Por Carlos Dopico.
Pasaron ya 34 años de abril de 1987, cuando Fernando Cabrera y Eduardo Mateo grabaron su álbum en vivo en el Teatro del Notariado.
Mateo venía de publicar Cuerpo y alma, su segundo trabajo en solitario y estaba por sumergirse en La máquina del tiempo, que lo llevaría por distintos destinos. Mientras tanto, colaboraba erráticamente con distintos artistas, como con Jaime Roos y su 7 y 3 publicado en 1986. Cabrera, por su parte, acababa de publicar Buzos azules, el antecesor directo de El tiempo está después (en el que Mateo también participa) y, sin saberlo aún, estaba por emigrar durante más de un año a Bolivia.
Quizá, y sin quizá, su experiencia en conjunto tuvo que ver con la obsesión de ambos por las agujas del reloj. Su coincidencia escénica, no obstante, venía de algunos meses atrás. Ambos habían tocado juntos en una improvisada performance que antecedió la presentación de un trabajo poético de Gustavo Maca Wojciechowski. Y apenas después de eso, habían desarrollado una serie de recitales en La Candela, en febrero de aquel mismo año. El éxito de esa reunión fue lo que hizo a ambos aumentar la apuesta y programar el registro en vivo de las presentaciones en el Notariado.
La dinámica que se propusieron sería interpretar alternadamente las canciones de cada uno, arregladas por la dupla. En la mayor parte del repertorio, Cabrera es quien se encarga de la guitarra, mientras que Mateo da cuenta de su enorme talento como percusionista. En otras instancias, se superponen las guitarras y combinan las voces de estos dos artistas enormes con dieciséis años de diferencia de edad entre sí: Mateo estaba a un mes de cumplir 48, mientras que Cabrera recién había cumplido los 31.
La admiración y genialidad era mutua, pero es claro que el orden contaba por parte de Cabrera. Mateo era errático, imprevisible y bohemio, mientras que Fernando es metódico, ordenado y constante.
“El espectáculo fue lindísimo ‒cuenta Maca‒ Creo que le sirvió a los dos. Creo que se supieron conjuntar y aprender el uno del otro. Fernando es un tipo muy formal y la presencia de Mateo lo aligeró, incluso incorporó algunas cosas en el toque de la viola y la percusión. Y a Mateo, Fernando también lo emprolijó, le dio una estructura un poquito más formal. Y se mezclaron muy bien”.
Mateo quería hacer un repertorio inédito, mientras que Cabrera prefería revisitar algunas viejas canciones. Recuerda el propio Cabrera: “Cuando empezamos a trabajar juntos, él venía de una etapa bastante mala. Me parecía que un regreso de él a los escenarios, de una manera más seria y formal, necesitaba que incluyera algunos de sus viejos éxitos, sus clásicos y no que mostrase todos temas nuevos, que era su idea”.
El registro en vivo, reeditado antes en CD por Ayuí/Tacuabé en 2000 y hoy disponible en vinilo gracias a Bizarrro, constituye un documento memorable.