Show me the money
Humberto Brause tiene dientes de conejo y espíritu desagradable, pero también tiene talento para manejar plata, para hacer negocios turbios sin que la superficie del río ondee demasiado, para descomprometerse de los sentimientos y las circunstancias familiares, y tenerle el apego justo y necesario a la vida, ese apego que se exacerba cuando la vida está en peligro. Y Gudrun, su mujer de siempre, la hija del viejo jefe al que Humberto le birló el negocio, finge no darse cuenta de nada y permanecer ajena a las tormentas que perforan el suelo para sostener, inteligente, solapada, procazmente, el statu quo al que no quiere renunciar.
Así habló el cambista habla sobre los negocios con el dinero, sobre los infiernillos fiscales en la latitud sur, sobre la historia compartida entre Argentina, Uruguay y Brasil en los sesenta y setenta. Y lo expresa de manera extraordinaria, porque su reconstrucción de época es una sinécdoque perfecta entre los restos de la realidad y las fotografías de la memoria. Y porque está escrita con un absoluto compromiso por el verosímil que persigue, y porque tiene las mejores actuaciones de Daniel Hendler y de Dolores Fonzi que hayamos visto nunca, tan sinuosos y siniestros como no quisiéramos advertirlo en nadie. Y aunque sus películas previas ya lo señalaban, Así habló el cambista confirma que Federico Veiroj, sin alardear ni pavonearse, es uno de los grandes cineastas del siglo XXI.