Una Presencia del Pasado.
Por Yolanda Boronat y Marta Risso.
La obra de la empresa Bello & Reborati, realizada entre los años 1921 y 1940, se inserta en una época de relevantes transformaciones en el ámbito nacional e importante expansión de Montevideo debida al crecimiento de los sectores productivos y comerciales, como también al incremento poblacional vegetativo y migratorio.
Desde las primeras décadas del siglo XX, el medio se vio revolucionado entre otros factores por el uso de la energía eléctrica, los avances en las comunicaciones, las nuevas formas de transporte —fundamentalmente por el incremento del transporte automotor colectivo y por el uso del automóvil— y también por el desarrollo de la industria de la construcción con la incorporación de nuevos materiales y procedimientos, por ejemplo el hormigón armado.
El Estado incrementó sus inversiones en la realización de obras territoriales, urbanísticas y edilicias, en tanto el sector privado orientó la inversión hacia programas industriales, comerciales, y también a la construcción de viviendas.
En esos años se consolidaron muchos barrios montevideanos con la realización de obras de infraestructura y dotación de servicios. A la apertura de nuevas avenidas y calles, se le suceden los fraccionamientos en cuyos lotes se van levantando las construcciones que de modo coadyuvante con otros elementos del arreglo y equipamiento urbano público y privado fueron caracterizando paulatinamente distintas áreas urbanas.
Otro factor relevante que acompañó el crecimiento general de Uruguay fue el aporte de la inmigración europea.
Entre 1923 y 1931 llegaron cerca de 180 mil inmigrantes, entre ellos técnicos en distintas áreas y principalmente artesanos idóneos en diversos oficios, que arribaron con un importante legado de su patrimonio inmaterial: conocimientos, costumbres y habilidades que constituyeron un aporte sustancial en la hibridación cultural uruguaya.
El crecimiento de población demandó la construcción de viviendas. En tanto, el problema para acceder a ella por parte de los sectores de menores ingresos ya se consideraba un serio problema, los sectores de recursos medios encontraron soluciones viables para concretar su aspiración a la casa propia, al amparo de la llamada ley Serrato de 1921, con préstamos del Banco Hipotecario del Uruguay.
En la coyuntura de crecimiento económico y facilidades financieras para la construcción de viviendas se produjo un auge del mercado inmobiliario. Se dio entonces en determinadas zonas de Montevideo un importante proceso de contemporaneidad constructiva que resultó —con la yuxtaposición de obras de diversos arquitectos y constructores idóneos— en una armoniosa coherencia formal de muy alta calidad arquitectónica, que aún se aprecia en varias áreas particularmente caracterizadas de la ciudad, en las que se reconoce el aporte de las casas Bello & Reborati.
Origen y consolidación de la empresa
Alberto Reborati, avanzado estudiante de arquitectura, comienza a construir las primeras casas hacia 1914. Posteriormente se asoció con el empresario Ramón Bello, sociedad que se fue consolidando hasta formalizar, el 22 de julio de 1921, la firma empresarial Bello & Reborati. Ésta fue creciendo aceleradamente; su período de mayor auge se ubica entre los años 1927 y 1931, construyendo alrededor de quinientas casas, preferentemente en los barrios Pocitos, Punta Carretas y Parque Rodó. La empresa no construía viviendas para venderlas posteriormente en el mercado inmobiliario, modalidad que ha sido frecuente, tampoco ofrecía planes de financiación para la compra del terreno y la construcción. Trabajó siempre por encargo y siguiendo fundamentalmente dos líneas de acción, de acuerdo a las condiciones de partida que planteaban los comitentes.
Por una parte atendió a la demanda constituida por quienes ya poseían el terreno y contrataban la construcción. Para este sector, los proyectistas diseñaron residencias de distintas características de acuerdo a los requerimientos específicos de cada comitente.
La otra línea de acción fue innovadora, al proponer una modalidad operativa que facilitaba el acceso a la casa propia, lo cual acrecentó su cartera de clientes, que debieron anotarse en lista de espera. La misma consistió en el procedimiento siguiente: la empresa señaba en los remates públicos de solares (modalidad de venta característica de la época) uno, dos o varios predios consecutivos, generalmente de diez a doce metros de frente, para subdividirlos y construir dos viviendas.
Los terrenos se seleccionaban preferentemente en los nuevos fraccionamientos de los antiguos balnearios Pocitos y Ramírez, o próximos a ellos, como Punta Carretas, áreas que fueron adquiriendo prestigio. La venta de solares se publicitaba mediante afiches, que hacían referencia a la residencia en esas áreas de destacadas personalidades de los ámbitos culturales, profesionales y políticos, complementándose con fotos o dibujos de importantes chalet o palacetes.
La empresa ofrecía entonces a sus clientes —a dos comitentes por cada lote— el traspaso del terreno y la construcción de las casas según ‘planos tipo’. Contando entonces los clientes con la cesión del compromiso de compra-venta del terreno, contrataban la construcción, que cada uno podía financiar con recursos propios o con préstamos hipotecarios. Iniciada la construcción de ambas casas se procedía a la división catastral del predio y escrituración correspondiente y a toda la tramitación necesaria sin costos adicionales. Además, para alhajar la casa finalizada se podía suministrar mobiliario y elementos de decoración realizados en talleres propios.
El uso de ‘planos tipo’ se asociaba en esa época con la construcción de viviendas populares. Bello & Reborati tuvo la osadía de proponerlos a una clientela de sectores de recursos medios y altos, en esa línea de acción innovadora que brindaba una solución integral y satisfacía ampliamente las aspiraciones respecto a la casa propia.
Una nueva estética urbana
La idea de repetición de varias viviendas en terrenos consecutivos que ejecutó esta empresa se constituyó en una modalidad de configuración del tejido urbano, retomada posteriormente con gran auge al aplicarse la Ley de Propiedad Horizontal.
Las tiras de casas Bello & Reborati localizadas en los barrios mencionados generaron, en diálogo armonioso con otras obras, un ambiente urbano particularmente caracterizado, propio de una época, y que aún puede ser apreciado recorriendo algunas calles, como Santiago Vázquez y Solano Antuña.
El eclecticismo del lenguaje arquitectónico elaborado, que alude a citas tomadas de diversos referentes, no es ajeno al propósito de satisfacer el gusto de amplios sectores de población, particularmente definido en esos años de importante corriente migratoria y múltiples influencias culturales.
En la demanda subyacía la necesidad de que la vivienda fuera representativa de aspiraciones que referían a nuevas formas de vida ‘moderna’, lo que implicaba disponer de espacios acordes a esos requerimientos.
Los ‘planos tipo’ resolvieron acertadamente, en predios de ancho reducido, dichos requerimientos. La vivienda se organizó en dos o tres niveles. En el primer caso, en la planta baja se ubicaron los servicios y espacios de relación y en la planta alta los dormitorios; en el segundo caso, en el nivel inferior se localizaron los servicios y el garaje, en la planta principal los espacios de relación: sala, escritorio y comedor; y en el tercer nivel los dormitorios.
En ambas soluciones las viviendas presentan dos sectores: uno abierto al frente, al espacio ajardinado o directamente a la calle, y otro abierto al fondo. Ambos sectores en los distintos niveles se articulan mediante la escalera y los espacios de circulación centralizados. La organización interna tiene su correspondencia con la resolución volumétrica general y con la formalización de la fachada.
Un toque de distinción
Por otra parte, estas viviendas debían denotar un ‘estatus de familia acomodada’. Entre los referentes de la época, apetecidos presumiblemente por los comitentes, se encontraban los chalets y villas de veraneo que evocaban a su vez distintos estilos europeos. A ellos recurrieron estos realizadores, apelando también a otras fuentes de inspiración, pero con una fuerte influencia italiana, en la que se reconocen características de las villas genovesas.
En la combinación creativa de múltiples referencias que caracteriza a las fachadas, aparecen armoniosamente dispuestos diversos elementos: cornisas, aleros, balcones, logias, escaleras, columnas, pilastras, frisos, decoraciones y revestimientos. Sin embargo, ese repertorio formal no es excesivamente variado, se basa en la utilización de un conjunto acotado de elementos. La riqueza expresiva radica tanto en la sutileza de las transformaciones hechas a cada uno de ellos, como en la variedad de asociaciones que de los mismos se realizan.
El orden general resulta de la aplicación de dos recursos: la utilización rítmica de ejes verticales que alinean a los elementos —lo que permite articular la asociación sucesiva de viviendas, aun variando sutilmente en cada una los elementos compositivos—, y la división horizontal tripartita del plano de fachada en basamento, cuerpo y remate. Los leves desfases en la división tripartita, asociados a la incorporación de escaleras y porches, y el uso de distintos materiales y decoraciones, permiten la individualización de cada vivienda como una unidad en sí misma, pero articulada en el conjunto que se conforma, ya sea de dos o más viviendas sucesivas.
Cada obra se enriquece con el aporte armonioso de distintas texturas y colores, resultante de la utilización de diferentes materiales acertadamente seleccionados de un vasto repertorio: piedra, ladrillo, revoques, cerámicas y azulejos, entre otros.
Se debe destacar además la excelente calidad de las obras, resultado tanto de la coordinación y supervisión que estos empresarios realizaban de todas las etapas de ejecución, como de la excelencia de los técnicos y principalmente de obreros y hábiles artesanos que trabajaron en esta empresa, muchos de ellos inmigrantes, que en algunos casos el mismo Reborati fue a buscar a Europa y seleccionó por su alta calificación.
La coherencia en la resolución de cada uno de todos esos factores proyectuales, ya constructivos o de localización, hizo que estas viviendas obtuvieran su convalidación social tanto en su consideración como unidad habitacional como del ambiente urbano que generaban, valoraciones todas que aún están vigentes y que hacen que estas viviendas mantengan en el tiempo una considerable aceptación.
Hacedoras de ciudad
Por Mariano Arana*
Cuando hace más de dos décadas propusimos en el Instituto de Historia de la Arquitectura el estudio de la obra de Bello & Reborati, se interpretó la iniciativa como despropósito entre irónico e irreverente. Lástima grande, puesto que muchas de sus realizaciones, hoy inexistentes, estaban todavía en pie, y otras muchas no habían sufrido aún desfiguraciones importantes.
Que ninguno de los integrantes de la firma fuese arquitecto o que el propósito prioritario estuviera centrado en el rendimiento económico está fuera de toda discusión.
Que no se contara con profesionales arquitectos, no ha impedido sin embargo, que se valore con genérica aceptación la conformación constructiva y espacial de Guadix en Andalucía, Alberobello en el sur de Italia o Purmamarca en el norte argentino; así como tampoco ha impedido la estimación de las formulaciones de Wright y Le Corbusier, carentes todos ellos —como es sabido— de ‘título habilitante’.
Por otra parte, la naturaleza inequívocamente especulativa del Lansfowne Crescent de Bath o de los barrios Reus de Montevideo, en modo alguno anulan sus notorios aciertos arquitectónicos y urbanos.
Fue necesario, quizás, que se conjugara la agresiva afectación producida en nuestra ciudad en los años recientes con el surgimiento de nuevos enfoques teóricos en torno al fenómeno urbano y su dimensión histórica, para que se admitiera que la producción de Bello y Reborati merecería una detenida consideración critica.
Tal lo que se propuso el Instituto de Historia de la Arquitectura al iniciar un trabajo de indagación que permitiese explicitar las relaciones entre el mercado inmobiliario y la concreta configuración de espacio urbano, a través del caso paradigmático de la referida firma.
* En su calidad de director del Instituto de Historia de la Arquitectura (Facultad de Arquitectura, Universidad de la República) el arquitecto Mariano Arana escribió el presente texto como prólogo del citado libro que Marta Risso y Yolanda Boronat dedicaron a las construcciones de la firma Bello & Reborati.