El Museo José Gurvich presenta la obra de Américo Spósito del período comprendido entre 1982 y 2004, un año antes de su fallecimiento. Se trata de un artista uruguayo muy particular, no sólo por su cualidad creativa e investigativa, sino por su profundo interés en aportar elementos filosóficos sobre el problema del arte y el hombre. Esta preocupación no estaba dirigida a fundamentar su obra, sino a encontrar respuestas desde su concreción. Los problemas estéticos, éticos, religiosos, científicos y existenciales del hombre fueron el centro de las especulaciones y meditaciones filosóficas que trasladó al universo de la pintura. Supo encontrar una serie de símbolos que desarrolló en varias vertientes de dibujo. Inventó una geometría propia a partir de esquemas que probablemente convendrían a una síntesis gráfica de su pensamiento crítico.
La complejidad de su obra refiere la complejidad de su pensamiento, pero va más allá: demuestra la porfiada persecución de la verdad generada en los planos mentales, para verificarla en los planos estéticos. El particular desarrollo que Spósito logra con sus figuras triangulares, trapezoidales o rómbicas produce paralelepípedos y figuras geométricas en ángulos, como si se tratara de la descomposición de un objeto desde su esquema, en una búsqueda relacional dentro de un espacio metafísico a efectos de encontrar un sentido a su existencia.
Spósito descarta el uso de la paleta como recurso preconcebido de color que muchos artistas utilizan de forma automática. Por el contrario, sus búsquedas metafísicas lo llevan a experimentar con la ubicua cualidad del color como metáfora del espacio en primer lugar y como creador inaugural de nuevas dimensiones perceptivas. El artista había entendido la enorme importancia del medio cromático para producir sensaciones que pueden llevar a experimentar nuevos conocimientos desde la sensibilidad. El misterio que envuelve al color lo invade y se deja llevar por él. Por lo tanto, cada pintura es absolutamente nueva. Sus cuadros nos producen la sensación de que estamos a la puerta de una dimensión desconocida que es al mismo tiempo atrapada por la configuración formal establecida, que defiende ‒como los bíblicos querubines‒ la entrada al propio misterio.
La pintura de Américo Spósito está profundamente sentida como experiencia hacia lo desconocido. Sus formas agudas se vinculan por la robusta línea del trazo y con la fuerza de una cadena de ADN. Los trazos funcionan como enlaces que sostienen la esencia de la vida estética de sus cuadros. Spósito ensaya varias soluciones desde sus consolidadas conclusiones plásticas, permitiendo algunas veces que sus planos se densifiquen, y en algunas series facilitando el flujo de los enlaces en términos de lacerías, como si se tratara de una estructura de tejido de alambre, no obstante orgánico. La concepción estética, sin embargo, es muy coherente. El título de sus obras funciona como un fuerte disparador y nos coloca ante el problema de lo indecible o lo intraducible. Es obvio que esta comprensión no debe hacerse de forma analógica o comparativa. Con medios plásticos depurados, el artista dirige su experimentación guiada por su ideología y posiblemente –la coherencia de sus obras así lo indica‒ haya encontrado muchas respuestas a sus preguntas existenciales en la medida en que desarrollaba su trabajo. Esta exhibición demuestra la valía de muchos artistas uruguayos que no han sido suficientemente conocidos y que vale la pena visitar para reflexionar profundamente sobre muchos temas, no sólo sobre pintura.