Por Carlos Diviesti.
BLISSFULLY YOURS.
Lisa y Georgi se cruzan un par de veces con pocos minutos de diferencia, y una vez más unas horas después. Unas horas después, y para no darle lugar a las casualidades, deciden citarse al día siguiente en un café en uno de los parques de Kutaisi. Pero una maldición habrá de condenarlos: al día siguiente no tendrán el mismo aspecto y habrán perdido sus mayores habilidades (la medicina, para Lisa, y el fútbol, para Georgi). De esta maldición toma conocimiento Lisa, pero no Georgi. A Lisa esta maldición se la comunican una plántula, una cámara de vigilancia, una alcantarilla y el viento, pero el viento no puede decirle todo lo que tiene para decirle. La plántula, la cámara y la alcantarilla (el viento está en todas partes) son esas cosas que Lisa ve cada vez qué pasa frente a ellas por aquella esquina y que por familiaridad hasta las puede considerar sus amigas, lo mismo que al viento, aunque el viento nos envuelva a todos. Lisa le cuenta a Maia, su compañera de apartamento, lo que le han dicho sus amigos inanimados, y Maia decide pasarle una receta de su abuela que anula las maldiciones. Pero al día siguiente Lisa no es Lisa, es otra. Y Georgi, que ignora todo esto, también es otro. Y lo sufre. ¿Podrán Georgi y Lisa reconocerse para poder enamorarse, o estarán condenados a no encontrarse nunca más?
Esta es la premisa de ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, pero no es la película. Toda película debe resumirse argumentalmente en algunas líneas, pero son sus imágenes las que le dan sentido. Y si decimos que la segunda película de Alexandre Koberidze tiene sentido a partir de las ideas, de las sensaciones, de los sentimientos que sus imágenes le transmiten al espectador, incluso estamos siendo parciales. ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? se transforma en la experiencia de observar la vida cotidiana de una ciudad, Kutaisi, la tercera ciudad de importancia en Georgia, y de observar a sus niños, a sus jóvenes, a sus adultos, en espacios que ocuparon otros niños, otros jóvenes, otros adultos, espacios que aún están ahí, con los achaques de la historia. Es descubrir que el presente, sobre todo el presente, ya se fundó, y que lo que nos queda es descubrir lo que ignoramos y que habremos de legarle a los demás cuando ya no estemos aquí. Koberidze dice que el título de su película responde a un hecho invariable que Lionel Messi realiza cada vez que marca un gol: mirar al cielo. Este asunto propio de los esclarecidos no es más que lo que todos hacemos sin darnos cuenta, sin prestarle atención a las circunstancias que nos llevan a hacerlo. Las películas plasman para siempre esos gestos, que luego quizás se interpretarán como imágenes de la felicidad, imágenes que duran apenas un instante en el caudaloso curso de los tiempos.