Por Carlos Dopico.
Ocho cantantes, intérpretes y compositoras uruguayas participan en una nota coral en la que recuerdan a sus maestras y referentes artísticos femeninos. También señalan los obstáculos que debieron sortear, recomiendan a otras congéneres y destacan poesías femeninas del cancionero local.
Para esta edición buscamos la reflexión de músicas y compositoras de distintas generaciones y corrientes de la escena nacional. Nos planteamos una nota coral que reuniera las voces de artistas consagradas y emergentes, de solistas y de otras integradas a algunas de las numerosas agrupaciones de mujeres y disidencias, que incluyera a aquellas que fueron excluidas de festivales y grillas de espectáculos masivos, y también a aquellas otras que logran imponerse en ese territorio mayormente masculino.
Queremos conocer sus distintas experiencias, así como identificar a aquellas que han sido fundamentales en el proceso que derivó en la carrera profesional de cada una de las ocho invitadas: Estela Magnone, Laura Canoura, Rossana Taddei, Maia Castro, Carmen Pi, Lucía Severino, La Kumbiaracha Orquesta y Catherine Vergnes.
“La primera referente fue mi mamá”, confiesa Carmen Pi, música, compositora, fundadora de Coralinas y docente. “Mi mamá es clásica en todo el sentido, muy académica y con una visión no tan abierta musicalmente. Pero siempre fue abierta conmigo, siempre me acompañó y estuvo para mí. Alrededor de mis quinces años entré al coro De profundis, que dirigía y dirige Cristina García Banegas, quien también fue un ejemplo poderoso para mí: una mujer de gran personalidad, gran talento, una música genial y una mujer muy emprendedora y arremetedora, que también es productora. Fueron mujeres power que tuve cerca y a temprana edad, en mi formación”.
Para la cantante, compositora y docente Lucía Severino, Yolanda, su profesora inicial de piano, fue la primera en habilitar y dar lugar a su búsqueda expresiva. “Dentro de su estilo de piano clásico y de lo cuadrado de la formación de conservatorio, Yolanda fue muy importante para mí. Yo era súper rebelde y ella supo bancarme los trapos. Hice un año de solfeo y cinco de piano; quería acceder a la música pero me costaba el protocolo teórico. Y no sé qué hizo pero lo logró [risas]. Fue un espacio importante. Luego, Sara Duffour como profe de canto es una divina y me ayudó al momento de sacar la voz y enfrentar el mundo con las canciones. Ella fue un pilar para mí”.
Algo similar recuerda Laura Canoura, cantante, compositora e intérprete: “Tuve solo dos profesoras. Aguantaron seis meses cada una porque era muy inconstante, no hacía los deberes y era muy anarca. Una fue Nene Ibarburu, la mamá de Estela, y la otra fue Nelly Pacheco. Las pocas clases que fui con ella fueron súper importantes para mí en cuanto a alguna parte de la técnica. Todo lo demás que he aprendido ha sido vía autodidacta, escuchando y copiando. Luego, para dar clase comencé a analizar qué hacía cuando a los demás les parecía destacable, y empecé a buscar referencias y ver cómo explicar eso. Fue muy importante mi proceso artístico. Yo cantaba de una manera en Rumbo. Cuando grabé con Jaime [Roos] comencé a ver otras cosas, después con [Fernando] Cabrera y luego con Las Tres. Como Estela componía para su registro, yo no tenía más remedio que cantar más agudo, y a fuerza de choque me amplió el registro”.
Para Rossana Taddei, cantante y compositora de larga data, hoy viviendo entre Suiza y Uruguay, el arrullo materno fue la base de su musicalidad. “Una madre entonada, afinada, que nos cantaba de niños. O sea que el primer canto, la voz humana, la emoción y la expresión de la música, la melodía, el canto y la palabra eran una práctica central. Después, a los quince años empecé a tener curiosidad de aprender más sobre el instrumento y fui a dos clases con la mamá de Estela Magnone, en esos encuentros me dijo un par de cosas removedoras. A partir de ahí fui a estudiar con Virginia Castro, una mezzosoprano, y aprendí un montón. Me abrazó respondiendo a esta inquietud mía de la composición. En ese territorio de la música clásica uno ingresa a cantar lírico y si la maestra no ve otras inquietudes va a ir en esa dirección, a la ópera. Ella escuchó mis canciones ‘Jacinta’, ‘Pies de Anahí’ y me pasaba discos de Joan Báez como referencia. No solo me ensañaba técnica vocal, sino que me estimulaba la construcción de canciones. Después conocí a Lidia Belardi y Beatriz Pasos, con quienes aprendí un montón”.
La orquesta de cumbia La Kumbiaracha, integrada por trece músicas uruguayas, con varias cantantes y compositoras además de instrumentistas, contestó en plural las preguntas planteadas. Sobre las influencias femeninas no dudan en señalar a todas: “Nuestras abuelas, madres, ancestros, las mujeres rebeldes que tomaron espacios; nuestras amigas, colegas de la música”.
Aquí van algunos cuentos personales. “Cuando era chica vino Cecilia Siqueira a mi escuela, a tocar con su guitarra. Quedé fascinada por cómo daba vueltas las cuerdas y tocaba con determinación y garra”, dice una ellas, mientras que otra de las componentes confiesa una influencia cinematográfica: “Otra mujer que me marcó salió de una película de Beethoven, Copying Beethoven se llamaba, y la protagonista [Diane Kruger como Anna Holtz] era quien transcribía su música cuando él estaba convaleciente. Obviamente la chica volaba, tenía toda la música en su cabeza como el propio compositor y solo con escucharlo podía escribir una partitura. Ese superpoder, esos superpoderes que tenían estas mujeres eran los que yo quería tener. Así que estudié muchísimo hasta lograrlo y hasta tener otros que nunca hubiese imaginado”.
La cantante y compositora Maia Castro, asociada usualmente al tango pero hoy establecida como una cantautora e intérprete de música popular regional, señala otras figuras femeninas importantes en su formación: “Podría señalar a dos profesoras de canto. Vida Bastos, en la Escuela Universitaria de Música era encargada del canto lírico y, si bien no era lo que me gustaba, rescato la parte técnica que me enseñó y nutrió muchísimo. Más adelante y más cercana a la música que yo quería cantar, llegó Sara Sabah”.
La cantautora de raíz folklórica Catherine Vergnes recuerda primero a su familia y luego a la profesora de danza como influencia importante en la formación: “Desde muy chica aprendí de las mujeres de mi familia, de mi madre y mi hermana. No solo fueron inspiradoras para mí, sino una motivación. Mi madre me mandó a aprender a tocar la guitarra, así que imaginate. Era maestra y les cantaba a los niños. Otra mujer que me viene a la cabeza fue mi maestra de ballet; me enseñó un montón de cosas que me han ayudado a desarrollarme escénicamente”.
¿Qué texto de canción, compuesto por una artista local, les hubiese gustado escribir?
La Kumbiaracha responde con versos en los que están de acuerdo:
“Voy a sacarle una foto a mi cuerpo / y voy a pedirle perdón”, de Luciana Mocchi.
“Volverá la primavera, no hay frío que dure por siempre, /acordate de vos porque sos mucho más que el gris de hoy”, de Papina de Palma
Varias de las invitadas conforman o integraron en distintos momentos agrupaciones de absoluto liderazgo femenino: entre ellas están las Kumbiaracha, un numeroso colectivo de mujeres; Carmen Pi, que dirigió Coralinas; Laura Canoura, que fue parte de Las Tres, y Estela Magnone, que además de Las Tres, años antes había fundado Travesía junto a Mariana Ingold y Mayra Hugo, una irrupción que hoy es referencia para muchas otras artistas
¿Por qué sintieron la necesidad de conformar un proyecto integrado solo por mujeres?
Magnone: ¿Sabés que no fue una cosa explícita? Se dio naturalmente, porque éramos amigas y cantábamos en el mismo coro; teníamos vínculo familiar, también. En ese momento había toda una corriente de música –Rumbo, Los que iban cantando, Leo Maslíah– y nosotras éramos compinches con esa gente. Con Travesía nos colamos en esa oleada de música y tocamos mucho; había muchos conciertos compartidos.
Si Travesía no fue premeditado, ¿Las Tres sí lo fue?
Magnone: No, tampoco. Yo hacía bastante que no hacía nada y un día vinieron Mariana y Laura y me dijeron: “Che, vamos a tocar juntas, a hacer algo… ¡Se van a olvidar de vos!”, me decían. [Risas]. Y ahí nos juntamos. Era una experiencia diferente porque éramos tres solistas, cada una hacía su repertorio.
Canoura recuerda que la fundación estaba ligada a pasarla bien: “Nosotras en ese momento queríamos divertirnos, ensayar”.
Eran tres solistas que se potenciaban entre sí y con repertorio propio.
Canoura: Sí, teníamos ganas de explorar en el repertorio de cada una. Nuestro objetivo inicial era lograr tocar un fin de semana en La Barraca. Después se nos fue de las manos, porque gustaba mucho y porque muchas mujeres se sintieron identificadas. No solo no había muchas referentes femeninas, sino que no había repertorio que hablara de la mujer. Y tanto lo que componía Estela, como el que elegíamos nosotras, era un repertorio muy femenino. Eso fue lo que le dio el éxito en ese momento.
Magnone: Siempre se dio naturalmente que me juntara con mujeres para hacer música. Después sí, hubo un intento explícito de hacer un grupo de mujeres y se fundó Seda. Ahí estaban Malena Muyala, que era la cantante; Shyra Panzardo en bajo, Cinthia Gallo como tecladista y no conseguimos ni percusión ni baterista mujer, por lo que tuvimos que tocar con hombres (Pitufo Lombardo y Nelson Cedrés). Duró poco, pero tocamos bastante. Los temas eran míos, eso ya marcaba una dirección.
Hoy, con la perspectiva del tiempo, ¿cuán importante creés que fueron aquellas agrupaciones?
Magnone: Una se enriquece mucho al tocar con otra gente. El último disco [Lazos] lo hice con otros artistas. Con el tema de las mujeres, sobre todo con el disco Travesía, que se reeditó en vinilo en 2022, se generó todo un revuelo, pero me di cuenta recién mucho después de que había sido importante. Que tres mujeres solas tocaran todos los instrumentos e hicieran todos los arreglos no era común. De hecho, fue producido por Jaime Roos y Carlos da Silveira solo en relación con el estudio, porque nosotras no teníamos idea, pero nada más. Ese disco es la grabación exacta de lo que tocábamos en vivo nosotras, ellos no participaron en arreglos ni nada. No nos dimos cuenta de que eso que habíamos hecho tendría repercusión mucho después. Me he encontrado con gente joven o muy joven que me ha dicho que Travesía fue como un mojón. Nosotras no sentíamos que estábamos innovando nada. Ahora, nos llamaron unas gurisas porque quieren reproducir el disco, tocar y cantar todos los arreglos ellas. Me parece divino.
Nota de la Redacción: algo similar hicieron recientemente diversos artistas nucleados en el sello Feel de Agua con Un desánimo nada triste (2022), un disco homenaje con el repertorio de Sylvia Meyer.
¿Qué texto compuesto por una artista uruguaya te hubiese gustado haber escrito?
Lucía Severino: Mirá, a Sylvia Meyer la descubrí recientemente. Para mí era un nombre desconocido, pero hoy siento que es enorme. Elijo un texto que le pertenece: ‘El amor como razón del fin del mundo’:
“Esta flor quiere nacer es un deseo, amanece y amenaza.
El perfume de un jazmín puede ser la razón del fin del mundo.
Esta luz quiere nacer, es un deseo, amanece y amenaza,
abrir los ojos y ver puede ser la razón del fin del mundo.
Este amor quiere nacer, es un deseo, amanece y amenaza,
el comienzo de un amor puede ser la razón del fin del mundo.
El tiempo devora al tiempo.
El tiempo muere por nada
teje su tela de sueños
quedan hilachas”.
Al pensar referentes profesionales inspiradoras en la carrera de cada una, surge varias veces el nombre de Laura Canoura, la cantautora y también intérprete –condición que reivindica con orgullo– que debutara como solista con ‘Esa tristeza’, producida por Jaime Roos, en paralelo con su exitoso recorrido con Rumbo.
“Acá en Uruguay, Laura Canoura es una referente para todas las mujeres que nos dedicamos a cantar”, subraya Castro. “Me acuerdo, cuando era chica, de verla en un toque en las canteras del Parque Rodó. Tocaba ella sola y estaba tapado de gente, era su época de mayor popularidad. Yo era una niña de diez u once años y ver una mujer plantada en un escenario gigante, que cantaba sus canciones, ‘Detrás del miedo’ era una de esas, era impactante. Es una artista que a todas las generaciones posteriores nos marcó. Mostró que era posible que una mujer liderara un proyecto musical y no fuera solo la corista, lugar que ocuparon las mujeres durante mucho tiempo. Si bien hubo otras cantantes, como Vera Sienra, Amalia de la Vega y Cristina Fernández, Laura Canoura fue la referente de muchas haciendo música popular”.
Similar valoración tiene Pi sobre las artistas locales que le inspiraron hacer música: “La primera mujer que me influyó fue Laura Canoura. Recuerdo haberla visto sola en el escenario, en un recital de varios artistas –creo que era una fiesta de Alfa FM– y me impresionó muchísimo. Recuerdo también a Mariana Ingold, pero la primera fue Laura; tenía esa cosa de frontwoman que no era muy común. La música que yo curtía era bandas y solistas como Jaime, que escuchaba y escucho, pero Laura fue tremenda”.
Rossana Taddei vivió hasta los doce años en Suiza, por lo que sus influencias se nutren también de artistas europeas como “Mina, con su enorme registro de intérprete, o Anna Oxa, además de otras anglosajonas como 4 Non Blondes y Pj Harvey”, pero no pudo ser indiferente a lo que escuchó en su regreso: “Al llegar en 1981, lo primero que escuché fue a Laura Canoura, con esa voz increíble y la canción ‘Detrás del miedo’. Yo tendría dieciséis años y hacíamos esas canciones con un trío femenino. Fue gran inspiración… También Mariana Ingold, portadora de esa cosa que une la alegría y la música vivaz con mucha conexión mística”.
Severino recuerda que Mercedes Sosa fue la voz de su infancia, alguien que también reúne la admiración de todas: “Es como una voz que me lleva a la cuna, al placer de escuchar. La fui a ver con mis viejos al Estadio Centenario; es una gran referente. Pero luego, tengo que mencionar también a las cantantes de La Tabaré: Alejandra [Wolf], Andrea [Davidovics]. Estaba bueno que existieran esas voces en ese mundo roquero lleno de varones. Y luego, Las Tres, esa movida con Laura Canoura, Estela Magnone y Flavia Ripa. A Estela la descubrí más ahora en toda su dimensión y su semilla como compositora; tiene perfil muy bajo, pero es de acción constante. Es una pionera en muchos aspectos. Es una mujer que no alardea de todo lo que hace”.
La admiración de partes se da espontáneamente entre Estela Magnone y Laura Canoura. Ambas prefirieron poesías cruzadas cuando les planteamos elegir un texto de canción que hubiesen deseado haber escrito.
Canoura: Justo estuve trabajando en mi programa Cantoras en eso mismo. Es un texto de Estela Magnone el que elijo. Es una de las tantas canciones. Se llama ‘Vals prismático’ y dice:
“Hay días en que no piensa en la muerte
ni teme al silencio de la eternidad;
no busca explicaciones a su suerte
ni añora a los hijos que nunca tendrá”.
Es de las letras más contundentes que he escuchado, leído. Hay que ser muy valiente para decir esas cosas, y para cantarlas ni te digo. Eso me hubiese gustado poder escribirlo.
Magnone: Yo pensé en ‘Los hijos de Gardel’, de Laura Canoura:
“Los hijos de Gardel siempre supieron
que la patria es algo más que identidad.
Se agarraron al lugar como pudieron
y mandaron las valijas al desván”.
“Los festivales son un ámbito masculino, y también los programadores”, precisa Magnone. “Los tipos van a lo seguro. Yo no podría ir porque la música que hago no es para festivales. Las veces que fui lo hice con Laura, ella tiene una onda bastante más polenta”.
Para algunas artistas locales sos una gran referente, incluso una de las artistas más convocantes, hasta para ser figura destacada en cualquier festival. ¿Qué sentís al respecto?
Canoura: Ojalá fuera así. Las colegas son muy generosas. Creo que nos faltan instancias de reflexión colectivas. Las mujeres en la música se han juntado para dar la batalla de la equidad –me parece re importante–, pero no es la única. Yo creo que hay mucha fantasía del lugar que ocupan las otras. La realidad es que en los festivales no me llaman de la misma manera que no llaman a otras, seguramente porque el tipo de música que hago, para los programadores, no es música de fácil consumo o para bailar. No lo sé, no soy programadora, pero la realidad es esa. Recibo mucho respeto de colegas y público, pero llegado el momento de cortar tickets me veo tan en figurita como cualquiera de ellas. La sensación es como de tener que dar todo el tiempo el mismo examen, ni siquiera uno nuevo. No puede ser que tenga que estar todo el tiempo mostrando las credenciales. Ya di esos exámenes. Son batallas que ya no tengo ganas de dar.
La idea de un día internacional de la mujer surgió a fines del siglo XIX. En 1911, como consecuencia de la decisión adoptada en Copenhague el año anterior, el Día Internacional de la Mujer se celebró por primera vez el 19 de marzo en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con concentraciones a las que asistieron más de un millón de personas exigiendo el derecho al voto, al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
Menos de una semana después, el 25 de marzo, más de 140 jóvenes trabajadoras –mayoritariamente inmigrantes italianas y judías– murieron en el trágico incendio de la fábrica Triangle, en la ciudad de Nueva York. Aquel suceso tuvo grandes repercusiones en la legislación laboral estadounidense y en las posteriores celebraciones del Día Internacional de la Mujer.
En 1917, como reacción ante los dos millones de soldados rusos muertos en la guerra civil, las mujeres rusas escogieron de nuevo el último domingo de febrero para declararse en huelga en demanda de pan y paz. Ese histórico domingo fue el 23 de febrero, según el calendario juliano utilizado entonces en Rusia, o el 8 de marzo, según el calendario gregoriano utilizado en otros países.
¿Qué texto de canción compuesto por una colega uruguaya te hubiese gustado escribir?
Pi: Me encanta ‘La manada’, de Papina de Palma.
“Casi pierdo las canciones, encontré en los corazones la salida.
Renové mis ilusiones, ahora son otros anhelos los que soplo en cada año más de vida.
Lo que duela ahora, en realidad antes ya dolía.
Prefiero llorar mas no estar distraída.
Y de tanto pensar que no sé bailar, encontré mi movimiento.
En manada no da miedo nada, en manada no da miedo nada”.
A mediados de enero, el colectivo Mydmus (Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya), hizo una denuncia pública en relación con la dispar situación que mujeres y disidencias atraviesan en festivales, shows y eventos musicales que cuentan con apoyo y aval, total o parcial, de los organismos del Estado (ministerios, intendencias, Presidencia, etcétera). De esa forma, mencionaron al Festival del Lago, en el Parque Andresito de La Paloma; el de la 33ª Semana de San Fernando, en Maldonado, o el Festival Medio y Medio, de Punta Ballena. La rápida revisión de la grilla no hace más que confirmar que buena parte de los eventos –y no solo los mencionados– prefería artistas masculinos con mayor o menor convocatoria. Días antes, varias mujeres de la escena artística habían señalado la falta de representatividad en la grilla de la Semana de San Fernando, cuyo cartel era netamente masculino, provocando la siguiente declaración pública de Alexander Salinas, uno de los integrantes de la comisión organizadora: “En el caso de las mujeres, dio la casualidad de que las pocas que se presentaron no tenían disponibilidad”, dijo y agregó: “La organización no excluye a nadie, siempre tratamos de dar lo mejor y de incluir a todos, sin distinción. Después, si no tienen disponibilidad horaria, es un tema aparte que no nos corresponde solucionar”.
“Lamentablemente vemos con pesar que estamos bastante lejos de la paridad”, sentencia Pi. “Hay una nula participación de mujeres y disidencias en la programación festivales y grillas veraniegas, lo cual llama poderosamente la atención ya que hay tantas propuestas como géneros de música hay. Es cansador tener que estar haciendo notar algo que es obvio, y no solo es la mirada de la mujer, sino que es nuestra voz; nuestra presencia, nuestro enfoque, nuestro existir. Hay propuestas musicales enteramente integradas por mujeres; existen propuestas mixtas, de mujeres y disidencias; existen cancionistas, instrumentistas, creadoras, propuestas de cumbia, rock, tango, pop, infantiles, folklore, candombe, y tantas más… ¿Es posible que no haya lugar para nada de esto en esas grillas?”.
Según advierten las integrantes de La Kumbiaracha Orquesta, estamos lejos de la paridad: “No estamos cerca en absoluto; hay partes que no quieren ver la desigualdad ni resolverla. Pero creemos que hay quienes sí la podemos ver, de una forma u otra buscamos alternativas y trabajamos para crear otros espacios”.
En una línea similar se manifiesta Severino: “Recuerdo una entrevista que me hizo Montevideo Portal hace diez años, tras el festival de El Abrazo, para el cual habían hecho un enorme afiche con todos hombres abrazados. Y eso sigue pasando. Hay que empezar a decir las cosas. Pero genera rechazo porque te atacan: ‘Son estas quejonas’. Es difícil lidiar con eso, incluso contra muchas mujeres que defienden a capa y espalda los privilegios masculinos. Por ahora nos cuesta manifestarlo en una única postura. Tenemos que ser pacientes entre los grupos para avanzar desde distintos lugares y sin jerarquías. Se va a dar de a poco, abriendo caminos”.
“Muchos obstáculos están solapados y nosotras los naturalizamos, no logramos verlos a tiempo y corrernos de ese lugar”, señala Castro. “Me pasó estar mucho tiempo en proyectos que lideraban varones y ser la chica de los coros. Me fui dando cuenta que tenía ganas de armar mis proyectos y ser yo quien liderara. Al empezar a encarar un proyecto solista, hacer que se respeten tus decisiones es todo un proceso. Es difícil que el afuera logre visibilizar que quien toma la decisión final soy yo. Hay un machismo solapado; cuando vas a un escenario a probar sonido, en vez de preguntarme a mí qué opino les preguntan a los músicos varones. Eso me ha pasado muchas veces, aquí y en el exterior”. Alcanzar la paridad, señala, debe ser una deconstrucción de todas y todos. “Si no es colectiva no va a funcionar. Está mal que en la grilla de un festival sean todos varones y no haya una sola mujer liderando un proyecto. Me parece que es un reclamo y una deconstrucción pendiente”.
“Si todas saliésemos a decir ‘¡A mí no me llamaron, a mí tampoco, a mí tampoco!’ sería más claro. ¡No llamaron a nadie!”, reclama con firmeza Canoura. “Lo que me encantaría es que los afiches o flyers estuviesen firmados por el promotor o gestor cultural que arma la grilla, porque eso no solo pasa en un festival, pasa en muchísimos. Lo peor es que en muchos festivales, con el apoyo de instituciones, te dicen que la gente quiere música “pum para arriba”. Pero esa no es su labor. Esa dejásela para la cerveza no sé qué, o para refresco no sé cuánto… Tu lugar no es darle a la gente pan y circo, sino otras cosas. De todas formas, te regalo toda la picadora de carne que es ir a un festival”.
“En los festivales estamos lejísimos de la paridad”, apunta Magnone. “Ahora hubo mucho revuelo y se encendió la llama de la protesta. Es verdad que somos muy pocas mujeres participando. No sé cómo se solucionará. Hay muchos que tienen trayectoria de más de treinta años y son los seguros, por lo que las mujeres tienen que ganárselo. Algunas lo han logrado. Ojo con Catherine Vergnes, es independiente y desarrolla una carrera buenísima. No está en todos, pero en muchos festivales está. Me parece buenísima y me gusta mucho lo que hace. Habría que preguntarle cómo lo hizo”.
Catherine, sos una de las artistas que ha logrado sortear ese cerco impuesto en la grilla de festivales. ¿Cuál es la formula?
Vergnes: Mira, hace muchos años… Empecé a los siete años, así que siento que tuve una etapa temprana de formación y fogueo en el ambiente. Con diecisiete años lloraba diciéndole a mi madre: “¿Por qué no me llaman para un festival, para un Patria Gaucha, que para nosotros son tan importantes?”. Me di cuenta de que si yo estaba en mi ego, mi sentimiento de que me tenían que llamar, nunca iba a llegar. Comencé a golpear puertas, a defender mi trabajo, enviar currículums y contactarme con un montón de personas… Busqué quién organizaba, con quién ir a hacer una reunión y también empecé a darme a conocer por la prensa. Te tienen que conocer para luego ir a festivales. En ese proceso apareció mi manager, Andrea, que es una potenciadora de cosas lindas. Estamos todo el tiempo golpeando puertas y mostrando que tenemos ganas de estar en los festivales. Hoy ya es el público el que está pidiendo por nuestro nombre, y eso por lo que lloraba a los diecisiete años ya no sucede, me llaman para que esté en los festivales.
Meses antes de la pandemia, a instancias del primer congreso Women@Cisac, impulsado por la Confederación Internacional de las Sociedades de Gestión para la igualdad e integración de las mujeres se dieron a conocer los resultados de un estudio sobre la actividad de las mujeres autoras. Se encontró que tan solo veinte por ciento de los ingresos por licencias mundiales correspondía a mujeres y que las socias de sociedades de gestión eran apenas veintidós por ciento (Studies and Surveys, Cisac).
¿Qué texto de canción de artista uruguaya te hubiese gustado escribir?
Vergnes: ‘Nací de un río’ tiene una letra que me parece auténticamente única, además de ser una letra que me ha llevado a trascender fronteras. Lo compuso Sofía García, una colega y amiga del grupo folklórico Duro e’ boca.
“Nací de un río que es casi mío, me fui haciendo de norte a sur,
A donde voy a lo llevo conmigo, será que soy de Paysandú”.
¿A qué mujer te gustaría recomendar o hacia quién dirigir la atención en la escena musical nacional?
Canoura: Una frase de resumen. En plena pandemia gané el Fefca –estímulo a la trayectoria del MEC– a cambio de un proyecto. El mío era sobre compositoras uruguayas contemporáneas. Durante un año estuve escuchando y resumí en treinta entrevistas por Zoom, para finalmente elegir quince temas de esas compositoras para incorporar a mi repertorio. Ya voy siete de esa selección. Me gustaría recomendar sobre todo a las que más me gustaron y menos se conocen; incluso a aquellas que escuché y no me interesaron y que ahora concentrándome en la composición logré descubrir. Una es Fira Chmiel, tiene un gran nivel de poesía, de melodía y canta precioso. Es cero conocida, es socióloga y vive en Buenos Aires. Es buenísima, pero como no es su único métier va despacito. Otras dos son Vera Sienra y Florencia Núñez.
Taddei: Hay muy bellas músicas: Eli-u Pena, Sara Sabah, Sylvia Meyer, artistas de las que estoy muy atenta. Así como de Rocha, Daniela González y Dani Mágica.
Pi: Papina de Palma, Cami Ferrari, Mariana Lucía, Inés Errandonea, Luciana Mocchi, Yisela Sosa, Rodra, Rossana Taddei, Laura Canoura, Samantha Navarro y Patricia Robaina.
Severino: Me gusta mucho Sofía Alves, me gusta eso que tiene visceral, sin preocupación por la forma. A mí la producción me encanta, pero me gusta eso irrefrenable que tiene, me gusta eso que trasmite que no se puede parar. Rodra es otra compositora que me gusta mucho, de espíritu roquero. Y Mínima, con contenido importante en lo que se dice. Me atrae eso de las nuevas compositoras.
Las integrantes de La Kumbiaracha Orquesta se pusieron de acuerdo en recomendar a Bárbara Jorcin, Rodra, Risa Trío, María Viola, Luana Méndez, Alfonsina, Carmen Pi, Élida Gencarelli, Lucia Romero, Chmiel y Berta Pereira
Castro: Me pasa con dos artistas que no son nuevas, pero que creo que no se les ha dado el lugar que realmente merecen: Amalia de la Vega y Vera Sienra.
Magnone: Catherine Vergnes, Patricia Robaina y Fulana de Val son las tres que me parece que hay que seguir.
Vergnes: Si tengo que elegir una, le doy para delante a Flor Núñez, me gusta su forma de trabajo y estilo.
¿Qué texto de canción compuesto por una colega uruguaya te hubiese gustado escribir?
Castro: ‘Yo no tengo soledad’, poema de Gabriela Mistral musicalizado por Samantha Navarro y que dice:
“Es la noche desamparo / de las sierras hasta el mar.
Pero yo, la que te mece, / ¡yo no tengo soledad!
Es el cielo desamparo / pues la luna cae al mar.
Pero yo, la que te estrecha, / ¡yo no tengo soledad!…