Por Pablo Trochon.
Uno de los grandes encantos medievales es esta ciudad nordestina de Bélgica es un enclave fundado en el siglo XI con un casco histórico impregnado del magnífico estilo neogótico, hermosas callecitas empedradas y un pintoresco entramado de canales, que le vale el mote de “la Venecia del norte” y que cautivan al visitante y lo trasladan en un viaje en el tiempo.
Paisaje urbano. Sin duda, su principal atractivo es la lujosa y sugestiva arquitectura, fiel reflejo de la prosperidad económica que tuvo Brujas entre los siglos XV y XVII. Esto atrajo a ricos comerciantes que ocuparon majestuosos palacios y a numerosos artistas que la convirtieron en un poderoso panal cultural. Entre los siglos XVIII y XIX fue escenario de múltiples enfrentamientos, por lo que resultaron necesarias diversas oleadas de restauración. Deslumbran las callejas medievales salpicadas de gárgolas, molduras, santos, torres, capillas y encantadoras fachadas de estilo flamenco, con piñón escalonado y buhardas o las arcadas ancestrales de los puentes Meebrug y Peerdenbrug.
Recorrer sus canales. Paseo ineludible para ver los grandes caserones que nacen desde el agua, o las ventanas saledizas y las terrazas que se asoman, porque las ciudades se ven distintas desde allí abajo, con sus puentecitos de piedra que parecen pintados, árboles, arbustos, espacios floridos y enredaderas trepando por los hermosos muros de ladrillo visto. Son postales el puente Wijngaard y la belleza del edificio del Hospital de San Juan (siglo XIII).
Iglesia de Nuestra Señora. Destacada por su imponente torre de 120 metros, una de las más altas de Europa, y de que entre su rica colección de arte se encuentra La Virgen con el Niño. Esta famosa escultura de Miguel Ángel, donada en 1514 por un mercader, fue robada por los franceses, devuelta con la caída de Napoleón, saqueada nuevamente por los nazis y recuperada definitivamente en 1945 por los Monument Men. Este equipo de expertos en arte, creado por Roosevelt, encargado de rescatar y preservar grandes obras artísticas, fue homenajeado por George Clooney en una película homónima, que tiene fuerte deuda con Ocean’s Eleven,de Soderbergh.
Delicias. No perderse los típicos waffles belgas, de vainilla y canela, con miel de maple caramelizada, nueces picadas y moras. Asimismo, su larga tradición en la producción de chocolates de excelente calidad impregna sus callejuelas con sublimes fragancias.
Museos. Claramente no son pocos, pero se recomiendan el Groeningemuseum, cuyo maravilloso acervo comprende obras de los primitivos flamencos, como Jan van Eyck (cuya casa/taller también se puede visitar) o el extraordinario El Bosco, del cual se exhibe el perturbador Tríptico del Juicio de Brujas (siglo XV), así como piezas maestras del neoclásico, del expresionismo flamenco y del arte de posguerra. El Gruuthusemuseum es un lujoso palacio que ilustra el interior de una casa señorial de la baja Edad Media.
Grote Markt. La gran plaza mayor, atravesada por canales subterráneos, articula el casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000, rodeada de restaurantes y estatuas de Jan Breydel y Pieter de Coninck, héroes de la resistencia flamenca durante la dominación francesa (siglo XIV). En su explanada se destacan el imponente neogótico del Palacio Provincial y el Belfort, majestuoso por la notable arquitectura de su torre, que regala una bella vista panorámica.
Antiguas murallas. Ubicadas a lo largo del pulmón que acompaña el curso de agua circundante al casco histórico, alojan típicos molinos del siglo XVIII. Entre sus puertas medievales originales, llaman la atención la Smedenpoort, que posee una calavera de bronce en representación de la cabeza del traidor Vander Straeten, quien permitió la entrada de tropas francesas enemigas, y la Kruispoort, por la cual ingresaron las invasiones de Carlos V, de Napoleón y la del ejército alemán.
Nocturnidad. La caída del sol obliga a revisitar recovecos bajo una diferente textura brindada por la atmósfera lúgubre y sugestiva que dan las amarillentas bombillas, o acaso la Luna. Los canales espejan la magia de Brujas, las luces de las guirnaldas, la alfombra brillosa del empedrado y la invitación a visitar bares, restaurantes y cafés para probar alguno de los chopps más deliciosos del mundo. La cervecería del siglo XVI Brouwerij De Halve Maan es una excelente opción.
Doel. A apenas nueve kilómetros se encuentra un pueblo que fue desalojado para su demolición con el fin de ampliar el puerto, lo cual nunca ocurrió. Aislado, sin sistema de transporte, en medio de una zona industrial monstruosa que incluye una central nuclear, se ha convertido en pueblo fantasma y sala de exposición al aire libre, tomada por gigantescos murales de talentosos artistas que se cuelan hasta en el interior de las casas, lo cual hace de su recorrido una experiencia fascinante. Páramo bello y misterioso, quedó intacto como si sus habitantes hubieran sido abducidos, excepto por los veinticinco que aún resisten el desalojo.
Arquitectura religiosa. Son singulares la Basílica de la Santa Sangre, en uno de cuyos establos se conserva sangre del propio Cristo (traída por un Caballero de las Santas Cruzadas); la Sint-Salvatorskathedraal (IX-XV), que es la parroquia más antigua de Brujas, con valiosas tumbas medievales y cuadros de Dirk Bouts y Hugo van der Goes, destacada por su torre de estilo neorrománico, y las Godshuizen (Casas de Dios), adustas iglesias blancas, emplazadas alrededor de un bello jardín, donde viven monjas benedictinas y que fueran viviendas sociales para ancianos y viudas de bajos recursos.