Una experiencia inolvidable
Como si de una trama novelesca se tratara, debieron pasar más de dos décadas para que el pianista Enrique Graf pusiera en práctica una idea que el arquitecto Mariano Arana le transmitiera a ocho mil kilómetros de Uruguay. Resulta que por los años noventa, siendo intendente de Montevideo y en el marco de una visita oficial, Arana visitó Charleston (Carolina del Sur), donde reside aún hoy Enrique Graf. Recorriendo la ciudad estadounidense, Arana se enteró de que había sido el Festival de Spoleto de artes lo que había vuelto a ubicar en el mapa a Charleston, convirtiéndola en una de las ciudades que más turismo recibe por año en el país del norte. De ahí que en determinado momento Arana (vaya a saber qué conexiones hizo en su cerebro) le dijo a Graf de forma imperativa: “Tenés que organizar un festival de este tipo en Colonia del Sacramento”. Lo que en aquel momento al pianista le pareció una locura no resultó tanto cuando en 2017 visitó Colonia y quedó encantado con el barrio histórico y el contexto paisajístico. Al año siguiente, y luego de un trabajo intenso y profesional, se inauguraba el Festival Internacional de Colonia (arte, música, teatro, cine).
Del 13 al 17 de noviembre se llevó a cabo la segunda edición de este festival de artes, que sumó dos días más a la propuesta de 2018, a la vez que presentó en su programación algunos espectáculos realmente exclusivos, en tanto rara vez se ven. Nos referimos, por ejemplo, al concierto de apertura dedicado a Johann Sebastian Bach, en el que el espectador veía cuatro pianos de cola en primera línea del escenario (abarcando todo el ancho de este) y, detrás, la sección de cuerdas de la Filarmónica de Montevideo, al mando de Ligia Amadio. En efecto, quien escribe jamás había presenciado un concierto para solistas y orquesta con cuatro pianos tocando en simultáneo. Lo mismo aseguraban muchos de los músicos y melómanos presentes, todos de larga trayectoria en materia de conciertos vistos en diversas partes del mundo.
Otra de las novedades del festival fue el Recital de Piano del viernes, en el que siete pianistas fueron ingresando uno por uno a la escena para interpretar una sola pieza cada uno. La singular propuesta le dio al concierto una dinámica muy rica y fluida, convirtiéndose en una especie de degustación musical de alto nivel. Abrió la noche el uruguayo Matías Ferreyra y le siguieron Chee Hang See (Singapur), Christina Long (Taiwán), Julian Jacobson (Inglaterra), Beatrice Long (Taiwán), Fernando Saint Martin (México) y Eduardo Monteiro (Brasil). El repertorio de compositores elegido por los intérpretes también fue variado, aunque restringido al romanticismo y al posromanticismo, lo que de alguna manera le dio unidad al concierto, a la vez que nos recordó que no en vano el piano fue el instrumento estrella del período. En un contexto de muy buenas interpretaciones, brillaron las ejecuciones de las hermanas Long: Christina haciendo Mendelssohn y MacDowell, y Beatrice en una exquisita versión del Allegro de Concierto de Enrique Granados, una partitura tributaria a Schubert y Chopin pero con una sutil impronta española.
También puede catalogarse como novedosa o poco usual la proyección del film de Charles Chaplin Dog’s Life (Vida de perro), acompañada en piano (digital) por el pianista y cantante argentino Juan Nevani, amante del cine mudo y buen conocedor del repertorio jazzístico de principios del siglo XX. El numeroso público que asistió al recientemente reabierto cine Stella de Colonia quedó entusiasmado con la manera en que Nevani condujo el espectáculo, en tanto no se limitó a musicalizar la película (cosa que hizo brillantemente), sino que presentó el film de forma eficaz, tocó como prólogo y epílogo una canción con letra y música de Chaplin e incluso propuso y dirigió un breve cine-debate entre los espectadores. Todo con un ajustado timing y una solvencia evidente. Mejor, imposible.
Como podrán acreditar aquellos que no se perdieron ninguno de los once espectáculos programados (sin contar la muestra de pintura presentada por la Fundación Pablo Atchugarry), las locaciones y los horarios estaban pensados para que el visitante pudiera descansar generosamente entre un evento y otro, a la vez de darle la posibilidad de ir caminando a ritmo de paseo a cada lugar, algo muy saludable en sitios tan amigables como el Centro y el Barrio Histórico de la capital del departamento de Colonia. Cuatro fueron los lugares en los que se desarrolló el festival: el teatro Bastión del Carmen, el Centro Cultural AFE, los jardines del Charco Hotel y el cine Stella.
Mención especial merece la idea de cerrar la jornada de los tres días centrales (jueves, viernes y sábado) con los “cabarets”, que tuvieron lugar en el Charco Hotel, una casona del siglo XVIII notablemente reciclada, en el Barrio Histórico, en la que el restaurante y parte del jardín están al borde mismo del Río de la Plata. El primer cabaret estuvo dedicado al folclore, el segundo al jazz y el tercero al tango. Los espectáculos comenzaban a las 23.00 en un escenario armado debajo de una carpa abierta por los cuatro lados. Era el momento de distensión, en el que se podía comer y tomar escuchando muy buena música, a la vez que se constituía en el punto de reunión de todos los artistas que formaban parte del festival. El éxito fue total, ya que los tres días se agotaron las entradas.
Mucho más podría decirse de esta feliz idea llevada a la práctica por Enrique Graf y su equipo de voluntarios “por amor al arte”, pero el espacio es reducido. Finalicemos repasando panorámicamente los cuatro últimos conciertos del festival. El sábado a las 13.00 en el Centro Cultural de AFE (la vieja estación del ferrocarril, reciclada), se presentó el estreno para América del Sur de once canciones escritas para barítono y piano por el compositor y bandoneonista argentino Emmanuel Trifilio. El trabajo compositivo de Trifilio resultó muy interesante al musicalizar textos del hoy olvidado poeta Amado Nervo, fusionando recursos del tango con la mejor tradición del lied romántico europeo. Aunque digno, este estreno mereció una interpretación más pulida. Por la tarde, a las 18.30 tuvo lugar en el Bastión del Carmen un recital de música de cámara, con una dinámica similar a la del concierto de los pianistas. Se interpretaron seis piezas, cinco en formato dúo y una en trío. El penúltimo concierto del sábado (antes del Cabaret Tango en Charco Hotel) fue a las 21.00 en la amplia sala del Centro Cultural AFE, que estaba repleta. Durante más de una hora, un público entusiasta disfrutó del Quinteto Benny Goodman, liderado por el mejor saxofonista uruguayo de los últimos tiempos: Héctor Fino Bingert, quien demostró, además, que se desempeña con gran soltura tocando el clarinete. El combo sonó muy ajustado y convincente, destacándose la actuación del integrante más joven, el vibrafonista Maximiliano Nathan.
Por último, el concierto de cierre del festival, titulado Gala Final. Mozart y Tango, se hizo al mediodía del domingo 17, en un teatro Bastión del Carmen lleno. Puntualmente, como en todos los casos, comenzó la primera parte dedicada a Mozart: primero el aria de concierto K 505, y luego el Concierto para dos pianos y orquesta K 365. La protagonista fue la Camerata del Festival Internacional de Colonia, una orquesta integrada por músicos jóvenes, mayoritariamente residentes en Buenos Aires, pero originarios de diversos países latinoamericanos. El maestro coreano Jooyong Ahn fue el responsable de seleccionar, preparar y conducir esta orquesta, que salvó con muy buena nota su debut. Los solistas fueron la soprano uruguaya Sofía Mara y los pianistas Enrique Graf y Ciro Foderé, uno de los alumnos más destacados de Graf, ya con una larga carrera propia. En la segunda y última parte del concierto, el quinteto La Mufa actuó como solista, acompañado por vez primera por una orquesta. El ensamble que dirige el bandoneonista Martín Pugin y la orquesta, sólidamente comandada por Ahn, lograron en esta parte una gran fuerza expresiva, brindándole al festival el broche de oro que se merecía.