Por Fabricio Guaragna.
Ya comenzado el invierno y con el Museo Nacional de Artes Visuales, cálido y generoso, decidimos encontrarnos con Paola Dalto en sus instalaciones para adentrarnos en su historia y su carrera de más de veinte años como DJ en Uruguay. Divertida y efervescente, se posiciona en la construcción de su carrera desde la alegría y el trabajo permanente, enmarcada en la música como esencia vital de sus proyectos personales. Vive con mucho amor el contacto con el público y es fanática de todas las actividades culturales desde la infancia, las cuales habita constantemente para nutrir su propia vitalidad artística y su particular mirada contemporánea. Durante todos estos años de desarrollo profesional ha visitado más de cincuenta festivales internacionales y nacionales, con la pasión y la impronta de aprender siempre de los otros artistas, atenta –como una gran investigadora– a las atmósferas y las diversas estéticas que generan.
Ella define su profesión como el oficio de saber crear climas, la posibilidad de manejar y administrar las emociones de las personas, lo cual determina una enorme responsabilidad y un respeto por el trabajo y por el otro. Es una mujer que propone un constante movimiento en la pista de baile y que impulsa la empatía como metodología en su hacer y en su vivir.
La libertad y sus devenires
Paola nació en Bella Unión (Artigas) y afirma que su niñez se construyó en una triple frontera que le permitió conocer la música de muchas partes del mundo; un espacio pluricultural, complejo y adelantado, donde la televisión brasileña, los primeros videoclips y los éxitos del momento estaban a la mano y muchas veces antes que en Montevideo. Su padre trabajaba de sonidista por toda la región; las consolas, los micrófonos y los parlantes fueron una referencia en su imaginario lúdico, que de seguro tuvo una semilla en su pasión por la mezcla de canciones. “Él no tenía criterio musical porque lo suyo era el sonido, pero necesitaba hacer sonar sus equipos. Viajaba a Uruguayana a comprar discos, y su desconexión de estilos hizo que yo conociera todo tipo de música, cuestión que formó esta posibilidad de ir de un estilo a otro en mi carrera”.
Es interesante mencionar que ella creció en un país en dictadura, donde el norte sufrió un fuerte cimbronazo social que ella recuerda con tristeza y desconcierto: “Fueron espantosas todas las cosas que pasaron en mi ciudad y en mi familia; no poder preguntar por qué había desaparecido un profesor de un día para el otro, por ejemplo, lo hacía todo más complicado”.
A mediados de los ochenta y con el retorno de la democracia, a los catorce años concretó el primer trabajo que la hizo reconocerse dentro del campo de la música: llevó adelante su programa en la Radio Norte FM (la primera FM que existió en el país). Trabajó como locutora, operadora de la mesa de control y mezclando la música. “Leyendo el diario íntimo de cuando tenía once años, aparecía escrito ‘quiero ser disc jockey’”, cuenta, momento que no recuerda con claridad pero que demuestra una pasión entrañable que vivió dentro de ella desde muy temprano. En el programa se podía escuchar todo tipo de música, tan nueva y transgresora que seguía chocando con los últimos resabios de una sociedad acotada y sometida. “Mientras que a Montevideo venía Van Halen a hacer su recital [en febrero de 1983], en el liceo nos seguían midiendo el largo de las polleras”, cuenta al reflexionar sobre la lentitud de los procesos en su ciudad. “Cuando Fito Páez sacó su álbum Ciudad de pobres corazones [en 1987],inmediatamente pasé en el programa el tema que comienza diciendo ‘En esta puta ciudad’, cuestión que hizo que el dueño de la radio fuera corriendo a sacar el disco y a romperlo frente a mis narices, suspendiéndome de la radio”. Tal vez sin darse cuenta, y alejada totalmente de una acción política consciente, Paola ya estaba generando disidencias y transgresiones en una sociedad que seguía moralizando las expresiones artísticas; “vestirse como Madonna y tener un espacio público como era la radio para poder expresarme era un riesgo que tomaba y me la tenía que bancar; no quería ser una del montón”.
Tal vez esta fuerza renovadora que propuso con su selección musical hizo que su programa de radio fuera escuchado por mucha gente joven que necesitaba un espacio de reconocimiento. Por eso decidió organizar su primer baile, para el que convocó a todos sus seguidores y amigos para compartir un momento diferente y personal.
Estuvo diez años trabajando en su ciudad y en otras varias del norte del país, donde cubrió la mayor cantidad de eventos posibles para hacer visible su propia manera de vincularse con la gente por medio de la música. “Llevaba la ‘marcha’ a estos bailes (que era lo que hoy se conoce como música electrónica), que era lo más cool que se podía poner en ese momento. Pasar del pop a Technotronic fue una transición muy importante en mi estilo, pero yo quería conocer más, ver a otros artistas, y la música que tocaba tenía mucha más repercusión en lugares más turísticos que en mi propia ciudad, sentía que tenía que ir a otro lugar para seguir creciendo”.
En 1997 viajó a Montevideo para darle un giro a su carrera y profesionalizarse. Allí se encontró con un espacio complejo y hostil que relegaba a la mujer por fuera del espectro profesional y, por tanto, de la noche y la música de las discotecas. Cuando llegó a la ciudad no había ninguna mujer que tocara música en discotecas ni en fiestas. “Cuando llegué me puse a la orden sin esperar nada a cambio, sólo para que me conocieran, y aun así a nadie le interesó contratarme”. Fue un gran inconveniente, ya que estaba sola y no contaba con el apoyo económico de nadie. Tuvo trabajos esporádicos en algunas disquerías de Montevideo por su gran conocimiento en música, lo que le permitió ganarse el sustento y una tranquilidad que no impedía que sus energías siguieran intentando probar suerte en su profesión de DJ.
El trabajo en radio también tenía sus propias estructuras que, según ella, no habilitaban demasiado a los profesionales del oficio de la conducción, ya que se elegía como referentes a importantes figuras populares; esto le impidió presentarse como locutora. “En algún punto de estos años, cuando no conseguía trabajar de lo que quería, en radio trabajé como operadora en alguna AM, abriéndole el micrófono a algún pastor, operando algunos programas y cosas así”, cuenta.
En la búsqueda del alma de la fiesta
A partir de 2001 comenzó una travesía para visibilizar su trabajo y su conocimiento respecto de la música y del vínculo con la gente y su sensibilidad. “En esos años me apoyé en algunos de mis amigos más cercanos, como Marcelo Roggia y Mario Aguirregaray, que siempre me dieron un gran apoyo en mi carrera, y les pedía por favor que me dejaran tocar en sus desfiles”. El apoyo mutuo entre amigos fue una alianza muy fuerte que determinó el camino de su trayectoria, creciendo y viendo crecer a otros profesionales que compartían sus sueños y sus ganas de cambiar el mundo.
Por entonces la música electrónica empezaba a tomar forma en nuestra cultura nocturna y mediante las instancias de desfiles importantes pudo adentrarse en el universo de la noche y las discotecas montevideanas. Su profesionalismo y la aguda mirada sobre lo que el público necesitaba hicieron que, poco a poco, las puertas de grandes instituciones bailables se abrieran y eso le permitiera desarrollarse profesionalmente. “Hay que saber interpretar lo que la gente siente, y eso es una sensibilidad singular que tenemos los DJ”. De manera muy performática, Paola estudia y convierte los espacios donde interviene en lugares de alegría y euforia. Este sistema es aprendido no sólo en el proceso del trabajo, sino también viviendo la música desde todos los lugares posibles. Recuerda con mucha pasión y emoción la discoteca Milenio (en 25 de Mayo y Ciudadela), en donde se podía vivir de manera auténtica y vanguardista la música electrónica. Al respecto cuenta: “Más allá de las vivencias personales, este boliche es un antes y un después en la historia de Uruguay, porque fue el primer boliche de electrónica donde podías vivirla como una experiencia sensorial. Había performances, personajes increíbles, los mejores DJ tocaban ahí… Podías ver a [Antonio] Gasalla haciendo un stand up cuando ni siquiera existía el stand up, desfiles de diseñadores emergentes, concursos de personajes, drag queens fuera del ambiente gay… Podías ver que dentro de la disco convivía la diversidad auténtica; todo el mundo llegaba de distintos barrios, era una comunión”.
En este lugar confluía una enorme cantidad de personas que confraternizaban a través de la música electrónica. Una construcción base en la que hoy participan miles de personas en diversos eventos con este estilo musical en nuestra capital, lo que se podría llamar la “subcultura electrónica”.
Con la constancia en su trabajo riguroso y la intención de siempre estar presente como si fuera una marca registrada, Paola logró captar la atención de algunas empresas importantes y de agencias de contrataciones, que se dieron cuenta de que una chica DJ estaba trabajando en la ciudad. Este devenir se explica en parte por la ausencia total de identidades femeninas en el ámbito de los DJ uruguayos, y es importante reflexionar cuando se plantea “los”, porque ya la terminología DJ habita una masculinidad intrínseca. “Yo me preguntaba si no me llamarían como un adorno. Si no habían escuchado nunca mi música, ¿me llevaban porque les rendía tener a una mujer DJ como novedad? Aparte, a los colegas hombres no los convocaban las marcas… Estas fueron cosas que me hicieron entender que tenía que usar eso a mi favor”. reflexiona Dalto, al entender la responsabilidad que asume al ubicarse en ese rol, desde una inteligencia auténtica que le permite construir su identidad artística entendiendo las reglas de ese juego casi político, en el que la mujer podía estar y empezar a pensarse. “Si vos entendés de dónde vienen las situaciones, podés sacarles todo a tu favor y empoderarte”.
Debido a la prensa gráfica, notas televisivas y su exposición en grandes eventos, en 2005 fue convocada para participar en un corto publicitario icónico en homenaje a la música uruguaya, organizado por las tabacaleras, junto a artistas como Ruben Rada, Jaime Roos, Hereford, Francis Andreu, los Fattoruso, entre otros. “El comercial finalizaba conmigo en la plaza Independencia, en una especie de rave. Mucha gente no sabía quién era yo, y fue una manera de acercarme a personas que capaz nunca que vería en mi vida”. Esta posibilidad le abrió incontables puertas para desarrollar su trabajo y la colocó en un espacio de visibilidad importante en Uruguay.
Previo a este gran acontecimiento, en plena crisis de 2002, junto con los gestores de El Piso (espacio dedicado al diseño emergente y la cultura contemporánea en la galería Madrileña, en 18 de Julio y Río Negro), entre ellos María Laura Prigue, crearon la fiesta Reíte de la nostalgia,evento que trataba de reconectar las épicas fiestas del 24 de agosto con una mirada más contemporánea y joven, para revivir su propia nostalgia, generando un producto que identificó a miles de uruguayos que empezaban a romper con las tradiciones y los estereotipos. “Nosotros buscamos ser ridículos y divertidos, por eso la llamamos Reíte; queríamos divertirnos con nuestra nostalgia, no con la nostalgia de mis padres y tíos. Buscamos temas que nos identificaran en nuestra niñez y nos disfrazamos para ser ridículos y poder olvidar también el tremendo momento que nos estaba atravesando”, aclara Paola quien entiende que este proyecto pasó de ser un evento de amigos a una icónica fiesta en la agenda de las festividades uruguayas. “Llamamos mucho la atención de la prensa y forjamos una mirada diferente sobre el pasado”.
El abrazo por la diversidad
Es complejo encontrar en Uruguay una historia de la música electrónica, porque es muy joven su desarrollo y puesta en circulación, pero sí existen referentes de este estilo que aún hoy se toman como bastiones. “Uno de mis referentes es DJ Koolt, una de las personas más importantes acá. Ayudó a desarrollar el género y aparte tiene un gran conocimiento de la música”, comenta con ímpetu captando la esencia de este artista que sabe incorporar siempre miradas renovadoras y exquisitamente vanguardistas a la escena local.
Con una pasión extendida, ella recorre casi todos los géneros musicales, reconociendo y apoyando a bandas y cantantes, visitando recitales y eventos, para entender e investigar el lugar que la música está jugando en nuestro tiempo. Sin embargo, aparte de ser una referente en esta historia, lo es también como ícono de la comunidad LGBTIQ. “Mi relación con la comunidad gay fue desde siempre muy estrecha. Todos mis amigos gays me convocaban para trabajar en sus desfiles, en sus eventos, eran mis compañeros de cuarto, mis referentes de la vida. Ellos mismos, años después, se transforman en militantes por la causa y organizan la primera Marcha por la Diversidad Sexual en 2005, y me puse a la orden para lo que necesitaran”. A partir de entonces su imagen se transformó en parte de una línea de trabajo y lucha común, enmarcando la alegría por el orgullo de ser en un evento que año a año fue derribando muros y proponiendo un mundo mejor. “En esas marchas, desde el amor y la alegría, queríamos mostrar lo que se necesitaba cambiar”.
Y en una Marcha por la Diversidad tomó contacto con el director de la Banda Sinfónica, Martín Jorge, quien le propuso generar un proyecto en conjunto homenajeando la música disco. “Cuando me contó de la idea lo primero que le dije fue ‘sí’, luego pensé ‘¿cómo voy a hacerlo?’. Una de las cosas que más me hicieron feliz fue que pensaran en mí y me dieran total libertad para elegir la playlist del evento, una enorme responsabilidad y un desafío alucinante”. El concierto se llamó Disco remix, y consistió en una sesión en la que la Banda Sinfónica tocó temas icónicos de la cultura disco sobre bases electrónicas producidas por la artista. Este recital fue presentado en varios lugares de Montevideo durante 2017 y 2018, y generó nuevas conexiones entre la producción musical contemporánea y un giro audaz de una sinfónica que busca nuevos retos.
Paola Dalto es una artista que entiende lo que su público quiere, que atravando diversos estilos musicales se instala en el medio con ánimos de marcar presencia y tener una voz entre tantas masculinidades. Investigadora del sonido, insiste en la necesidad de conectarse con la música desde dentro y fuera de la pista, como una observadora empírica de la sensibilidad y los ambientes. Busca constantemente conectar con el otro de manera alquímica, usando melodías como herramientas de un oficio que se construye en el hacer. Paola Dalto fue una de las primeras DJ mujeres uruguayas; constante y tenaz, se atrevió a romper con los estilos y a encontrar nuevas maneras de mirar el alma de la música.
Nota realizada en junio 2018.