Por Carlos Dopico.
Casi un cuarto de siglo después de su última publicación en conjunto, el dúo británico Everything but the girl (EBTG) regresó con Fuse, un disco que retoma la línea musical con madurez y sobriedad como si nunca hubiesen interrumpido el ejercicio compositivo. Luego de dos décadas de crianza y desarrollo de trabajos independientes y en solitario, el matrimonio conformado por Tracey Thorn (60) y Ben Watt (60) vuelve a trabajar unido bajo el nombre de EBTG e irrumpir en el ambiente con el sucesor de Temperamental (1999), el décimo álbum de su carrera publicado el siglo pasado, grabado justo después del nacimiento de sus hijas gemelas.
Cultores del estilo electropop, con bases programadas, múltiples capas rítmicas, armónicas y melódicas y una voz tan melancólica como espectral, los EBTG volvieron a sorprender en la escena musical internacional. Lo habían hecho hace cuarenta años cuando, tras conocerse en la secundaria, fundaron el dúo y luego volvieron a asombrar cuando en los noventa alcanzaron el éxito tras Amplified Hear,t colándose incluso en las listas norteamericanas, y definitivamente lo hicieron cuando tras la paternidad, se disolvieron a fines de aquella década. Cuando ya nadie esperaba volver a verlo en una grilla, el dúo londinense volvió al ruedo.
Claro que lo nuevo reviste otras inquietudes, explorando la introspección y tomando distancia del frenesí, para consolidar un álbum atemporal y discretamente bailable. Se trata de un disco breve, de diez tracs entre los cuales ‘Run a Red Light’ es claramente el corazón musical y emocional, una balada electrónica que se dispara sobre una melodía de piano y convive junto con los bajos de un sintetizador, mientras la voz crepitante de Thorn llama a cruzar en rojo: “Olvida a los perdedores, olvida la mañana. Pon una melodía y pon los pies en alto. Fue mi idea, espero que lo sepas. Vamos a tener esto, soy yo ahora”.