Por Nelson Díaz.
Literatura del yo.
Con Basada en hechos reales, Delphine de Vigan intenta dejar de lado lo autobiográfico de su exitosa obra y adentrarse en la ficción.
Basada en hechos reales (Anagrama), la nueva novela de la francesa Delphine de Vigan, puede leerse como, de hecho lo es, una continuación de sus anteriores libros: Días de hambre, donde contaba, en plan de confesión, su experiencia con la anorexia y Nada se opone a la noche, donde narraba la historia de su propia familia piloteando el desorden bipolar de su madre. Luego vendría Nada se opone a la noche donde narraba el encuentro con el cuerpo inerte de su madre, dos días de que se había suicidado. Relato crudo. Catártico. Directo. Obtuvo varios premios en Francia y en Europa y la convirtieron, vaya paradoja, a través del drama familiar, en una de las escritoras más leídas y premiadas en su país natal y en el resto de Europa. Es decir, su literatura se alimenta de sus experiencias personales y su entorno más cercano. “Literatura del yo” o “autoficción”, donde su autora era su propia materia prima. El riesgo de este género tan de moda es que los escritores pueden agotarse en sí mismos. A muchos les ha ocurrido.
Ahora De Vigan regresa con Basada en hechos reales donde las experiencias personales vuelven hacer materia prima. Pero con un leve giro, porque todo parece tener un precio a pagar. En esta nueva novela, la escritora sobrevive como puede a la exposición mediática y psicológica que ha supuesto el éxito atronador de sus libros basados en su familia. Pero hay otro miedo, por momentos transformado en pánico y obsesión, y es el temor a no poder escribir nunca nada más. La maldita página el blanco. Insegura emocionalmente, aparecerá una mujer, que conoceremos solo como L, que será su cable a tierra.
Basada en hechos reales navega entre dos aguas: un ensayo –mejor dicho un esbozo de ensayo, sobre los límites entre la realidad y la ficción, y el miedo a no tener nada más que decir.
“Pocos meses después de que apareciera mi última novela, dejé de escribir. Durante casi tres años, no escribí una sola línea. Las expresiones estereotipadas deben interpretarse algunas veces al pie de la letra: no escribí ni una carta burocrática, ni una tarjeta de agradecimiento, ni una postal de vacaciones, ni una lista de la compra. Nada que exigiera un esfuerzo de redacción, que obedeciese a una preocupación formal. Ni una línea, ni una palabra. Ver un bloc, una libreta o una ficha me producía náuseas”.
De Vigan puede sentirse satisfecha. Basada en hechos reales es un buen libro, que la confirma como una buena escritora. Y se nota que existe cierta intención de dejar, al menos por un tiempo lo autobiográfico, y adentrarse en el terreno de la ficción.