Por Nelson Díaz.
Hace unos años, luego del suceso mundial de la trilogía Millenium de Stieg Larsson y la aparición en bateas de Asa Larsson y su personaje Rebecka Martinson -una abogada devenida en detective-se inició el boom del noir en paisajes gélidos. Es bueno recordar que el antecedente inmediato, y con más talento, de los Larsson se llamó Henning Mankell.
Fallecido en 2015, Mankell es el creador del inspector Kurt Wallanger, cuya saga alcanza ya los once títulos, algunos traducidos al español. Y, de hecho, la BBC ha realizado tres películas para televisión, protagonizadas por el detective, personificado por Kenneth Branagh.
Un dejo de melancolía recorre El hombre inquieto (editado por Tusquets) en las casi seiscientas páginas de este volumen. Es que el autor dejó en claro que era la despedida del personaje. El detective -con su cuota de cinismo, humanismo y un dejo de humor- ya tiene sesenta años y algunos problemas de salud (al igual que tenía Mankell), por lo que decide tomarse con calma su trabajo en la comisaría de Ystad, una pequeña ciudad al sur de Suecia. Simultáneamente ha logrado uno de sus sueños: mudarse al campo donde vive en compañía de Jussi, un perro al que adoptado como su compañero. Todo parece encaminado para un retiro tranquilo. Pero mientras piensa en su jubilación, ocurre un hecho que lo vuelve al ruedo. El suegro de su hija, Häkan von Enke, un oficial retirado de la marina sueca, desparece misteriosamente, sin dejar rastro. El caso, por la proximidad filial, hace que el detective inicie una investigación por su cuenta, que lo llevará medio siglo atrás, en plena Guerra Fría, más precisamente en el caso de submarinos extranjeros que violaron aguas territoriales suecas.
Mankell aprovecha la trama para repasar la vida del protagonista y varios de los personajes que han aparecido en sus novelas anteriores. Así reaparecen, además de Linda, su ex mujer Moma y Baiba, el amor de su vida. También hay referencias a su padre, un pintor iracundo, con el que tuvo una relación complicada. Y como ocurre en toda novela de la saga Wallanger, desde Asesinos sin rostro (el primer título de la serie) Mankell logra que cada caso policial se erija como una pantalla para proyectar en un segundo plano la crítica social. Aborda los oscuros intereses y la falta de escrúpulos de algunos funcionarios, la mea culpa de toda una generación por no haberse interesado por la política y el ecologismo. Con El hombre inquieto, Mankell cerró el ciclo de uno de los grandes personajes del género policial.