El germen del cine oriental.
Acompañando la movida espectacular y con una investigación sobre un período histórico casi contemporáneo al de la investigación realizada por Carlos Reyes sobre las distintas formas de entretenimiento escénico, los también periodistas, investigadores y críticos Georgina Torello y Riccardo Boglione dirigen su atención hacia la llegada de la imagen en movimiento a Uruguay. Su labor se enfoca en las primeras manifestaciones del cine extranjero y nacional, además de presentar un interesante material y la exposición de diferentes modelos de cámaras de cine y diapositivas móviles pintadas a mano, así como la proyección de las primeras producciones nacionales.
La exposición se desarrolla siguiendo cuatro ejes –el pre-cine, el cine extranjero en el país, las producciones locales y la relación entre el público uruguayo y el biógrafo– y muestra linternas mágicas, aparatos de filmación y proyección antiguos, afiches, programas de mano, revistas, postales, fotos que van armando una narrativa del encuentro entre las primeras imágenes móviles, el séptimo arte y Uruguay.
Gran parte del material expuesto fue comprado en el marco de la investigación que Torello llevó a cabo durante casi una década y que se concretó en la publicación de su libro La conquista del espacio, cine silente uruguayo 1915-1932, en 2018. Pero para la muestra recurrieron a varias otras fuentes, tanto institucionales –Sodre, Cinemateca Uruguaya y el Ciddae, que hizo el llamado para exposiciones en el Solís– como particulares, involucrando a diversos coleccionistas. Según los curadores de la muestra, el estímulo más fuerte para extender la época que querían cubrir se debe principalmente a la colección de diapositivas de vidrio mecánicas, pintadas a mano, probablemente francesa, que custodia el Sodre, y que corresponden a la segunda mitad del siglo XIX.
La muestra está llena de curiosidades que comienzan, por supuesto, con la llegada de los films europeos y norteamericanos, previa aparición, en 1894, del primer quinetoscopio de Edison y, un año más tarde, la primera proyección cinematográfica de los hermanos Lumière.
Las producciones nacionales ‒muchas de la mano de quien fuera un pionero en el cine en Uruguay, el director de cine catalán Félix Oliver‒ comienzan con filmaciones de paisajes locales y de eventos históricos, como imágenes de la guerra de 1904, el presidente José Batlle y Ordóñez en varias ocasiones, y las diversiones de la elite montevideana, grabaciones que se pueden disfrutar en la sala, en una especie de minicinematógrafo que se integra a la muestra. Las filmaciones ficcionales de producción nacional se inician en 1920 y quedaron registradas a través de afiches y programas como Pervanche (1920), Una niña parisiense en Montevideo (1924), El pequeño héroe del Arroyo del Oro (1932).
Según los investigadores, la idea es “dar a conocer piezas de un mundo, el de la relación de los uruguayos con las proyecciones móviles en sus comienzos, que ha quedado bastante oculto hasta ahora. Esperamos que poder ver programas de mano originales, afiches, revistas o las máquinas que se usaban para filmar y ver fotos y películas ayude a conocer mejor los pormenores de una presencia cotidiana tan importante hoy en día como la del cine, e incluso de lo audiovisual en general. Y, por supuesto, favorecer nuevos estudios sobre el tema”.
Dentro del material que se exhibe hay piezas raras, además de las placas francesas mencionadas antes. “Se destaca un programa del cinematógrafo Lumière en Montevideo de 1899 (el más antiguo que pudimos rastrear); la cámara con la que se filmó la revolución de 1904; un objeto que una droguería montevideana regalaba a sus clientes, que se llama biescenorama, una suerte de miniportarretrato que, según cómo se mueve con la mano, permite ver fotos de tres diferentes actores”, destaca Boglione.
Esta muestra viene a complementar una serie de exposiciones de un Montevideo que ya no existe y que importa a nivel didáctico y también de compromiso con el patrimonio cultural del país. Consultados acerca de qué se siente al revivir este pasado de imágenes y avances tecnológicos, Torello manifiesta: “La del cambio de siglo pasado y el nuestro son, por supuesto, dos épocas muy distintas. Sin embargo, es fácil ver cómo muchas preocupaciones son las mismas: desde el vamos el cine buscó el color y el sonido (y hubo experimentos exitosos en Uruguay en este sentido, aunque no hayan tenido un éxito inmediato o se hayan desconocido en los últimos cien años). También, ya a partir de los años veinte, cuando aparece la Pathé Baby, una filmadora portátil muy pequeña y de bajo precio, la gente empieza a filmarse exactamente como lo hace ahora: perpetuarse ‘cinematográficamente’, antes sobre una gran tela, ahora en la pantallita de un smartphone, parece un deseo que acompaña toda la historia del último siglo”.