…”
León Gieco
“A mitad del camino de la vida”
Es muy difícil precisar lo adecuado de la última obra que nos traen Jorge y Renata Denevi. En un momento en el que la oscuridad se cierne sobre el mundo, poner en la voz de Álvaro Armand Ugón la memoria de Jan Karski se ha vuelto algo imprescindible, impostergable.
Jan Karski, cuyo nombre real era Jan Kozielewski, fue un diplomático y oficial del gobierno polaco durante la Segunda Guerra Mundial. Es conocido principalmente por sus valientes esfuerzos en la resistencia y por su papel en la transmisión de información sobre el Holocausto a los aliados. Nació el 24 de abril de 1914 en Polonia. Durante la guerra, se unió a la resistencia y fue reclutado por el gobierno polaco en el exilio para llevar a cabo misiones especiales en la Europa ocupada por los nazis. Uno de sus logros más destacados fue su infiltración en el gueto de Varsovia y en un campo de concentración nazi en 1942. Allí recopiló información sobre los horrores del Holocausto y la persecución de los judíos. Después de recopilar pruebas de estos crímenes, Karski viajó a Occidente para informar a los líderes aliados, incluido el presidente de Estados Unidos, sobre la magnitud de la persecución nazi. Sus testimonios y esfuerzos para alertar al mundo sobre el Holocausto ayudaron a sensibilizar a la opinión pública internacional sobre la tragedia que se estaba desarrollando en Europa. Se le considera un héroe de la resistencia y un testigo valiente del Holocausto.
Europa sufre hoy la ola de antisemitismo más violenta desde la segunda guerra, Medio Oriente, Ucrania, Armenia y buena parte de África en llamas, y la figura de Karski quebrándose en el documental Shoah de Claude Lanzmann parece sufrir por los terrores que presenció entonces y ahora, y su dolor interpela nuestra indiferencia con la fuerza de un rayo.
“En una selva oscura me encontraba”
¿Cómo representar el infierno? ¿Cómo situarlo sin caer en el panfleto de la pirotecnia y la tramoya? Los Denevi saben que pueden confiar en su público que no necesita subtítulos para ver más allá del terror evidente.
El dispositivo escénico es logradamente minimalista, una mesa, dos sillas, la planta del escenario y el enorme talento de un actor que se caracteriza por poder lograr algo muy complejo: transmitir emociones poderosas desde la economía de expresión. Con su actuación sobria, precisa, con el poder de su voz intencionalmente monocorde, Armand Ugón nos sitúa en el infierno que vivió Karski, incorporando, más que interpretando, a este hombre que se veía pequeño, pero era un gigante: “Un justo entre las naciones”, la mayor apreciación que el pueblo judío le otorga a los gentiles.
Con todo el poder de su despliegue en el escenario, él (que fue el mejor Hamlet que pudimos ver), usando el nivel de la platea, la salida incluida, para actuar y recrear la historia de otro Horacio, que quedó para dar testigo del horror. Armand Ugón recrea el via crucis de otro mensajero, uno que intentó frenar el infierno desatado en el mundo de un holocausto que no se ofrecía a ningún dios, sino a la gloria de un monstruo que pretendió reinar mil años y por la banalidad de su mal no llegó a diez, un tiempo que, tristemente, le sobró para segar más vidas inocentes que todas las muertes intencionales de su siglo hasta ese momento.
Con una calma que resalta con su claroscuro lo terrible del relato, alternada con momentos en los que encarna la angustia, el miedo, la frustración del personaje, Armand Ugón nos cuenta cómo Karski presenció el purgatorio Gueto de Varsovia, el malebolge de Auschwitz y visitó el séptimo círculo del Ejército Rojo para perderse en el sexto tratando de llegar a la indiferencia de los sicofantes que le impiden llegar a Churchill o la del propio Roosevelt, que lo recibe pero se dedica a interrogarlo sobre aspectos irrelevantes de su Polonia natal en lugar de actuar como el comandante del único ejército que podía parar el infierno desatado en Europa.
“Allí donde aquel valle terminaba”
Con su habitual visión de panóptico, Denevi domina lo que percibe el espectador, el terno gris, de corte muy modesto de Karski y unos papeles se desdoblan en la ropa de un diplomático, un espía, un refugiado, un prisionero, con la única presencia de un anillo de bodas como complemento, pero con abundancia de recursos escénicos.
Solamente una mesa y dos sillas utiliza este actor para representar la guerra, la cárcel, la devastación y también el hogar de la infancia, un teatro en el que se enamora de la que sería su esposa, que bailaba como si no hubiera guerra y aportaba luz que apartaba la tiniebla. Porque eso es el arte, el último movimiento libre de un espíritu que tiene que vivir el infierno en vida, no puede evitarlo, pero puede resistirse, ponerse frente al abismo y decirle al dios de la muerte: “Hoy no. Ahora no”.
Y no podemos olvidar que Eduardo Guerrero y Alfredo Leirós desarrollan un espacio sensorial de luces y sonido que configura una dramaturgia paralela, un texto de impresiones que enmarcan y resaltan lo que el actor pone en su propia materialidad.
“Entonces se calmó aquel miedo un poco”
Alguien podría fácilmente caer en el error de pensar que esta es una obra pesimista acerca de los horrores de la guerra, la banalidad del mal o la venialidad de los líderes del mundo; o acerca de cómo lo peor de la humanidad siempre se desata igual y de la misma forma, y nos condena a un eterno retorno que ningún superhombre podría querer vivir bajo circunstancia alguna. Nada más lejos de la realidad. Esta historia nos habla de que siempre hubo y habrá alguno como Karski, que no es indiferente al dolor de sus iguales y pone su vida en juego para poner un freno a los cuatro jinetes. Para reforzar el sello. Para recordarnos, en fin, que Ares puede desatar su poder en la Tierra, pero no se compara al amor de aquel que mueve el sol y las estrellas.
Dramaturgia: Derek Goldman y Clark Young.
Traducción: Jorge Denevi.
Dirección general: Jorge Denevi y Renata Denevi.
Dirección: Jorge Denevi y Renata Denevi.
Asistente: Adriana Núñez.
Elenco: Álvaro Armand Ugón.
Vestuario: Nacho Cardozo.
Iluminación: Eduardo Guerrero.
Música: Alfredo Leirós.
Operadores de luces y sonido: Mario Parentelli, Martín Perrone, Leandro Galetta. Producción Ejecutiva: Moreno Producciones.
Producción General: Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos.