Por Nelson Díaz.
Pulsión de vida, pulsión de muerte.
La novela de Delia Owens, que debuta como narradora a los 70 años, viene precedida como uno de los libros más vendidos de Estados Unidos de los últimos años.
La historia de La chica salvaje, publicada por Ático de libros, tiene como trasfondo una historia atípica en el mundo editorial. Su autora Delia Owens (Georgia, 1949) es zoóloga y vivió 23 años en África. Luego se trasladó a Idaho, en el noroeste de Estados Unidos donde escribió La chica salvaje, su primera novela a los 70 años. Es lo que en el mundo de las letras se denomina “autor tardío”.
La historia plantea que durante años los rumores de la existencia de la “chica salvaje” han perturbado la vida de la pequeña localidad de Barkley Cove, un tranquilo pueblo de pescadores en Carolina del Norte. Abandonada a los seis años, Kya es una joven sensible, inteligente y de una belleza insólita que ha sobrevivido en soledad, con la naturaleza como única amiga. Es una superviviente nata. Su solitaria vida se complica cuando un hombre aparece asesinado en el pantano y la acusan del crimen. Entonces, todos sus misterios saldrán a la luz.
A partir de este punto, La chica salvaje se convierte en una historia contada en dos líneas de tiempo distintas intercalando capítulos, porque la autora nos narra los hechos ocurridos entre 1969 y 1970 cuando encuentran el cuerpo de Chase Andrews en lo que aparenta ser un homicidio. Al inicio los capítulos donde nos narran la vida de Kya durante su infancia y adolescencia son más extensos que aquellos que ocurren durante 1969, pero conforme avanza en los años la línea de tiempo de Kya, los papeles se invierten y se hacen cada vez más largos lo capítulos donde la autora nos cuenta lo ocurrido con Chase Andrews, este aspecto de la narración me pareció genial, le da a cada historia, su justo tiempo llegando al final con una sola línea de tiempo cuando ambas se encuentran.
Pulsión de vida y pulsión de muerte en una novela muy bien contada.