El placer (o el fraude) del voyeur
El último libro de estadounidense Gay Talese (Ocean City, 1932) viene precedido de polémica. Se trata de El motel del voyeur y su historia –que él asegura que es real- es, al menos, extraña y, por momentos, inverosímil.
A mediados de las década del 80, y tras haber publicado La mujer de tu prójimo, Talese -uno de los popes en lo que se dio en llamar el “Nuevo Periodismo”- fue contactado por Gerard Foos, un extraño hombre que le aseguró que había comprado un motel al que había convertido en una especie de Big Brother donde espiaba a quienes se alojaban en su motel. Para eso, Foos se valió de falsas rendijas de aire por donde podía espiar la intimidad de los habitantes del hotel. Como prueba le mando parte de su diario-registro donde apuntaba lo que veía. Lo extraño era que Foos no quería que apareciese su nombre, ni los registros, en un probable libro de Talese, por lo que el escritor no entendía qué perseguía el confidente.
Años después Foos dio permiso para que Talese escribiera su libro, ahora publicado por Alfaguara en su versión en español, y lo hiciese usando su nombre real. Incluso para que hiciera público que en el motel, una noche de voyerismo, había sido testigo de un asesinato.
El libro fue publicado y cuando estaba en librerías y ya rodando la ingeniería del marketing, una investigación del The Washington Post puso en tela de juicio la veracidad del libro. Gerard Foos no pudo haber observado todo lo que dice que había observado porque su motel no fue suyo todo el tiempo que decía que lo había sido, afirmaba el artículo. Para el diario, Foos era una fuente poco confiable y Talese un escritor con desmedido ego que, con tal de estar en las portadas de diarios y revistas, prestaba su nombre al primero que se le cruzara.
Talese perjura que todo es cierto pero, por si las moscas, en la segunda edición en inglés y en la edición en español, publicada por Alfaguara, le avisa al lector: “Como ya dejé claro en la primera edición de este libro, Foos era un narrador inexacto y poco fiable, pero sin duda fue un voyeur épico”. El lector juzgará si se trata de un fraude bien armado o los hechos ocurrieron tal como son narrados.