Slaughter.
Por Bernardo Borkenztain.
Libre de la memoria y de la esperanza,
ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo…
Jorge Luis Borges
Hay equipo
Esta es la primera vez que María Dodera, una de las directoras más interesantes de la comunidad teatral montevideana, une fuerzas con –y nos hacemos cargo de los superlativos– el mejor dramaturgo que ha dado el país y uno de los mejores escritores y directores teatrales vivos en lengua castellana. Obviamente, nos referimos a Sergio Blanco.
En cuanto a los actores, se trata de un trío joven de excelente proyección. Al que más hemos visto de ellos es a Franco Rilla, en especial sus trabajos en Como si pasara un tren o Último encuentro, también de María Dodera. En cuanto a Leonor Chavarría, también es muy bueno lo que hemos visto de ella, especialmente en la trilogía de Esteve Soler que recientemente estrenó en coproducción con la Comedia Nacional. También en esta trilogía vimos a Silvera y, junto con este trabajo, nos ha dejado convencidos de que es un actor que vale la pena seguir.
Lo anterior no es nuevo en Dodera. Quizás uno de los puntos más fuertes de sus direcciones es que siempre elige elencos poderosos, como los que utilizaba en sus puestas con Gabriel Peveroni, o su unipersonal Simone, mujer partida, con nada menos que Gabriela Iribarren.
Hay escena
En esta obra, Dodera ha cambiado su estética visual, que siempre es intensa, con mucho protagonismo de las luces en escena y música en diálogo con los actores (frecuentemente en vivo, con Federico Deutsch, por ejemplo). En una decisión brillante, lleva los medios técnicos a un segundo plano, con más sugerencia que incidencia y deja que se despliegue sin distracciones la intensidad mortal (en un sentido estricto, esta obra es sobre la muerte) del texto de Sergio Blanco, que se hace carne en los actores. Esto no es fácil, Blanco no es un autor fácil y estos personajes pertenecen a su poética de juventud, no son sus autoficciones actuales. El pathos es tan intenso como difícil de sostener en escena. La manera en que la maldad se despliega en la obra, sin que ninguno de los personajes sea en sentido estricto malo, aumenta el horror de la humanidad que solo parece poder vivir depredándose a sí misma.
Otro punto interesante es el diseño de la iluminación, que resalta con el uso de los colores fríos o el rojo la emoción que se representa en el momento. El del sonido, como dijimos, es de uso sugerente (cuando debería sonar un teléfono, no lo hace, solamente sabemos que los personajes lo notan y atienden). Todo esto, sumado a la ausencia de otros elementos escénicos, como las armas, que se sustituyen por gestos de los actores, es contrastado por lo que Sergio Blanco llama el cuarto personaje: un pescado. El pescado y su progresiva descomposición es una metáfora actualizada de lo que dicen que cierto príncipe de Dinamarca dijo: algo huele a podrido en la aldea global.
Un tema aparte es el de la producción fotográfica de Persichetti, que está fuera de todas las escalas. Es una pena que el público no pueda acceder a una exposición, aunque fuera virtual de su trabajo, porque lo que hizo con La forma de las cosas es un hecho artístico aparte. Magnifica, multiplica y resignifica toda la belleza que, por la naturaleza del teatro, es fugaz. Captura esos instantes y los inmortaliza.
Hay teatro
Por la naturaleza del texto, analizarlo en una crítica previa a la vista del espectador no aportaría a la experiencia, pero podemos destacar que la evolución de los personajes describe una intrincada curva de Moebius que se vuelve sobre sí misma, dejando al espectador inmerso en la belleza del hecho y el convivio teatral. Existe belleza en lo terrible y nadie es mejor que Sergio Blanco para purificarla y sublimarla.
Ya lo dijo el propio dramaturgo: el camino más corto entre dos puntos no es el recto, sino el más bello. Por ahí va Slaughter.
Dramaturgia: Sergio Blanco.
Dirección: María Dodera.
Elenco: Leonor Chavarría, Sebastián Silvera Perdomo, Franco Rilla.
Diseño de vestuario: Florencia Rivas.
Realización de vestuario: Mariela Villasante.
Diseño de luces: Nicolás Amorín.
Diseño de escenografía: Mateo Ponte.
Composición original de banda sonora: Franco Rilla.
Diseño de visuales: Lucía Martínez.
Producción y edición de banda sonora: Federico Costa.
Asistente de dirección: Laura Lublinerman.
Diseño gráfico: Alejandro Persichetti.
Comunicación y prensa: Valeria Piana
Sala 2 Teatro Stella d’Italia.