La mezcolanza que pega
Uno. Seamos sinceros: ya está harta de la cuarentena. Lo sabe, pero no lo dice. No hay palabras para explicarlo. Pero lo tiene claro: algo está por explotar. Ya no soporta el encierro. No le alcanza con salir munida de su tapabocas hasta el supermercado o la farmacia y volver a la misma rutina. Tampoco soporta más las maratones de series, ni los desvelos con películas en las que desfilan los inefables peinados de los años ochenta ni las frustraciones de algún oscuro realizador, ni los ronquidos de quien duerme a su lado, ni los gritos de los chicos.
Antes cumplía con orgullo las normas del buen gusto. Todo estaba claro y ordenado. Nada de cumbias. Nada de rarezas hiphoperas. Nada de indie. El playlist estaba disciplinado con las formalidades de lo culto para la noche, algo de pop sofisticado para la mañana, algo de jazz educado por los grandes sellos para la hora del té. Para el fin de semana, las reuniones con amigos y la banda sonora con fugaces pasajes por “el folclore de vanguardia”, la canción de autor; y si cuadraba una salida, el programa podría incluir algo de teatro, una visita a la temporada sinfónica. El menú completo y bien ordenado.
Pero nada de eso vale ahora, con el encierro, con la pandemia que se volvió el tema único de los medios. Esto está por explotar.
Dos. Viernes, 21 horas. Llega un mensaje de Whatsapp. Es la loca de la barra. “Tengo algo para vos. Te paso el link de Youtube. Vas a ver que se te vuela la cabeza. La descubrí hace poco, se llama ‘Chicha roja’, y es de La Yegros”.
Pasan cinco minutos, pasan diez minutos, y usted responde: ¿Qué me pasaste, loca? Esa música pega mal y no puedo dejar de escucharla”.
Nuevo mensaje: “¿Viste? Pega duro”.
Tres. Le dije, señora, va a explotar y explotó. Esto, antes, claro, le parecía sospechoso. Demasiado cuerpo en escena para un playlist tan pudoroso. Algo estaba mal y zafó.
‒¿Le inquieta?
‒Sí, por supuesto.
Es algo adictivo, repetitivo, carnal, envolvente, con desparpajo swingueado.
‒¿Le molesta?
Cuatro. Viernes, 3 AM. Suena ‘A ver a ver’ en los auriculares. En otra pestaña del explorador teclea “La Yegros”. Encuentra algunos datos. La Yegros es Mariana Yegros, nacida en Morón, provincia de Buenos Aires, y actualmente radicada en Francia. Actriz, música, La Yegros se convirtió en figura de referencia en ciertos ambientunes donde las mezcolanzas se rigen por reglas muy diferentes a las que se manejan en la escena de la correcta fusión de estilos. Baile y mucho cuerpo, swing, charango, acordeón, tambores, cumbias, chamamé, hip-hop, electrónica, bases sampleadas, colores estridentes, voz que pega en la frente, desparpajo.
‒¿Qué es esto? No entiendo mucho.
‒Es que ciertas formas del entendimiento están muy sobrevaloradas, estimada.
‒¿Le parece?
‒Ya lo creo. Esto está despegado. La Yegros es, además, una figura más de una escena inquieta que viene agitando las fronteras entre lo tradicional y lo contemporáneo, pero poniendo el foco en lo bailable, en otras construcciones de lo corporal.
Sigo sin entender, pero no puedo parar de escucharla.
Nada parece estar en “su lugar”. A veces es áspero, muchas canciones chocan, son incómodas. Pero cómo pega.
Cinco. Viernes, 5 AM. Escribe un nuevo mensaje: “No puedo parar. ¿Viste que tiene un nuevo disco?”. Pasan diez minutos, veinte minutos. Llega la respuesta: “¡Te enganchaste! ¡Mirá qué hora es! ¿Tu marido?”.
Nuevo mensaje: “Fascinado… Insisto, ¿escuchaste el nuevo disco? Mirá, se llama Suelta. Tiene diez canciones. Las podés escuchar en Spotify. ¡Cumbia! Y yo que creía que esto era terraja. El disco está buenísimo. Me volví una experta en La Yegros. Tiene otros discos: Viene de mí, que es el primero como solista, y, dice en esta página, fue publicado en 2013. En 2015 saca Magnetismo, que tiene esa canción que me pasaste, ‘Chicha roja’. Y el año pasado sacó Suelta. ‘Linda la cumbia’ me mató. ‘Siempre estás’, es tremenda… ‘Asomo la cabeza para ver el sol…’, canta la mina. No sabía que estas fusiones se podían hacer. Además, fijate, acá dice que la producción fue de King Coya, que también es argentino, y participaron Eduardo Cabra, que colaboró con Calle 13, mirá vos, y hay un holandés, Jori Collington que colaboró con Skip&Die. Tengo que averiguar quiénes son estos nombres. Esta mezcolanza pega y pega fuerte”.