Por Bernardo Borkenztain.
“Si buscás vivir tranquilo
dedicate a solteriar.
Mas si te querés casar,
con esta alvertencia sea,
que es muy difícil guardar
prenda que otros codicean”.
La vuelta de Martín Fierro, de José Hernández
La previa
Leyendo la crítica de la profesora María Esther Burgueño para la revista Relaciones me entero de que ella escuchó a la salida de esta brillante puesta de María Dodera que “esto no es Lorca”, como si el baremo de lo que es o no es la poética de una puesta lo diera la repetición de lo anterior en una regresión ad nauseam que solamente puede traicionar al autor. Nosotros afirmamos: no sabemos si es Lorca, no tenemos argumentos para determinarlo, pero ¡vaya si es Calderón!
No creemos que haga falta insistir. Pero hagámoslo igual. Si el ofendido curador de la historia supiera quién es el dramaturgo Gabriel Calderón (a la sazón el director artístico de la Comedia Nacional, pero eso es anecdótico en este momento) y, aún mejor, hubiera visto esa genial pieza metateatral que es Algo de Ricardo, sabría el poco respeto que tiene por lo consagrado (no pretendemos que hubiera visto La mitad de Dios porque hubiera tenido un quebranto nervioso) y el enorme que tiene por el arte.
Tampoco es nuevo. Allí están las intervenciones que hizo Mariana Percovich a Bodas de sangre, también con la Comedia Nacional, travistiendo a Jorge Bolani (cuya representación intertextual de El amargo llevaremos grabada en la memoria mientras la tengamos). Porque para hacer arte, lo cantó cierto trovador, el que lo hace no puede ser “un testaferro del traidor de los aplausos / un servidor de pasado en copa nueva / un eternizador de dioses del ocaso / júbilo hervido con trapo y lentejuela”. Y el resto es panfleto.
Llegando a la fiesta
No es casual que citáramos Algo de Ricardo y su reflexión expresa acerca de lo que es o no traicionar al autor, porque la puesta se inicia con la primera aparición de un gran actor como Gustavo Saffores en la Comedia Nacional. Y al igual que lo hacía en la obra que citamos, realiza un discurso al público en el que Calderón borda varios textos de Lorca (y alguna cosa suya para dar sabor) y llena la escena ante el telón bajo, siendo sus apariciones externas a la representación de los otros actores, pero brindando un marco teórico a la propuesta estética que se propone. Así que nos ponemos en los enormes zapatos teatrales de Saffores y le espetamos a los dogmáticos: ¡mastiquen!
Luego se levanta el telón, y la magia se instala por sí sola, pero no poco tiene que ver el encanto de Florencia Zabaleta como la zapatera (siempre nos asombrará su capacidad de ser creíble en papeles mucho más jóvenes que ella, como lo hiciera en Cuando deje de llover) y el histrionismo, por fin liberado, de Juan Antonio Saraví, que debe ser el más gracioso actor de todo el elenco oficial. Sólo esa pareja podría ser sustento por sí sola de la obra. Pero hay más, siempre hay más.
Pisando fuerte
La decisión estética de María Dodera podría sin demasiada exageración calificarse de perfecta, pero como eso sería difícil de sostener en una crítica no potestativa como intentamos, diremos que cumple con el requisito que más nos gusta en el teatro: toma un gran riesgo y sale airosa. No puede haber nada más gratificante en una obra, del género que sea.
Se destaca la decisión de tematizar el aspecto de la homosexualidad de Lorca de una manera estetizada, como la inclusión del grupo de baile Lipstick, moviéndose en un estilo que nació y creció en la comunidad negra y gay de San Francisco como el waacking y el vogue, con sus características de lo “que no se puede decir” que tan doloroso fue para el propio Lorca. No menos bella es la inclusión del maravilloso cantante Juan Manuel Outeiro como Agustina, sin dudas una de las revelaciones del año.
Por otro lado, algo que no es nuevo en la poética de Dodera: trabajó individualmente con los actores de manera que cada uno pusiera una pincelada propia (cuando se recuerde esta puesta dentro de muchos años, junto con Sa- raví y Zabaleta, Andrés Papaleo, el Mozo del Sombrero y su zapateo criollo serán otra de las lembranzas) y logra resaltar la habilidad musical de Pablo Mussetti o la capacidad de generar personajes a la vez malvados y entra- ñables de Alejandra Wolff y Fernando Dianesi (su interpretación del alcalde es de las mejore participaciones de reparto del año, sin lugar a duda). Y no podemos olvidar a Sofía Lara, también debutante en la Comedia Nacional interpretando a una niña cuyas interacciones con Zabaleta son un contrapunto de ternura en la vorágine de egoísmo que invade al pueblo cuando desaparece el zapatero y queda “la ha- cienda sin guardar”.
Este es un punto interesante en la episteme del siglo XXI, representar que todos los hombres del pueblo se sientan con derecho a invadir a la muchacha con sus avances no solicitados solamente porque no está el marido dice mucho de nuestra cultura y el machismo internalizado, del que las mujeres del pueblo (salvo la niña y Agustina) no son ajenas con sus abusos. Siempre es mejor representar que emitir discursos, el público es sensible al arte pero no al panfleto, y esta elección de Dodera para mostrar las palabras de Lorca no podrían ser más ortodoxas ni más actuales. Aunque revienten los actores.
Si a esto le sumamos el sólido equipo técnico que forma parte del grupo con que trabaja Dodera, como Paula Villalba, que presenta un vestuario de colores planos y brillantes que contrasta con los del dispositivo escénico, que recuerda las líneas poligonales de los recintos de tauromaquia y colabora con el efecto del ritmo rápido y medido de las actuaciones y bailes, o la música de Navarro y Deutsch, no queda un solo aspecto sin cuidar, así como no hay una pieza que no engrane con otra en esta bella pieza de relojería escénica.
Ojalá la exigente puesta de Macondo que se aproxima permita su reposición, porque los que saben de teatro la amarán, mientras que los otros festejan la mentira.
Dramaturgia: Federico García Lorca. Versión: Gabriel Calderón.
Dirección: María Dodera.
Elenco: Florencia Zabaleta, Juan Antonio Saraví, Gustavo Saffores, Sofía Lara, Alejandra Wolff, Rosario Martínez, Magalí Páez, Fernando Dianesi, Cristina Machado, Pablo Musetti, Mauricio González, Andrés Papaleo, Juan Manuel Outeiro, Agustina (actor- EMAD), Andrea Bastón, Lucía Berdino, Gastón Gatto, Nahuel Jara, Grupo Lipstick. Escenografía: Lucía Tayler y Matías Vizcaíno.
Vestuario: Paula Villalba.
Iluminación: Ivana Domínguez.
Música: Samantha Navarro y Federico Deutsch.
Coreografía: Andrea Bastón, Lucía Berdino, Gastón Gatto, Nahuel Jara, Magalí Páez.
Traspuntes: Lucía Leite y Carmen Barral.