Por Guillermo Baltar Prendez.
La insistente reiteración de Cindy Sherman en abordar los distintos caminos del arte –indagando la naturaleza humana a través de sus representaciones y abismos psicológicos– ha perfilado en su síntesis una obra no herética, donde se aglutinan todas aquellas influencias y trasvases estéticos que en ella se han asentado, constituyéndose en una protagonista insoslayable de la fotografía y del arte contemporáneo de las cuatro últimas décadas.
A través de su propia escenificación corporal, de la teatralización de sus personajes –que en el momento de la captura la redimensiona y redime–, autentifica ese acto de simulacro, con la identificación de su predisposición autoral. Sherman ha investigado en la profundidad no visible de cier tos lugares comunes, de cier tos personajes populares, y ha revisitado algunos momentos históricos del ar te, apropiándose de rasgos y gestos, pero sorteando la mera superficialidad del espejo o de la propia historia pictórica, mediante el juego del absurdo y de la crítica expresión de sus representados.
En sus fotografías, instalaciones y realizaciones audiovisuales, Sherman asume su protagonismo no desde la distancia, sino desde la convalidación de su usurpación, creando un metadiscurso del ejercicio visual a través de una obra tan revulsiva como exploratoria y fantástica. Hay varias series que la determinan. La mayoría de ellas presentes en este fantástico libro, editado paralelamente a la retrospectiva sobre su obra, realizada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York entre el 26 de febrero y el 11 de junio de 2012. De esta manera Untitled Film Stills (Fotogramas sin títulos 1977- 1980), trabajo emblemático donde las transvanguardias trasmutaban en la génesis pos- moderna, dialogan junto a los Centerfolds, también conocidos como Desplegables interiores de 1981, y los extraordinarios History Portraits, retratos históricos concebidos entre 1989 y 1990, donde la autora se aventura a destramar los hilos conductores de la linealidad temporal a través de una matriz híbrida entre la experimentación y la radicalización formal, desde la usurpación y subversión de la concepción clásica del retrato histórico propiamente dicho, acto que años más tarde desembocaría en su trabajo Sex Pictures (Imágenes de sexo), donde los sujetos dominantes son muñecos a los que plasma en diferentes posiciones de índole sexual. La serie Head Shots (‘Cabezas’) fraguada entre el 2000 y 2002 también está presente, así como trabajos inéditos y recientes, donde se abordan diferentes aspectos de la alienación y la soterrada combustión de la sociedad contemporánea en su inmediatez y fugacidad.
La obra de Sherman se sitúa tanto en sus paralelismos como en sus antípodas, entre la de otros dos artistas estadounidenses: la desaparecida Francesca Woodman, donde la referencialidad se representa principalmente a través del autorretrato; y Philip-Lorca Dicorcia, en cuya obra la soledad del individuo frente a la geografía urbana adquiere en su voracidad un álgido matiz de acentuación poética que lo remiten a las atmósferas de Edward Hopper. Tal como sucede en las instalaciones de Sherman, donde la avidez de la confrontación y paralelismo desnuda esa otra cara del enmascarado entorno del arte y del mercado de la sociedad del ocio y consumo, es en lo paródico y en la mordaz desacralización de lo cotidiano donde sus imágenes acrecientan su insinuación potencial. Así como en su momento Tapies fue un referente indiscutible en nuestro medio (su influencia entre los artistas nacionales desde los setenta y comienzos de los ochenta fundamentalmente, aún no ha sido justamente evaluada), Sherman (aunque de forma todavía soterrada) es un referente que tampoco ha sido indagado en la vigencia que ejerce sobre el imaginario de más de un creador nacional. Quizás en parte porque la autentificación de su personalísimo marco conceptual se preste a la posible usurpación banal de los estereotipos contemporáneos.
El libro de Eva Respini no sólo abunda en detalles sobre la evolución artística de Sherman y del marco histórico en la que se desarrolla, sino que también destaca las influencias estéticas de los vaivenes contemporáneos entre el arte pop, las transvanguardias, el apropiacionismo y el posmodernismo. Un sagaz e inteligente artículo de Johanna Burton proporciona una singular visión sobre la obra de la autora; aunque la verdadera joya de este volumen –además de sus fotografías– es la conversación que a manera de entrevista informal la propia autora mantiene con uno de los cineastas más transgresores y personales de la sociedad estadounidense, el gran John Waters. Una lectura imperdible entre dos sensibilidades tan equidistantes como afines. Realizada en el 2011 en el estudio de la artista, ella aporta datos fundamentales de sus procesos creativos, de su paulatino desarrollo desde la técnica analógica a la digital, así como también del entorno audiovisual que ayudó a conformar su universo creativo, desde una visión crítica y paradigmática de sus propias obsesiones, miedos y evocaciones espirituales.
Cindy Sherman, de Eva Respini. Incluye artículos de Johanna Burton y John Waters. La Fábrica Editorial, Madrid 2012. 264 páginas, 180 ilustraciones. Distribuye Océano.