Ruisdael Suárez y Ernesto Cristiani
En la Galería de las Misiones de José Ignacio se está exponiendo, desde enero y hasta finales de febrero, una antología de obras de los singulares artistas pop uruguayos de los sesenta Ruisdael Suárez (1929-2004) y Ernesto Cristiani (1928-1989), bajo la curaduría de Manuel Neves.
La última vez que estos artistas expusieron juntos fue 44 años atrás en la Alianza Francesa de Montevideo. En esta oportunidad, se presentan obras de todos los períodos artísticos de ambos con excepción de la amplia producción gráfica de Suárez.
En la década de los sesenta, los dos artistas desarrollaron actividades culturales múltiples que incluyeron la poesía, la docencia y la actuación además de la expresión gráfica y visual. Ambos se caracterizaron por crear una obra pop que reprodujo imágenes aparecidas en los medios de comunicación, utilizando el dibujo, el collage y una paleta de colores intensos y contrastados, donde se alternan sobre todo el amarillo, el verde, el rojo y el negro.
La expresión atónita y psicodélica de los rostros creados por Suárez, insertos en cuerpos jóvenes o ancianos, que aparecen sentados o parados, mirando fijamente hacia el espectador en posturas hieráticas, acompañados por la irrupción ocasional o sistemática de flores coloridas, que en ocasiones se repiten casi como fractales y que son parte del paisaje o de la ropa de los protagonistas, le otorgan a estas obras una expresividad insólita, extática e inquietante.
Hay allí elementos beats, psicodélicos, geométricos, algunos casi planos y hasta condimentos neo expresionistas, junto a un uso del color que no era el habitual en el panorama visual uruguayo de la época.
De igual modo Cristiani utiliza similares recursos y cita en sus obras personajes de cómics (como Toby, de la conocida historieta El club de Toby) junto a esa explosión de colores más esa expresión atónita de la mirada, esa sensación de paralización interna, de expectación de esas figuras humanas absortas en algo que “parecen ver”, dentro o fuera de sus propias mentes.
A pesar de ser personas y artistas diferentes, Suárez y Ruisdael compartieron dos décadas de una misma época que incluyó una crisis de sensibilidad que afectó los tres grupos de artistas de esos años: los del Taller Torres García, los abstractos independientes y los Concretos/madis.
Esta muestra de Galería de las Misiones es una oportunidad para redimensionar la importancia del pop uruguayo de los sesenta, ese momento en que se produjo un quiebre de las prácticas pictóricas habituales, abstractas o figurativas, cuando las políticas culturales apuntaban a la construcción de una hegemonía económica y creadora que fijaba la atención en lo que se estaba produciendo sobre todo en algunas ciudades de Estados Unidos y en Londres.
Un nuevo realismo
Dentro de ese panorama Cristiani recibe, en 1965, una mención en el Premio Esso para artistas jóvenes latinoamericanos, organizado por la petrolera homónima y por la Unión Panamericana, con sede en Washington DC. En ese momento, las obras de Ernesto Cristiani, Hermenegildo Sábat y Ruisdael Suárez fueron reconocidas como parte de la Nueva Figuración y pasaron a integrar la colección del Loewe Art Museum of Miami.
El Pop Art constituyó entonces un nuevo realismo asociado a la representación de la sociedad de consumo y fue practicado por un grupo de artistas residentes en Londres, Nueva York y Los Ángeles, a principios de la década de 1960. En 1964, el artista estadounidense Robert Raunschenberg hizo que el Pop Art se conociera mundialmente al ganar el León de Oro en la Bienal de Venecia. Y esto se vio reflejado en Uruguay, sobre todo por el trabajo de Suárez y Cristiani.
Fue así que las polifacéticas críticas uruguayas María Luisa Torrens, María Freire y Amalia Polleri (estas dos últimas también artistas) adoptan este término y comienzan a utilizarlo para referirse al trabajo de estos artistas uruguayos.
En un breve artículo publicado en el diario El País, en 1965, titulado ‘El auge del pop en Uruguay’, escrito por Torrens, ella celebra la aparición del pop en Montevideo y promueve esta proyección internacional, colocando el trabajo de los artistas uruguayos al mismo nivel de lo producido en Europa y Estados Unidos.
Menos entusiasta, Amalia Polleri escribe: “Nuestro Pop Art, algo subdesarrollado como corresponde a la condición ambiente, escapa en cierto modo a tajantes definiciones”.
Lo cierto es que, como ha ocurrido y ocurre, existió una mirada que se cruzaba entre los artistas del Sur y del Norte, ese vínculo transferencial y contratransferencial que suele implicar importaciones y exportaciones, saqueos y otorgamientos, con múltiples manifestaciones creativas.
Varias galerías y salones de arte contemporáneo han rescatado este movimiento y lo siguen haciendo. En 2005, se realizó una retrospectiva de Ruisdael en el Centro Municipal de Exposiciones Subte, titulada Atravesando el Pop. En 2009, el CCE hizo una exposición antológica de Cristiani, y en 2011, Galería Sur realizó la muestra titulada Los 60 y el Pop: política y sensualidad, con obras de artistas pop brasileños, uruguayos y argentinos.
Mucho se ha escrito y dicho sobre el pop. Por ejemplo, que es superficial, condescendiente, impersonal, cínico, joven o juvenil, popular, psicodélico, sensual, audaz, trivial, alienante, efímero, vulgar. Sin dudas se trata de una manera de representar la realidad con colores estallantes o figuras más o menos simples o cotidianas pero que esconde una mirada irónica que encripta y muestra lo que se ofrece para el consumo de manera masiva. Quien lo vea solamente como un mero espejo colorido se estará perdiendo la dimensión crítica y simbólica: ese lenguaje de la metáfora que vela y muestra, con un guiño, lo que suele permanecer oculto a una mirada más inocente, esa que no puede, no sabe o no quiere leer lo que se dice entrelíneas. Miremos entonces lo que no es obvio porque detrás de esos ojos casi hipnóticos o de esos objetos cotidianos coloridos hay un mensaje cifrado y elocuente que parece decir: “No te tragues todo lo que te dicen o todo lo que te muestran los medios de comunicación (o las redes) porque la realidad (y sobre todo el arte) te está mostrando la otra cara (de la luna, de la moneda o de lo que elijas ver/mirar).