Gustavo Genta es un artista raro en el panorama de las artes visuales uruguayas. No pertenece a una tradición ni a una escuela definida. No tuvo maestros. No estudió en la Facultad de Arquitectura ni en Bellas Artes aunque sí en la Escuela de Diseño.
Se define como un “autodidacta, diestro en el uso de las manos”. Los que lo conocen dicen que trabaja durante horas de manera un tanto obsesiva. Se levanta muy temprano, cerca de las 6.30, y comienza a crear con elementos minúsculos, como pequeñísimos recortes de espejos, papelitos o varillas de metal. Con ellos crea cuadros y objetos tridimensionales que alteran la percepción y le hacen trampas al ojo. Sus instalaciones cuelgan de las alturas, reposan sobre el suelo o se extienden como tentáculos móviles en las superficies de los techos.
Podría decirse que en estos momentos Genta está trabajando, además de las instalaciones con objetos en metal y cristales espejados, en dos familias de cuadros: la de los collages en 3D con recortes minúsculos de papelitos blancos o negros, y la de cuadros ópticos realizados con varillas de metal y figuras geométricas, también en blanco y negro.
El 16 y 17 de diciembre de 2020 se inauguró esta muestra titulada Los juegos de la percepción, en la antigua Casa Antonio Serrato, ahora conocida como Edificio Antonio Serrato, ubicada en 25 de Mayo y Ciudadela, reciclada por los arquitectos Graetz/Núñez, quienes en 2014 obtuvieron el Premio Reciclaje del Acervo Arquitectónico. El reciclaje del edificio respetó el diseño de la fachada de influencia francesa con sus balcones con balaustradas y elementos ornamentales de la época, los cuales han sido conservados en su estado original y constituyen un buen ejemplo de eclecticismo novecentista. La intervención arquitectónica convive con estos elementos gracias a “un tejido continuo de acero inoxidable” que, según los arquitectos, por su color y textura refiere a las superficies de pizarra del edificio.
Sin dudas las grandes dimensiones del hall de entrada del edificio y la sala donde se ubica el salón comedor de las oficinas de los pisos superiores constituyen un marco espacial adecuado para las obras de grandes dimensiones creadas por Genta.
Sus instalaciones, conformadas por sus cuadros y sus objetos como nidos de boyeros o rocas perforadas por erosión eólica, aparecen distribuidas en los diversos espacios del edificio desde la entrada, donde interviene tanto las paredes como el techo, pasando por el nicho donde desembocan los ascensores de acero inoxidable, hasta el gran espacio rectangular conformado por la amplia esquina interna del edificio. Toda una invitación para entrar en un espacio abierto a los juegos de la percepción óptica y estética, mientras se desliza la mirada en las creaciones de este artista único que viene a renovar el aire, un tanto anquilosado o previsible del arte que se viene realizando en estas dos últimas décadas en el país.