No se deje engañar
Efectivamente: no se deje engañar, como dice el título de estas líneas. Poca música y muchos éxitos y estrellas en este Otras canciones, el último disco de No Te Va Gustar. De los éxitos, “están todos”. Del star system pop-rock de este costado del planeta, están Julieta Venegas, Flor de Toloache, Hugo Fattoruso, Jorge Drexler, Catalina García, Draco Rosa.
Es cierto, decir “poca música” es algo duro. Suena a esa rancia forma de convocar a los prejuicios que tanto caracteriza a la crítica vernácula. La banda suena armadita, prolija, chiquita en muchos casos, ajustada al añejo formato desenchufado que devino marca registrada de la otrora exitosa MTV. Pero, vale también, se nota el esfuerzo por hacer rendir algo que no tiene mucho vuelo. Si ya parece un dislate hablar de “rock uruguayo”, imaginar que desde el territorio estilístico que pisan los NTVG se puede plegar a algo así es más dislate aun.
La banda se perdió la oportunidad de jugarse más en serio a la veta pop y melódica que le brota por todos los poros y proponer algo más descarado, con más carne propia, y, también, bucear otras formas de sortear las limitaciones para imaginar arreglos más jugados, menos simpleros, y de transitar por otros derroteros en las interpretaciones vocales. Canciones como ‘Chau’ y ‘Al vacío’, que podrían rendir de otra manera en lo expresivo y en lo arreglístico, quedan apretadas en interpretaciones ajustaditas. No explotan, no descubren otros horizontes de sentido. Se quedan por ahí nomás.
La banda vive un momento de alta resonancia en materia de éxito tanto dentro como más allá de nuestras fronteras. Llenan estadios, tienen cita en los festivales más importantes de la región, tienen giras muy exitosas. Y hay que subrayar: a pesar del discurso “alternativo” que solía acompañar sus promociones, se plegaron con mucha fluidez a los discursos oficiales e institucionales. En fin, ya se sabe: estuvieron en la inauguración del megaescenario del Antel Arena y en los festivales de la Convivencia. Para muchos son parte de la banda sonora de la institucionalidad oficial. ¿Esto es un demérito? No necesariamente. Sin embargo, esto opera como signo de una fructífera alianza entre el mercado, afanado por hacer que sus productos musicales no dejen de circular y facturar, con un discurso –otra vez los discursos– que deberían estar aplicando el filo crítico a un sistema tardocapitalista que juega sus cartas a la eficiencia, al mero publicity, a la cáscara, a prótesis que aseguran la circulación, anulando toda posibilidad de interrogar a las formas de producción de sentido y al lenguaje.
Así las cosas, llame ya y pida su disco o no se deje engañar. La confianza y la expectativa no deben anularse. Quizá en algún momento la banda de marras dé el salto creativo que viene tan demorado. Hay mucho para decir desde estos pagos con los lenguajes que suelen apilarse con la etiqueta de rock-pop. Para descubrirlo, sin embargo, hay que jugarse a explorar lo musical y no hacerle el juego a lo que marca como constricción y regla la industria.