Por Matías Castro.
Si antes pudo haberse sentido un paria ante la oficialidad del cine nacional, hoy su situación es otra. Porque el panorama ha cambiado, aunque no tan drásticamente como el coronavirus le cambió los planes para la historia de zombies que filmó con Daniel Hendler y Paula Silva.
En el azaroso y complejo mundo del cine en Uruguay, Gustavo Hernández parecía un bicho raro. Lo fue durante un tiempo, cuando filmó La casa muda y luego Dios local, aproximadamente una década atrás. Con los años dejó esa categoría y se convirtió en un exponente más de los variados realizadores locales que se ganaron una fuerte proyección internacional, como Pablo Stoll, Álvaro Brechner, Federico Veiroj y Federico Álvarez. Hoy ya no es un outsider, un director que se quejaba de la uniformidad del cine nacional, sino que es una parte más del abanico producido en estas tierras.
“Yo sentía que Uruguay estaba encasillado en una sola cosa y necesitaba más variedad, como veía en otros países”, cuenta el director, productor y guionista de 46 años. Lo dice todavía agotado por el largo y sinuoso proceso de rodaje de Virus 32, una película de zombies, con Daniel Hendler, que filmó en el club Neptuno en plena pandemia. “Eso creo que hizo crecer a la industria y es un proceso que se está consolidando. Películas de género han aparecido muchas. Por ejemplo, está la de Mauro Sarser, Muerto con gloria, que es fantástica o surrealista. Apareció Reus 2 y se estrenó Al morir la matinée, de Maxi Contenti”.
Los primeros y firmes pasos
La narración oficial, por decirlo de algún modo, cuenta que produjeron La casa muda con el escaso dinero de la venta de un auto. Se trataba de una historia de terror con pocos actores, que transcurría dentro de una casa en tiempo limitado y que se filmó con muy pocos técnicos. Empleó varios trucos. Por un lado, fingía ser hecha en una sola toma y, por lo tanto, filmada en tiempo real. Y, por otro, el fotógrafo Pedro Luque, uno de los más destacados de los formados en las últimas décadas, la filmó con una cámara de fotos. Esa combinación de artilugios le dio una intensidad muy alta a la película, la convirtió en un éxito local y le abrió puertas fuera de fronteras a un nivel inesperado. De hecho, hasta hoy es la única película nacional (probablemente también sudamericana) que ha tenido un remake en Estados Unidos.
“En ese momento éramos inconscientes y no lo hicimos con un propósito comercial”, explica. “Después la película agarró una dimensión que no imaginábamos, nos hizo entender el mundo del cine un poco más. Fuimos a Cannes, se hizo un remake y pudimos ver un arcoíris global de la industria. Luego fuimos aprendiendo de película en película, porque la industria del cine va cambiando. Por ejemplo, el otro proyecto que tenemos en paralelo a Virus 32 lo estamos haciendo para una cadena de streaming”.
La producción de cine suele tener idas y vueltas complejas que demandan paciencia infinita y, en cierto sentido, un importante nivel de fe en lo que se quiere hacer. Son incontables las historias de realizadores que arrastran proyectos durante años mientras buscan financiación, consiguen o pierden fondos y coproductores, de tal modo que sus esperanzas mueren, renacen y cambian constantemente de porte. En ese contexto, un inicio tan explosivo como el que tuvo Hernández con La casa muda podría haber augurado un camino seguro. Sin embargo, no fue exactamente así, aunque haya logrado una continuidad mayor a la del promedio de quienes hacen cine en Uruguay.
“Gracias a La casa muda pudimos hacer Dios local, que fue una película más bien de festivales y me permitió encontrar más gente del palo. Esa experiencia, a su vez, me permitió hacer No dormirás con financiación de Fox y un presupuesto al que no estaba acostumbrado. De alguna forma, creo que el proceso va escalonado porque una película te permite hacer otra. Vamos día a día, película a película”, detalla Hernández. De todos modos, hubo un aprendizaje importante en ese camino que, así resumido, parece simple, aceitado y carente de incertidumbres. Después de estrenar Dios local, por ejemplo, se encontró con que posibles productores le preguntaban si tenía más proyectos para mostrarles y él apenas se manejaba con alguna vaga idea para otra película. “Aprendimos que tenés que tener entre manos diez proyectos para que salga uno”, afirma, “porque si tenés dos proyectos, lo más probable es que no te salga ninguno”.
El aprendizaje se reflejó, en buena medida, en formar un equipo. Con su aliado, el productor Ignacio García Cucucovich, formaron la productora Mother Superior y empezaron a invertir en atraer a otras personas que desarrollaran proyectos con ellos. Uno de los más destacados fue Juma Fodde, un realizador y guionista al que le asignaron la tarea de convertir en guion una idea básica de Hernández sobre la privación de sueño. Eso se convirtió en No dormirás, probablemente su película más ambiciosa. Protagonizada por Belén Rueda, además de ser una película de terror explora temas como los procesos creativos radicales y los límites a los que puede llegar un actor en la búsqueda de sus papeles. No dormirás se gestó en Uruguay, pero se filmó en Argentina y España, con técnicos y elenco de esos países. Logró la marca de haber sido la película de terror argentino más vista en la historia de su país, pero también llegó a cosechar éxito en países insospechados, como Rusia, por ejemplo.
Una de las cosas que hizo con su equipo mientras trabajaba en No dormirás fue conseguir los derechos del thriller israelí Big bad wolves. Se trata de una sórdida historia de venganza, con toques de humor negro, que se desata a raíz de una serie de muertes. Nuevamente le dio la tarea a Juma Fodde de reescribir el guion y darle una vuelta distinta como, por ejemplo, agregarle personajes femeninos, entre otras cosas. El nuevo título sería Lobo feroz.
Nuevos tiempos y nuevos desafíos
La película se iba a filmar el año anterior, pero se pospuso, por lo que Hernández y su gente buscaron entre sus proyectos algún otro que fuera realizable mientras tanto. Así sacaron a flote Albatros, una historia de zombies que transcurría en un pueblo. “La idea era volver a las raíces, como cuando hicimos La casa muda, con un presupuesto bajo y un equipo chico”, explica. Para concentrar más la idea, reescribieron el guion más de una vez. La historia original transcurría en el pueblo, pero buena parte de ella sucedía dentro de un club. De ese modo, Fodde ambientó la historia entera dentro de un club y eligieron que fuera el abandonado Neptuno. En el transcurso de ese camino, la historia que se llamaba Albatros pasó a llamarse Virus 32.
Consiguieron el apoyo del programa PUA, del Ministerio de Industria, que permite una importante devolución de impuestos a quienes invierten en cine. Sin embargo, a partir de entonces la idea de hacer un proyecto chico y manejable empezó a cambiar porque entró un coproductor argentino y, luego, Disney, que se comprometió con un lanzamiento internacional grande.
“Cuando pasa eso, no podés mantener una película chica”, dice Hernández. “De todos modos es una película con la que apuntamos a un público más amplio y, justamente por eso, los productores te exigen otras condiciones técnicas. Así que si usás una cámara mejor también tenés que contratar a un equipo más grande por todo lo que implica. Y para nosotros, como productora que apunta a un público más amplio, fue importantísimo que nos pasara eso”.
Para marzo 2020 ya tenían todo pronto para filmar. Los actores argentinos Esteban Lamothe y Malena Sánchez viajaron y filmaron un día… hasta que se declaró la cuarentena debido al coronavirus. Por eso el rodaje se suspendió y los actores volvieron a su país sin que se supiera cuándo se iba a retomar el proyecto. Conforme pasaron las semanas, las condiciones sanitarias se complicaron todavía más. Y, además, el club Neptuno pasó a manos de la Intendencia, por lo que el equipo de Hernández tuvo que volver a pedir autorización para filmar allí cuando se pudiera.
“La Intendencia se portó bárbaro e hizo todo para que no retrasemos la película, a pesar de que había un trámite legal complejo”, cuenta. “El Instituto de Cine también nos ayudó con cartas y permisos para habilitar a que los actores y técnicos viajaran y eso colaboró con que el proyecto siguiera su curso”. Ya hacía mucho tiempo que habían dejado de ser los outsiders del cine nacional, los raros que proponían hacer películas de terror mientras que los fondos e institutos parecían apuntar al minimalismo o al cine que se supone que trae prestigio. El panorama, evidentemente, era muy distinto a esta altura de su camino.
El problema es que los actores argentinos no podían viajar. Malena Sánchez fue sustituida por la uruguaya Paula Silva, protagonista de El pozo, que vive aquí. Y Lamothe fue sustituido por Daniel Hendler, quien por ser uruguayo pudo viajar con más facilidad y, además, se interesó por esta propuesta, que era muy distinta a la del resto de su filmografía. “Con Hendler había confianza porque uno de nuestros productores había trabajado mucho con él. Era un género que él nunca había abordado. Y, obviamente, tenía margen de tiempo para decidir, porque en Argentina la pandemia había detenido los rodajes. De hecho, allá recién ahora se empezó a filmar”.
Si bien esto fue una suerte para poder enganchar a Hendler con comodidad y en poco tiempo, tuvo un efecto colateral que complicó las cosas. A causa de la pandemia, la industria audiovisual en Latinoamérica se detuvo; pero, debido a las medidas sanitarias y los buenos resultados, Uruguay fue el primer país que retomó los rodajes. El trabajo en el medio explotó y a lo largo de estos meses se ha filmado una cantidad inédita de producciones tanto comerciales como de ficción. La consecuencia de esto fue que parte del equipo que en marzo 2020 estaba comprometido con la película, en los siguientes meses estaba desbordado de trabajo por todas esas producciones que aparecieron. Y, por lo tanto, Hernández y sus coproductores tuvieron que recomponer una parte del equipo técnico. Al menos, se puede decir que en este caso las complicaciones llegaron por la abundancia del medio y no por la escasez de recursos.
El cine de género y sus riesgos
Hernández estudió en la Escuela de Cine, pero durante años su medio de vida fue la publicidad, hasta que llegó La casa muda. Después de eso, ha dirigido pocos comerciales, aunque la empresa que tiene junto a Cucucovich da servicios de producción para que otros los realicen. “No estudié en la ECU para dirigir comerciales, aunque haya vivido de eso, obviamente. En una publicidad siempre estás contando algo, pero no es verdaderamente narrativo y a mí lo que me interesa es contar una historia, provocar sensaciones y desarrollar personajes”.
Finalmente, si la publicidad encasilla y a veces parece ensuciar el aura de prestigio de los directores de cine, también los géneros tienen sus trampas. Gustavo Hernández parece ser sinónimo de terror, aunque le interesa hacer otras cosas. “Lobo feroz, por ejemplo, es un thriller policial y fue difícil financiar ese proyecto”, confiesa. “Pero se puede hacer porque uno de los coproductores había trabajado con nosotros en No dormirás y nos dio la oportunidad. Igual siempre te dicen lo mismo: ‘Che, hagamos otra de terror y después vemos ese thriller’”.