Por Carlos Diviesti.
Mi muñequita.
No. Annette no trata, necesariamente, sobre una muñeca que cobra vida, ni sobre un matrimonio de gente bella y exitosa que tiene problemas de otras índoles, ni tampoco es un drama musical sobre la expresión artística o sobre el albedrío de la fantasía, aunque su forma y contenido lo señalen de manera concreta. Annette es otra cosa. Annette es una película de Leos Carax y eso significa que no hay manera de encasillarla tan fácil.
A Leos Carax le gusta correr al filo de la cornisa, como a los realizadores franceses de la nouvelle vague cuando fue el tiempo de borrar límites y afrontar riesgos frente a lo establecido y ya anquilosado. Por eso las películas de Leos Carax (seudónimo de Alexandre Christoph Dupont, y que en apariencia significa Le Oscar à X) siempre resultan novedosas e irritantes en igual medida porque, aunque la imaginería visual sea innegable y la belleza plástica esté garantizada, a lo largo de su metraje la lógica y lo irracional circulan por el mismo carril y generan un claro desconcierto en el espectador.
Muchos le darán la espalda y muchos otros lo observaremos con la atención que se merece. Mala sangre, Los amantes del Pont Neuf o Holy Motors son películas inolvidables por presentar aristas nuevas a los temas de siempre, y lo mismo ocurre con Annette, cuya forma musical remite tanto a la de Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964) como a la de Bailarina en la oscuridad (Lars von Trier, 2000), y su relato tiene puntos de contacto tanto con Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001) como con El imperio de las pasiones (Nagisa Oshima, 1976), así de ecléctico y radical como se lee y, según quien suscribe, claro.
Annette, como todas las película de Leos Carax, no pretende sentar antecedentes en la historia del cine, sino ser un objeto artístico con reglas propias, que debe admirarse (en el sentido literal de la palabra) en toda su dimensión estética, porque en este caso lo visual y lo sonoro no pueden separarse en su apreciación, tan imbricados están el uno en el otro como pocas veces ha sucedido desde 1927 a la fecha.
¿Es una ópera? ¿Es una tragedia? ¿Es mera ilusión? ¿Es una estupidez? Lo mejor que puede decirse sobre Annette es que hay que verla para sacar conclusiones, llegar a ella como si fuéramos un niño inocente que no tiene prejuicios o maldad, como Annette.