Por Fernando Sánchez.
A fines de 2016 más de cinco mil personas habían perdido la vida o desaparecido en el Mediterráneo intentando llegar a Europa desde costas africanas. En el verano de ese año, el más mortífero desde que la Organización de Naciones Unidas comenzó a registrar los arribos y fallecimientos de migrantes en estas rutas, el fotorreportero hispano-iraní César Dezfuli subió a bordo del barco Iuventa, perteneciente a una ONG alemana que rescata sobrevivientes en el mar, con el objetivo de documentar un drama que cada año se hacía más terrible.
A bordo del Iuventa, donde permaneció durante tres semanas, Dezfuli fue testigo el 1º de agosto del rescate de más de cien personas que navegaban a la deriva en un bote de goma, muy cerca de las costas libias. El salvataje le dio la oportunidad al fotorreportero de, según sus propias palabras, “ponerle nombre y rostro a esta realidad, de humanizar esta tragedia”. Fue así como retrató a cada uno de los migrantes que iban en la frágil embarcación, antes de que de fueran entregados a las autoridades italianas, y las imágenes de ese día se convirtieron en el inicio de Pasajeros, un proyecto que, tras registrar el rescate, cartografía en imágenes los posteriores derroteros de 33 de los sobrevivientes.
Rostros ajados nos descubre Dezfuli en esta serie, rostros que en su mayoría no sobrepasan la treintena de años, rostros que denotan un dolor profundo, añejo, con un mar azul como fondo, un mar que se muestra calmo, pero que sabemos inmisericorde, engullidor de vidas. La mayoría de las personas que fueron rescatados ese día por el Iuventa provenían de Guinea, otros de Senegal, Gambia, Mali, Sierra Leona y Costa de Marfil. Atravesaron gran parte de la región del Sahara y las costas del continente africano, antes de lanzarse al mar por Sabratha, un punto de la geografía libia en donde los traficantes hacen aguardar a los migrantes para cruzar.
Algunos tardaron hasta seis años en llegar hasta allí y en el camino fueron testigos o víctimas de torturas, secuestros y trabajos forzados. Ese trasiego terrestre resulta más aterrador que enfrentarse a la inclemencia de las aguas y muchos de ellos encuentran más benevolencia en el Mediterráneo. “Una vez en el mar, yo no temía a la muerte. Había sufrido tanto en la ruta que alcancé un punto en el que no me importaba ni mi propia vida”, dice Amadou, un maliense que en Barcelona ha logrado formarse como fontanero y electricista. “Había escrito el número de teléfono de mi madre en el pantalón. Todo el mundo hace eso. Así, si mueres en el mar, pueden avisar a tu familia”, afirma por su parte Mouhammed J., joven senegalés que no llega a los veinte años y que se muestra feliz practicando fútbol en un cuadro juvenil de Sicilia, Italia.
Las historias que logra hilvanar el autor de esta muestra, a partir del rescate que presenció ese día de 2016, conforman un relato visual que, acompañado de los testimonios de sus protagonistas, nos pone de frente a la barbarie que sufren los migrantes subsaharianos que buscan alcanzar Europa y el camino incierto de la burocracia en el que se ven empantanados quienes logran llegar. “En Libia hemos vivido la peor esclavitud, la más salvaje que la humanidad ha conocido”, escribe en una carta Abdoulaye, originario de Guinea, de donde huyó tras ser detenido y torturado. Abdoulaye tiene una mirada poderosa y cicatrices escalofriantes en su cuerpo. Espera en Francia que su situación migratoria se regularice. Y, como él, el resto de los 33 migrantes seguidos por la lente del fotorreportero, quienes son parte de los cientos de miles de migrantes que aguardan cada año a que sus solicitudes de asilo sean aprobadas.
Dezfuli, que ha publicado sus trabajos en medios como Le Monde, El País, The Guardian y la BBC, logra con Pasajeros reafirmar algo que ya sabemos y que a la luz de estos últimos meses de guerra en Europa se hace más evidente: las puertas están abiertas para algunos, pero para otros el mar debería ser barrera suficiente.
Pasajeros. Centro Cultural de España, Montevideo. Curaduría: Almudena Javares. Diseño espacial: Sofía Cacchione y Almudena Javares. Locución: Bárbara Togander. Traducción: Almudena Javares. Selección musical: Wiriko y Vanessa Anaya.