El Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) ofrece dos retrospectivas de artistas nacionales relevantes, Amalia Nieto y Antonio Pezzino; además, en la primera sala muestra maquetas, estudios, afiches y pinturas del laureado José Belloni, escultor de obras monumentales a comienzos de la modernidad de Uruguay. Todas son exhibiciones verdaderamente imperdibles.
Amalia Nieto
En la sala mayor se despliega la retrospectiva de Amalia Nieto (1907-2003), artista del núcleo generativo y fundacional de la vanguardia de los años sesenta en Uruguay, época de oro para el arte nacional.
Inteligentemente montada, la retrospectiva de Nieto sigue un orden cronológico en el que es posible apreciar el desarrollo y la evolución de esta creadora singular. Comienza en 1930. Su obra es multifacética y, a pesar de que Nieto era fundamentalmente una pintora, también encontró caminos expresivos personales en el diseño gráfico, la ilustración de libros, los volúmenes escultóricos, el grabado. En relación con sus obras plásticas, se revela una pasión por la investigación técnica, es decir, una investigación en las posibilidades de lenguaje de los medios expresivos. Esta clase de investigación parte de los propios soportes y se complementa con la técnica del artista, propiamente dicha, la cual depende del modo (la manera) en que maneja los materiales, llámese pincel, lápiz, espátula, etcétera.
Amalia Nieto sorprende también por su incesante búsqueda de la forma plástica. No se puede decir que tenga una forma característica o un estilo. Su estilo es el propio del siglo XX, el de la búsqueda incesante por la calidad estética de la obra, independientemente de su conformación formal. Además, fue una excelente colorista. Parte de su búsqueda por la excelencia plástica la constituyó la investigación del color, sus armonías, sus disonancias, sus contrastes, sus acordes e incluso sus desacuerdos. Todas estas inquietudes, que Amalia Nieto canalizó en sistemáticas experiencias, califican su talla artística. En pocas palabras, se trata de la búsqueda de lo desconocido, de aquello que todavía no se ha nombrado.
El curador de la muestra ha colocado algunos pensamientos de la artista que consideramos muy importantes para entender su ideología creadora. Por ejemplo: “Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad, modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. Pero antes que nada, ver distinto, sentir distinto, con acento propio”. Para interpretar la realidad, Amalia Nieto aprovechó las herramientas estéticas que tenía a disposición. Por ejemplo, los lenguajes cubistas y abstraccionistas. Esto no quiere decir que la artista se comprometiera en una dirección estética particular. En realidad, utilizaba la sintaxis y la retórica de las estéticas de una manera propia, una manera ad hoc que le permitió llegar más rápido a su formulación de la forma tal y como entendía que debía presentarse, para ella y para el público. Se siente fuertemente, a la vista de sus obras, que la artista estaba comprometida con sus propios contenidos. Las primeras obras con el tema de los bodegones o naturalezas muertas son evidentemente experimentos plásticos donde el ojo y la mano se disciplinaron. Luego vino la influencia de la escuela de Torres García, cuando se integró a la Asociación de Arte Constructivo y asimiló los preceptos de estructura y composición. Estos preceptos sentaron las bases de una concepción estética que ordenó las composiciones y permitió a la artista jugar libremente con formas de su propia creación dentro de un planteo plástico predeterminado y ordenador. Llegó a una abstracción sintética con formas tomadas de la naturaleza (árboles, lunas, aves, etcétera) que fue paulatinamente concentrando en líneas de diverso grosor según el motivo pictórico. Estas formas son estructura y dibujo a la vez. Luego agregó las manchas de color contenidas en estos dispositivos, que imprimen la poética a sus obras. Se percibe la búsqueda del equilibrio, de la armonía, seguramente en confluencia con sus tendencias anímicas y espirituales.
Nieto, también, ha ilustrado libros de autores muy importantes (entre ellos Paul Valéry) y en estos trabajos se nota su trazo delicado (no decimos femenino para no generar suspicacias de género); en otros exhibe una levedad casi mística. Como productora de afiches para eventos culturales, su concepción fue la misma: el equilibrio, la sobriedad, la profundidad del color y el cuidado del dibujo con relación al mensaje. Produjo grabados y muchos trabajos en acuarela que integraba a las cartas dirigidas a su esposo, Felisberto Hernández.
Las investigaciones matéricas la llevaron a imprimar con cera papeles de buena calidad para trabajarlos posteriormente con gouache, acuarela y óleo. El uso de técnicas combinadas fue parte de esa investigación que caminó sobre los límites expresivos de los materiales. Por otro lado, apreciamos su trazo, casi rasgado, a gruesas bandas de pintura al óleo diluido que deja ver el soporte debajo, por transparencia. Estas bandas son utilizadas propiamente como dibujo y conceden una impronta abstracto-geométrica a estas composiciones incluso cuando se identifique ‒con la ayuda del título‒ la figura representada.
Cada obra concentra un universo particular y, además, particularmente completo. Este grado de completitud es un rasgo de los grandes artistas. Dentro de un programa que podríamos llamar de progresiva síntesis y de estilización, la obra de Amalia Nieto se proyecta como un feliz experimento de creación a partir de principios plásticos muy sólidos, pero dejando siempre abierta la posibilidad de la aventura, una aventura en la forma y en el color. Nieto exploró incluso el color acromático. Las bandas grises-negras que hemos mencionado, que trazaba con óleo diluido y movía con espátula, adquieren un cromatismo especial a partir de una técnica en particular. Lo que significa que la investigación de color no solo remite a la paleta alta y al círculo cromático, que no obstante ataca con gran decisión. Una gran colorista como Amalia Nieto puede producir color desde donde prácticamente no lo hay. Tomemos el caso de la pintura titulada Búho en la noche. Aquí algunos sepias iluminan las profundas y luminosas rayas negras con tendencia al azul. El dibujo figurativo del que toma el nombre la tela es un acierto particular de la abstracción figurativa y contiene la misma sensación plena ‒con trazos al parecer aleatorios‒ del animal representado. Amalia Nieto ha realizado un proceso de síntesis que magnifica su potencial plástico. Por ejemplo, su serie de objetos cotidianos de distinta naturaleza (vajilla, etcétera) es llevado a este grado de síntesis abstracta producto de la incesante búsqueda de la esencia del arte y particularmente de la pintura. En el caso de esta serie observamos un trabajo hacia el diseño. Los caminos que conducen a la excelencia de la forma plástica no están determinados por las categorías estéticas, sino que emergen de la misma forma plástica. En este sentido, cualquier objeto es digno de estudio. Para Nieto la pintura no tenía fronteras y siempre, con gran tenacidad, logró no solo llegar al pleno sentido estético (al plano estético puro), sino a la forma idónea, la más adecuada a la idea en su contexto. Esta búsqueda y feliz encuentro fueron posibles a través de un trabajo incesante y comprometido.